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  • Carne contra piedra.Poder, ética y cuerpos en La catedral (1903) de Blasco Ibáñez
  • Jorge Gaupp

¿Cómo y bajo qué condiciones una sociedad desconecta de su Estado? Tras el estallido de una bomba anarquista contra la procesión del Corpus Christi de 1896 en Barcelona, tuvo lugar un evento trascendental para las clases populares en toda la península: los procesos de Montjuïc, en los que se detuvo a 558 personas entre libertarios, republicanos, librepensadores y masones, en gran parte maestros de escuelas laicas.1 Una vez que 305 reos fueron procesados y conducidos a Montjuïc, comenzó a interrogarse a una buena parte bajo tortura (Dalmau 536; Herrerín 162; Álvarez Junco, La ideología 496). Para amparar el juicio de un tribunal militar se suspendieron las garantías constitucionales durante un año y medio en la ciudad. Este procedimiento de autoanulación constitucional nunca fue extraño a la historia de la Restauración (González Calleja, La razón de la fuerza), pero en el caso de los procesos de Montjuïc se vio facilitado, además, por un contexto muy concreto: el de la guerra de Cuba (1895–1898), época con la mayor prevalencia de estados de excepción en la península desde 1877 (González Calleja, La razón 60).

La campaña internacional por la revisión de los procesos estalló en 1898, uniendo por primera vez a intelectuales obreristas con republicanos, liberales y líderes anticoloniales. Al coincidir con la derrota en la guerra de Cuba, produjo una grave crisis de legitimidad en el Estado-nación español.2 Las consecuencias del "desastre" cubano entre los intelectuales de clase media y burguesa han sido ampliamente trabajadas desde la historia cultural e intelectual, en especial el noventayochismo y el regeneracionismo. Sin embargo, las consecuencias culturales de 1898 sobre las clases trabajadoras y el movimiento obrero permanecen prácticamente inexploradas.3

En ellas se inscribe precisamente La catedral (1903), de Vicente Blasco Ibáñez, entonces diputado a las Cortes por Valencia. La novela, que aprovecha el momento social al estar protagonizada por un fugado de Montjuïc, forma parte de la primera estrategia exitosa de construcción de hegemonía cultural en torno a un partido moderno de masas dentro de la península: es el caso de Unión Republicana en la ciudad de Valencia, con el propio Blasco como líder aclamado y diputado en las Cortes (Reig, cap. 3). Blasco, a través de su participación en los mítines de la campaña contra los procesos de Montjuïc, construyó en estos años una importante alianza con el movimiento libertario, que le permitirá después llevar a cabo su análisis de los sucesos de Jerez en La bodega (1905). [End Page 75] Sin embargo, como intentaré demostrar, la ambición política del autor no es lo único interesante que se observa a partir de La catedral.

Y es que el éxito político de Blasco (así como el éxito editorial de La catedral) no puede explicarse sin la existencia de una tupida red de valores morales y estéticos, normas compartidas y afectos, construida al margen del Estado por una serie de "obreros conscientes", librepensadores, "apóstoles de la idea", escritores, científicos y artistas bohemios. Esta red, amparada por el socialismo libertario, había ido tomando importancia en España desde la década de los noventa del siglo XIX a partir de revistas anarquistas como El Productor o Ciencia social, pero también de periódicos republicanos como El País. Y, masivamente, con la edición barata de novelas como Germinal de Émile Zola o La conquista del pan de Kropotkin, probablemente el libro de ensayo más editado en la década posterior a 1898.4 Como consecuencia de los eventos de Montjuïc y Cuba, la red libertaria logró alcanzar masivamente en España al público lector, a la vez que lo amplió entre las capas subalternas mediante la alfabetización y la lectura en voz alta. Un éxito cultural que será clave para que el anarquismo logre convertirse en un movimiento de masas en...

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