In lieu of an abstract, here is a brief excerpt of the content:

  • Introducción
  • Eduardo Torres Corominas (bio)

La consolidación de las monarquías dinásticas y el establecimiento de los sistemas políticos de Corte dieron lugar en Occidente a un nuevo período histórico, la Edad Moderna, marcado por un profundo cambio cultural que afectó a todos los órdenes de la existencia humana. En el nuevo contexto, la Corona acumuló extraordinarias oportunidades de poder gracias a su hegemonía sobre los demás grupos sociales (nobleza, clero y oligarquías urbanas), de modo que su entorno más cercano se convirtió en polo de atracción para todos aquellos que deseasen sobrevivir y medrar al amparo de la gracia real. Fue así como la Corte se convirtió en el espacio de sociabilización más importante del Antiguo Régimen, pues en ella se concedían oficios y mercedes, se obtenían privilegios, se sellaban alianzas y se cerraban negocios de todo tipo entre los individuos más influyentes del reino.

Una vez erigida en centro de gravedad indiscutible de la nueva sociedad política, la Corte modificó el sistema de valores y la forma de vida de quienes orbitaban en torno a ella, pues para triunfar en aquel complejo universo el hombre debía desarrollar una serie de habilidades y destrezas que lo distinguiesen del común y lo facultasen tanto para desempeñar los nuevos oficios aparejados al desarrollo institucional de las monarquías como para vivir en sociedad. Fue así como el viejo guerrero hubo de transformarse en distinguido cortesano, y sumar al ejercicio de las armas el cultivo de las letras. Hubo de convertirse, pues, en moderno gentiluomo y aprender a conversar, a danzar, a jugar, a justar y aun a escribir (versos o cartas mensajeras) con el fin de perfeccionar su naturaleza con el arte. A la luz de estos procesos culturales, no es difícil comprender la trascendencia que para la historia literaria tuvieron las Cortes renacentistas, ya que junto a toda clase de pretendientes atrajeron también a los más afamados intelectuales y artistas de la época, quienes, sumados a los propios cortesanos, convirtieron los salones, cámaras y jardines de los sitios reales en un entorno privilegiado para las justas y recitales poéticos, para el intercambio de poemas, para la conversación erudita o para la transmisión de nuevas ideas estéticas traídas de otros reinos por quienes acudían a la Corte movidos por negocios de naturaleza diversa. [End Page 7]

Todo ello generó una nueva dinámica cultural sin la que no es posible entender cabalmente el desarrollo y evolución de la poesía española renacentista, cuyos principales autores –Garcilaso de la Vega, Juan Boscán, Diego Hurtado de Mendoza, Hernando de Acuña o Jorge de Montemayor–fueron todos cortesanos. No es casualidad, en ese sentido, que la célebre conversación mantenida entre Juan Boscán y Andrea Navagero, embajador de Venecia en la Corte de Carlos V, se produjese precisamente en los jardines de la Alhambra de Granada, donde el séquito real se había instalado tras los desposorios del Emperador con Isabel de Portugal. A través de la Corte, por consiguiente, epicentro de las relaciones políticas (y culturales) con el extranjero, penetraron las nuevas concepciones estéticas venidas de Italia. Desde allí se irían extendiendo, poco a poco, a todos los rincones del reino, conforme el oído de los castellanos, cortado a la medida del octosílabo, se fue adaptando a la lánguida cadencia del petrarquismo, que como fenómeno de vanguardia tuvo siempre un cariz eminentemente cortesano. Tampoco es casual el hecho de que muchos de los géneros clásicos como la égloga o la epístola se incorporasen a nuestra tradición en clave cortesana –bien para cantar al amor, bien para cultivar la amistad– conforme a una cosmovisión y unas maneras propias de los círculos sociales más distinguidos. Lo mismo sucede con algunas de las traducciones en verso más trascendentes de la centuria, cuya génesis no puede concebirse sin comprender la nueva funcionalidad y sentido que, en el universo áulico, se otorgó a...

pdf