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  • El FIT de Cádiz:Entre la teatralidad y la academia
  • Enrique Mijares

Al cabo de treinta ediciones, el Festival Iberoamericano de Teatro que se realiza anualmente en la milenaria ciudad de Cádiz sigue gozando de cabal salud y renovados bríos en lo que corresponde al ámbito teatral, esto es, creativo, espectacular.

El balance que en su momento solicitara Juan Villegas a Pepe Bablé es positivo. Aunque no ha sido director del FIT sino del ’89 en adelante, pues antes lo fueron Juan Margallo y José Sanchis Sinisterra, Bablé está satisfecho del diverso racimo programático con el que ha sabido complacer al abanico de públicos. Satisfacción no sólo de los propios creadores participantes que acuden a las salas desde todos los rumbos de las dos orillas, sino de los genuinos espectadores del evento: los habitantes de Cádiz. Además y no menos relevante, el aspecto económico registra un logro insólito: este año, afirma Bablé, el festival se realiza con el mismo presupuesto que en 1989.

De forma paralela a la programación espectacular se realiza el encuentro “Cruce de criterios”, donde se leen algunas ponencias que dan cuenta del devenir de estas tres décadas. De carácter estadístico, la mayoría de las disertaciones revisa los diversos aspectos no tanto estéticos del FIT sino en relación a los porcentajes de participación que han tenido los distintos países en el devenir programático del longevo festival.

Un repaso de los temas que a lo largo de los nueve años han convocado a participar en la actividad paralela del Cruce de criterios muestra la claridad de propósitos de su coordinador, Eberto Ruiz Abreu, una intencionalidad que podemos agrupar en dos grandes rubros. El primero son los que se refieren a la identidad, la territorialidad, las fronteras, y las crisis políticas y económicas que enfrentan los países iberoamericanos, tanto en particular como en conjunto. El segundo son los relacionados con los procesos creativos propiamente dichos, en específico aquellos que diversifican la actividad [End Page 265] de los espectadores, ya no simples receptores como quería la modernidad unidireccional, sino en su calidad de creadores.

Se trata, podemos colegir de lo anterior, de un periodo de análisis que centra la atención en la creación, incluyendo en esta función—junto a los autores, directores y actores—a los “críticos” y a los “especialistas”. Por lo menos en esta ocasión, el apartado denominado Foros de Creadores—dedicado precisamente a charlar con los integrantes de los grupos invitados, así directores y actores como responsables de los aspectos técnicos—presenta puntos no débiles sino marcadamente ajenos al quehacer teatral visto desde el cuerpo mismo del fenómeno creativo. Según afirma en entrevista electrónica Ruiz Abreu, el Cruce de criterios debiera ser, “no una suerte de congreso de académicos que se reúnen, investigan y escriben para dictar cátedra de su saber, sino una suerte de diálogo cercano a la creación y a sus riesgos, sus procesos, y no sólo a sus atípicos resultados en una noche de festival, que por demás, nada tiene que ver con el cuerpo y la vida natural de un espectáculo y sus espectadores de origen”.

Los ejemplos atestiguados en dichos foros denotan ignorancia supina por parte de quienes se atribuyen la función de criticar de manera erudita, que llaman académica, las puestas en escena, cuando algunos de ellos únicamente tienen la experiencia del aula donde “analizan” textos dramáticos. Es decir, son profesores que se ciñen a preceptivas literarias y desconocen el proceso performático de la creación teatral.

Sin detenerme en la reseña pormenorizada de la excelente programación del 2015, en esta ocasión el FIT de Cádiz contó con la puesta en vigor de las tragedias ejemplares: Edipo, creación colectiva de la Companhia do Chapitò de Portugal, y Otelo, adaptación y dirección de Gabriel Chamé de Argentina, dos hazañas asaz divertidas y por ende, extremadamente reflexivas y polisémicas. Ambas...

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