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  • Entrevista con el dramaturgo y psicoanalista Jorge Palant:“En la sociedad argentina la venganza respecto de la última dictadura no aconteció”
  • Jorge Dubatti and Jorge Palant

Es un dramaturgo casi secreto, aunque estrenó una veintena de obras. Se llama Jorge Palant (Buenos Aires, 1942), es psicoanalista del grupo de la prestigiosa revista Conjetural,1 pertenece a la generación teatral de Ricardo Monti, y fue un adelantado: su obra La noche y sus campanas subió a escena en 1965, cuando tenía sólo 23 años. Pertenece a una familia de teatro; su padre es Pablo Palant.2

La calidad y originalidad de los textos de Jorge Palant—Las visitas (1972), Griselda en la cuerda (1975), Antes de la fiesta (1986/1994), El ensayo (1993), Réquiem (2004), Judith (2012), Encuentro en Roma y Madre sin pañuelo (las dos de 2014), entre otros—lo convierten en una de las personalidades más valiosas del teatro argentino de las últimas décadas, todavía a descubrir por los estudiosos. Muchos de sus textos llegan tardíamente a la escena. Escritos en los setenta, se estrenan a partir de los noventa, por el fenómeno de silenciamiento interno que genera la dictadura en la Argentina. En algunos casos con puestas que la crítica periodística atendió escasamente. ¿El lugar de un dramaturgo en la historia de su teatro depende de las puestas y de la crítica?3

De los estrenos de la cartelera de Buenos Aires en 2012, sin duda su obra Judith figurará entre las contribuciones más sólidas y complejas a la dramaturgia argentina. La pieza, dirigida por Enrique Dacal e interpretada por Dora Mils, Alejandra Colunga y Daniel Dibiase (en el Teatro Tadrón, Niceto Vega 4802), ratifica la función de “constructo memorialista” (Vezzetti) que asume constantemente una zona del teatro argentino respecto de la historia nacional (la más reciente o la ya distante en el tiempo), y con particular relevancia en relación al horror, la pervivencia y el trauma de la dictadura de 1976-1983 en la democracia. [End Page 219]

Con Judith la dramaturgia se propone como un singular dispositivo de estimulación de la memoria y revisión del pasado, en el que el poder significativo de la metáfora adquiere efectos deslumbrantes. La relación entre pasado y presente en el espacio de la memoria se ejerce desde un mutuo llamado: el pasado convoca a los artistas y a los espectadores, que a su vez parecen invocarlo. Es nuestro “teatro de los muertos”,4 ceremonia fundacional ya presente en Facundo de Sarmiento.

La obra teatral (en general cualquier expresión artística), más que un puente, se transforma en uno de los lugares donde el pasado vive en el presente, convocante e invocado. No es que el pasado “regresa”, porque nunca se fue. El arte es una de las moradas de habitabilidad del pasado en el presente. La dramaturgia argentina sobre la dictadura ayuda a comprender las palabras de Giorgio Agamben: “Pero la imposibilidad de querer el eterno retorno de Auschwitz tiene para Primo Levi otra y muy diferente raíz que implica una nueva e inaudita consistencia ontológica de lo acaecido. No se puede querer que Auschwitz retorne eternamente porque en verdad nunca ha dejado de suceder, se está repitiendo siempre” (105). En el programa de mano de Judith Jorge Palant también lo dice con la metáfora de la “puerta siempre abierta”. Escribe Palant: “Se escuchó decir: ‘Estoy cansado de que hablen de la dictadura’. ¿Qué mezcla de ética, de política y de estupidez? ¿Se habla de genocidio? ¿Y sabe por qué? Porque el genocidio dio, da y dará siempre de qué hablar. Señor cansado, se trata del horror, y dado que nunca habrá un argumento que cierre esa puerta se trata de animarse y entrar. Judith es un intento de eso”.

Judith retoma la indagación en el vínculo entre víctimas y victimarios de la represión en la dictadura, en una línea que en la cultura argentina tiene hitos notables del teatro y la literatura: Paso de dos de Eduardo Pavlovsky, El fin de la...

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