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  • Para Recordar a Ana María Barrenechea(6 de Marzo de 1913–4 de Octubre de 2010)
  • Noé Jitrik, Melchora Romanos, Jorge Lafforgue, Israel Burshatin, Jorge Ruffinelli, and Wilfrido H. Corral

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La primera información de que Ana María Barrenechea había fallecido apareció en el sitio de internet de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en marzo de 2012. El hecho insólito de una información demorada durante dos años, en nuestra cultura de la comunicación, no ha tenido hasta hoy una explicación razonable.

Noé Jitrik:

En verdad nos habíamos terminado por acostumbrar a la ausencia de Anita después de que decidiera dejar la dirección del Instituto de Filología que fue, es algo bien sabido, como su cuna, protegida y cuidada por Amado Alonso y el brillante grupo que hizo del Instituto una de las glorias de la Universidad de Buenos Aires. Su partida de ese lugar abrochó un ciclo de vida cuyo signo fue no [End Page 241] sólo la constancia sino la curiosidad intelectual y el fervor por el mundo de los signos, especialmente literarios.

Enterado tardía, e inexplicablemente, de su muerte, me veo evocando su figura y lo que en algún momento nos ligó. Cuando oí de ella, en uno de esos momentos brillantes de la UBA –al cual sucedió uno de sombras– sentí que el saber producido y acumulado en otro previo, también sucedido por la sombra, me intimidaba y que recibir algo de todo ello me parecía impensable por lo idealizado y enorme. Empecé por rastrear alguno de sus textos, la minucia proCortázar por ejemplo, su trabajo sobre la literatura fantástica, y su incansable fervor hispanizante que conciliaba con una atención al presente de una literatura que en esos años, hablo de alrededor de 1960, estaba despertando de un prolongado letargo.

Con el tiempo, sobre todo a partir de 1966, me hice y me sentí su amigo, sobre todo a partir de las gentilezas que tenía para conmigo; de este modo, cada vez que nos encontrábamos, en Buenos Aires, en los Estados Unidos y por fin en Buenos Aires otra vez, en un momento en que había por qué tener fervor –con el recomienzo de la democracia– el diálogo continuaba y era como si tuviéramos una tarea en común, un lenguaje emparentado, un entendimiento que desbordaba experiencias y edades. Su antiguo cuidado por la obra de Alejandra Pizarnik, que se había continuado en su admiración por la de Susana Thénon, daba cuenta de su juventud, de su arrojo intelectual puesto que se animaba a mirar a su alrededor y a apreciar lenguajes y desafíos que podían no recortarse exactamente sobre sus intereses permanentes y perfectamente afirmados.

Fue una pena que declinara hace unos años y se viera obligada a recluirse; mayor todavía que no supiéramos, quienes la habíamos querido, cómo era su deslizamiento hacia el fondo de los tiempos para, finalmente enterarnos que su ingreso en ese sitio ya se había producido, con la discreción que había sido uno de los rasgos más notorios de su espíritu.

Melchora Romanos:

Ana María Barrenechea en el Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas «Dr. Amado Alonso», UBA (1984–2002)

He elegido los últimos años de la actividad académica de Ana María Barrenechea porque son aquellos en los que he estado en contacto directo con ella mientras se desempeñó como Directora del Instituto, cargo al que retornó, en 1984, con el advenimiento de la democracia en la Argentina. Si bien la había conocido con anterioridad, no me cuento entre quienes fueron sus alumnos y discípulos ya que, por circunstancias generacionales, no pude disfrutar de su potencialidad de maestra durante el periodo en que ejerció como profesora en las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras, entre 1958 y 1966.

Por consiguiente, mi vinculación está circunscripta a los años en los que la acompa...

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