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  • Una sinfonía con puntos suspensivos
  • Sandra Bianchi
Andradi, Esther. Microcósmicas. Argentina: Macedonia Ediciones, 2015. 74 pp. ISBN 978-987-1692-72-9.

El mundo de la microficción ya no es tan micro, es amplio y diverso. Más allá de la proliferación del género en todos sus sentidos—los muchos autores, la variedad de temas y formatos, la calidad literaria, la cantidad de concursos y las sorpresas que depara cada texto en su singularidad—no deja de asombrar la cantidad de estilos que los autores diseñan. Hay microficciones narrativas, otras poéticas o filosóficas ensayísticas, por así decirlo, otras donde resalta el rasgo de la comicidad o la bajada ideológica. Infinita es la propuesta micro en su vista panorámica. Algunos escritores pueden ubicarse en esas grandes líneas, pero muchos son los que se desalinean, se resisten, entran y salen de las marcas de estilo, trazan sus marcas colaborando y enriqueciendo esta variedad múltiple y nómade.Y en este 'no lugar' se ubican los microtextos de Esther Andradi, de los que diría, valiéndome de una configuración metafórica, que son textos de puntos suspensivos…

Entre la narración, la resonancia poética, la disquisición y las diversas maneras que tiene la palabra para significar, los textos de Andradi funcionan a la manera de estos tres puntos. Por un lado, suspenden el discurso, el flujo de la información narrativa en circulación para hacer entrar al lector en una zona que llamaría "de embeleso", de sentidos detenidos que, en esa pausa, se abandonan a la seducción del texto. En un segundo momento los sentidos van en busca del hacer sentido, con toda redundancia y circularidad. Es el instante en el que el lector tiene que activar esa interrupción del texto sugerido para completarlo, a la manera de la escucha musical, en la que los acordes transportan al oyente a una dimensión sensible, flotante, etérea… y recién a continuación ponen en funcionamiento su bagaje cognitivo.

Quizá por eso, porque es asimilable a la experiencia de lectura que propone, Microcósmicas se estructura en movimientos musicales, Allegro ma non troppo, Andante furioso, Rallentando, Vivace, Fine, en los que la densidad de las palabras se acompasa con cada una de estas variaciones. El volumen se inaugura con un "Axioma doméstico"—¿un axioma de lo hogareño? ¿Un axioma domesticado?—en el que limpiar y escribir son un ritual de lo cotidiano, el acceso al caos: "Limpiar es como escribir/Escribir es meterse con [End Page 185] el caos". Caos-cosmos. Cada una de estas "secciones musicales" es una muestra de esta dualidad, par indisociable, casi en espejo como lo es literatura-vida.

La microficción de inicio, "Laberinto", la primera de las microcósmicas, plantea situaciones de escritura y de lectura entreveradas en el sueño y lo cotidiano. Un animal a medias doméstico, a medias mitológico—"Soñé que mi gata me exigía escribir su historia"—que se percibe un poco felino y un poco mini-tauro, será una gata dadora de laberinto. No solo evoca de una manera sui generis el mito sino el concepto mismo de laberinto, en su acepción casera de confusión o perplejidad, que involucra a la narradora.

Avanzando en el corpus, los cambios de estado, de persona o cosa, aparecen indicados en los títulos y tematizados en la ficciones mismas—"Metamorfosis", "Híbrido", "Memoria cafuné", "Medicina", entre otros—propiciados por el paso del tiempo. Como si se dibujara un eje ahora-antes o viceversa, se apela a la memoria regresiva que narra—"Ahora soy (…) pero supe ser"/"Desde que (…) al principio (…) ahora"/"Cuando era niña (…) con los años (…) ahora"—o a la prospectiva, en narraciones como "Mañana", "La huída" o "Pura hípica", que invitan a "galoparse el futuro".

Este recorrido temporal no está exento de un tono nostálgico "Una nube de melancolía me lleva por delante" ("Mirada única"), pero tampoco falta el humor "no soy ninguna papa frita" ("Lo más profundo es la piel").

Las historias narradas no solo se...

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