Abstract

ABSTRACT:

In the wake of Fidel Castro's death in late November 2016, the Cuban state inaugurated a nine-day period of national mourning and commemoration focused on the official theme, Yo soy Fidel (I am Fidel). Like the slogan Yo soy Fidel, the events organized to honor Fidel glossed over the impact of his authoritarian rule on the evolving nature of citizens' agency and participation in the communist state as wholly positive and exceptionally empowering. One of Fidel's greatest legacies, the enforcement of a "patriot or traitor" binary and the creation of an everyday culture of siege amidst the Cold War remained as undiscussed as citizens' personal experiences and controversial views of Fidel Castro. Particularly inconvenient memories of Cuba's "high Soviet Age," the period of the 1970s and 1980s when Fidel reached a zenith of authority, seemed not just out of place but taboo. This essay responds to these deliberate acts of silencing by excavating the origins of Cuban officials' idea that the Revolution had groomed every citizen to become future embodiments of Fidel. To understand this process and its meaning for foundational generations of Cubans raised under and by the Revolution, I examine state educational programs, especially their stated goals, methods, curriculum, and affective outcomes after Cuba adopted an officially communist pedagogy upon integration with the Soviet bloc in 1972. Cuba's schools were responsible not only for the near perfect literacy rates achieved in the 1970s; however, they were also responsible for deploying and instilling a sense of siege and a drive for communist perfection that overtly subsumed individual identity, choice, and agency to ensure compliance with the primary duty that the party allocated to citizens: political obedience before the party and Fidel. Looking carefully at the affective nature of average citizens' experience, this work explores what life "on the binary" of patriot or traitor was like, particularly during the height of the fidelista-Soviet alliance when foundational generations of Cubans charged with crafting a pure ideological and revolutionary identity emerged. That revolutionary identity hinged on the willingness of citizens to substitute genuine, structural power over the state with the feeling of holding power through Fidel.

RESUMEN:

Cuando Fidel Castro murió en los últimos días de noviembre 2016, el Estado cubano inauguró un periodo de nueve días de luto oficial y conmemoración nacional bajo el lema Yo soy Fidel. Al igual que el lema, los eventos organizados para honrar a Fidel evitaron toda discusión sobre el impacto de su mando autoritario en el carácter evolutivo del poder y la participación del ciudadano en el estado comunista, presumiendo un saldo totalmente positivo y excepcionalmente inspirador. Uno de los legados indiscutibles de Fidel, la consolidación del concepto binario de "patriota o traídor" en la vida del pueblo y la creación de una cultura cotidiana basada en la plaza sitiada durante la Guerra Fría, resultó tan ausente como las experiencias personales y las visiones controversiales de Fidel Castro. Memorias especialmente inconvenientes de la época de alta compenetración soviética, las décadas de los setenta y ochenta cuando Fidel llegó a la cúspide de su autoridad política, parecían no solamente fuera de lugar sino tabú. Este ensayo responde a estos silencios deliberados, excavando los orígenes de la idea de que el estado preparó a los ciudadanos para que fuesen futuras encarnaciones de Fidel. Para entender este proceso y su relevancia para generaciones seminales criadas bajo y por la Revolución, examino programas educacionales del estado, particularmente sus declarados propósitos, métodos, currícula y resultados afectivos luego de que Cuba adoptara una nueva pedagogía oficialmente comunista como resultado de su integración al bloque soviético en 1972. Las escuelas cubanas no fueron solamente responsables por lograr un alfabetismo universal en Cuba en los setenta sino por desplegar y cultivar la sensación de vivir en una plaza sitiada y una vocación por perfeccionar el comunismo que sublimara la identidad individual, la posibilidad de escoger, y la autonomía personal para asegurar la complicidad con la mayor responsabilidad que el partido asignara al ciudadano: obediencia política frente al partido y Fidel. Mirando detenidamente la naturaleza afectiva de la experiencia del ciudadano común, este trabajo explora lo que era vivir bajo el signo constante de "patriota contra traídor," precisamente durante los años cuando la alianza cubana-soviética predominara la escena en que se suponía que nuevas generaciones se encargaran de asumir una identidad revolucionaria auténtica e ideológicamente pura. Argumento que esa identidad revolucionara requería que cada ciudadano supliera el poder estructural y genuina sobre las decisiones, actuaciones y políticas del estado con la sensación afectiva de ejercer el poder a través de Fidel.

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