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  • "Con Mayúsculas Letras De Oro":Los Nobles Ante La Poesía En El Viaje Del Parnaso
  • Rafael Castillo Bejarano (bio)

Las reflexiones metapoéticas que Cervantes expresa por boca de Quijote ante el caballero del Verde Gabán y su hijo denuncian la injusta adulteración de la competencia por el prestigio poético cuando entran en la contienda personalidades que se prevalen de su relevancia social:1

Y si es que [las glosas] son de justa literaria, procure vuestra merced llevar el segundo premio, que el primero siempre se le lleva el favor o la gran calidad de la persona, el segundo se le lleva la mera justicia, y el tercero viene a ser el segundo, y el primero, a esta cuenta, será el tercero, al modo de las licencias que se dan en las universidades; pero, con todo esto, gran personaje es el nombre de primero

(Don Quijote 2.18:682).

Cervantes, como tantos otros literatos de la época, postula una jerarquía del mérito o el talento literario según la cual habría que reducir al "número de vulgo" incluso a "todo aquel que no sabe, aunque sea señor y príncipe" (2.16:667). Postula, pues, una valía personal objetivada por las obras y no desvirtuada por la conflictiva interacción con la antinatural jerarquía de calidades personales que determinan la riqueza y el linaje.2 [End Page 157] El mérito y el talento deberían dictar las preeminencias dentro de la república de las letras, o, en otras palabras, dentro del campo literario.

Como diversos investigadores han apuntado, la imprenta y las tablas proporcionaban un relativamente menor grado de dependencia clientelar a un creciente número de escritores en vías de profesionalización a comienzos del XVII, hasta tal punto que el número de individuos y el nivel de autonomía permiten emplear, salvando las distancias, el modelo teórico de campo literario definido por Pierre Bourdieu.3 Poca atención se ha prestado, no obstante, a la participación de los aristócratas como escritores aficionados o amauteurs ellos mismos en la conformación del campo, más allá de su tradicional papel de patrones. Y es precisamente durante el reinado de Felipe III, con la instauración de la dinámica de una corte estable, cuando con mayor intensidad vuelven a interaccionar los nobles titulados con el campo poético, ya no sólo como potenciales protectores de artistas, sino también como aspirantes ellos mismos al capital simbólico de un reconocimiento literario genuino reaprovechable en su propia esfera social en forma de notoriedad. Quizá ninguna obra refleje la consolidación en la época de un campo poético en confrontada muchedumbre como el Viaje del Parnaso (1614), acusando asimismo la distorsión que produce la irrupción de los nobles en su doble faceta de poetas diletantes y potenciales mecenas.4 [End Page 158]

Si, como afirmó Francisco Márquez Villanueva, el Viaje del Parnaso "se perfila como desarrollo final sobre un complejo discurso sobre la naturaleza y función de la poesía, que ha sellado el autor en sus años de madurez" ("El retorno" 695), no hay que entender ese discurso como el remate de un proceso especulativo, aunque en algunos aspectos lo sea. Habría que entenderlo más bien como el dictamen sentido en carne propia tras la experiencia de una vida inmersa de una u otra manera en los diversos ambientes puestos en relación a través de la literatura, siempre desde posiciones de marginalidad económica, social y literaria (Ruiz Pérez, "El Parnaso" 66). Así, el Viaje se ha leído como una postrera reflexión o "testamento literario" (Márquez Villanueva, Cervantes 99-125), como ajuste de cuentas reivindicativo de la obra y la persona (Jean Canavaggio), o como maniobra propagandística o promocional a través de una autorrepresentación que revela la alta conciencia autorial de Cervantes (desde Vicente Gaos, pasando por George Stagg hasta Torralbo Caballero).5 No representa tampoco el puerto de llegada de ese discurso, sino un análisis del estado de las cosas...

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