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Reviewed by:
  • Juan Ramón Jiménez y el legado de la modernidad by Juan José Lanz
  • José María Naharro-Calderón
Lanz, Juan José. Juan Ramón Jiménez y el legado de la modernidad. Anthropos, 2017, 272 pp.

La Obra de Juan Ramón Jiménez, tan inabarcable en su conjunto bibliográfico, es también un complejo reflejo de los intricados criterios poéticos que fueron afectando su producción. El reto de tratar esta poética en su conjunto, sistematizarla y determinar las lecturas que puedan explicar dicha evolución exige un reconocimiento sutil de las diversas y cuantiosas lecturas que fue realizando el poeta. Además, el propio Juan Ramón incidió de forma muy significativa, no solo en su determinación para sentar el legado de su política poética, sino también en la forma y el fondo en que su legado pudiera ser juzgado por la crítica.

Por ello, este útil libro se sitúa en la continuidad de trabajos como los de Aurora de Albornoz, Gilbert Azam, Francisco Javier Blasco, Ángel González, Ricardo Gullón, Mercedes Juliá, Paul R. Olson, Graciela Palau de Nemes, Ignacio Prat, Antonio Sánchez Romeralo, John C. Wilcox, o el de quien esto suscribe, entre otros. Juan José Lanz actualiza dichas lecturas mediante analogías bien traídas a partir de poéticas modernas y posmodernas, desde el formalismo, estructuralismos, teorías del discurso y la recepción, pragmáticas de la comunicación y legados filosóficos desde los idealismos kantianos y hegelianos hasta el existencialismo de Martin Heidegger y la razón vital de José Ortega y Gasset. Además, si bien se ha tendido a seguir los criterios que sentó el propio Juan Ramón respecto de sus tres épocas de producción, y Lanz no contradice significativamente dicha división en [End Page 121] su estudio, sin embargo, asume una sutil diferencia para la evolución de la poesía en la época de exilio, entre los romances y canciones, la totalidad complementaria de Tiempo y Espacio analizada mediante la relatividad de Albert Einstein: "ambos abolidos en una unidad sucesiva, en un continuum, una unidad cronotópica" (176) y finalmente la creación en totalidad divina ad hoc en Animal de fondo.

Evidentemente, la dimensión de la Obra exige un trabajo de búsqueda por ondas, ya que no estamos ante una producción o del cambio señalado por una metapoética del fracaso. Además, a partir de Edgar Allan Poe, "la realización poética posee una indudable dimensión moral, ética, que define el signo de su espiritualidad" (16), a la que hay que añadir el ejemplo institucionista de Francisco Giner de los Ríos. Juan Ramón durante su estancia en Estados Unidos reunirá a estos aristócratas de intemperie para certificar sus contribuciones jenerales a un modernismo transnacional avant la lettre. Con el rechazo explícito en Laberinto de la poesía francesa del primer simbolismo, se inicia la búsqueda de la desnudez y transparencia de la última época (19). Desnudez y totalidad frente a pureza deshumanizadora de juventud como las de Jorge Guillén o Pedro Salinas, los retóricos blancos o poetas profesores que luego se distanciarían del maestro. Pureza musical y esencial antes de la palabra para Juan Ramón, o una "poesía metafísica y no filosófica" de Stéphane Mallarmé frente a Paul Valéry, como lo solía recordar en Ideolojía o en sus utilísimas conversaciones con Juan Guerrero Ruiz.

A través del eje práctico, Lanz se fija en poemas directores como "Creemos los nombres", en el que aparece el hacedor poiético con una palabra origen del mundo, que combina logos divino y acción. Frente a la esencia previa del ideal romántico anterior, la del ser surge sólo en el verbo poético donde puede gestarse existencial y suficientemente. Llegar a "ser uno poesía y no poeta" como se lo certificaba a Luis Cernuda, el discípulo y rival que mejor había interpretado dicho mensaje de interioridad externa: conciencia subjetiva...

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