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LAS RELACIONES FÚNEBRES SOBRE LA MUERTE DE CARLOS V: APROXIMACIÓN A UNA TRADICIÓN DISCURSIVA Hugo Hernán Ramírez Universidad de los Andes E n la madrugada del 21 de septiembre de 1558 murió Carlos V. Ya desde 1555 el emperador venía abdicando a sus derechos, primero al trono español y a varias posesiones europeas en nombre de su hijo Felipe, más tarde al título de emperador en favor de su hermano Fernando*. Despojado de su poder y de sus dominios, la muerte de quien fuera emperador más que implicar una adversidad en términos políticos, representó el fin de una época marcada por las constantes tensiones políticas con Francia, las dificultades asociadas a la cuestión protestante en Alemania y la permanente confrontación con los turcos. La muerte del único emperador del viejo y el nuevo mundo fue una noticia que conmovió por igual a su hija en Valladolid, al rey Felipe II residente en Bruselas, a los nobles españoles del Colegio de Boloña, a los conversos de Toledo, a los súbditos en la recién fundada ciudad de Lima y a los vecinos de México. En esas y otras muchas ciudades, por mandato real o por iniciativas particulares, se organizaron solemnes exequias en honor del monarca, se construyeron túmulos y piras funerarias y se escribieron cientos de textos que tenían como propósito dejar testimonio del duelo de una ciudad, del luto con que se vestían sus templos o de la tristeza de los parroquianos. Esta clase de textos se llama relación fúnebre. En las páginas que siguen caracterizaré las relaciones fúnebres como Tradición Discursiva (TD) y luego me ocuparé de las relaciones fúnebres elaboradas con ocasión de la muerte del emperador Carlos V. CALÍOPE Vol. 15, No. 1, 2009: pages 85-109 Hugo Hernán Ramírez ! ! ! ! ! 86 1. Las relaciones fúnebres como Tradición Discursiva (TD) La muerte del monarca generaba por lo menos tres clases de texto: registros en las crónicas reales, sermones fúnebres y poesía elegiaca. Esos tres tipos de texto son quizá el sedimento de una vasta producción textual vigente en el siglo XVI y que circuló con éxito durante el Renacimiento, los Siglos de Oro y en buena parte del siglo XVIII. En lo que respecta al siglo XVI, las relaciones fúnebres son textos emparentados con otras clases de textos como las relaciones de sucesos, el sermón u oración fúnebre y la elegía funeral. La relación fúnebre tenía como propósito referir en prosa o en verso la manera en que un gremio, una pequeña villa, un colegio o una ciudad evocaban la imagen de un difunto, celebraban unas honras fúnebres en su honor y guardaban para la posteridad testimonio escrito del tributo rendido a través de llanto, procesiones, catafalcos y versos de ocasión. La muerte del monarca adquiría sus verdaderas proporciones y se convertía en un dolor para la colectividad cuando la comprensión del evento pasaba a través de sermones que explicaban el hecho aciago, primero, por medio de metáforas como “la luz que se apaga” o “la nave que ha perdido su piloto” e inmediatamente después como la oportunidad para hablar de un “nuevo amanecer” o para ilustrar “el renacer del Fénix”. Las relaciones fúnebres fueron las encargadas de recoger esas metáforas, actualizar las imágenes, llenar de un contenido indudablemente político tanto la muerte como su valoración discursiva. Es claro que desde la antigüedad la relación fúnebre estuvo asociada, por una parte, con el sermón hecho con ocasión de la muerte del monarca y por otra parte, con el conjunto de textos en los que se describen las honras fúnebres (Cerdan 81; Sanchéz 169-70). Es quizá esa doble familiaridad la que permite distinguir la relación fúnebre del texto lírico de la elegía. Si en la elegía se privilegian motivos como el sujeto...

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