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  • La expulsión de los moriscos en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1614) de Alonso Fernández de Avellaneda
  • Javier Irigoyen-García

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1614), publicado bajo el nombre de Alonso Fernández de Avellaneda, es habitualmente conocido por la crítica como el Quijote “apócrifo,” término con el cual se quiere subrayar su condición derivativa frente a la obra de Cervantes. La condición imitativa de la novela, junto con el hecho de que Cervantes sugiriera en el prólogo de su segunda parte que Fernández de Avellaneda no era el verdadero nombre de su autor, ha provocado que la gran mayoría de los estudios sobre la obra no analicen el texto en sí mismo, sino sólo en cuanto sirve de apoyo para establecer una determinada propuesta sobre su autoría.1 Asimismo, la consideración (por otro lado innegable) de que el texto de Cervantes es superior estilísticamente al de Fernández de Avellaneda, ha condicionado la interpretación de su posicionamiento ideológico y ha generado una serie de presuposiciones que se han impuesto a la lectura atenta del texto. El tratamiento desigual de las continuaciones de Fernández de Avellaneda y de Cervantes se revela especialmente en lo que atañe a la expulsión de los moriscos (1609–1614), a la que aluden ambas segundas partes del Quijote. Mientras la mayor parte de la crítica tiende [End Page 336] a percibir una visión humanista en el escritor de Alcalá, subrayando su compleja representación de los moriscos, los pocos estudios que han analizado el tratamiento del tema morisco en la continuación de Fernández de Avellaneda lo consideran a priori como defensor de la expulsión.2 Así, Francisco Márquez Villanueva sostiene que “Avellaneda seguía por completo el proyecto de la campaña oficial de la expulsión” (310). De forma similar, Carroll Johnson opina que “Avellaneda aggressively denies the fact of the expulsion, while Cervantes foregrounds it and lays bare its horrible consequences, both personal and societal” (Transliterating 198). Esta opinión de Carroll Johnson se encuentra en las notas póstumas para un libro sobre los moriscos en la obra de Cervantes que desafortunadamente no pudo concluir, y sin duda habría reelaborado su posición si el tiempo se lo hubiera permitido. Con todo, la cita de Johnson es representativa de un estado de opinión en lo que respecta al análisis ideológico comparativo que inevitablemente se establece entre Cervantes y Avellaneda.3

El objetivo de este artículo es analizar en sus propios términos la intervención ideológica del Quijote de Fernández de Avellaneda dentro del debate sobre la expulsión de los moriscos llevada a cabo entre 1609 y 1614 para proponer que, bien al contrario de lo que afirma la mayoría de la crítica, su autor deconstruye los fundamentos de la limpieza étnica y cultural al proyectar sobre unos ridículos Don Quijote y Sancho una versión caricaturesca de los discursos xenófobos. Como sugiero al final del artículo, el Quijote de Fernández de Avellaneda no debe ser considerado meramente como un ataque a Cervantes, sino como una sátira política que critica las posturas más rígidas de la expulsión, ya que se publica precisamente en el momento en que todavía estaba pendiente el destino de los moriscos de la diócesis de Tortosa.

En primer lugar resulta extraña la insistencia de la crítica en afirmar que Fernández de Avellaneda niega la expulsión cuando la primera frase del libro es una mención explícita a la misma y cuando en su Quijote abundan los moriscos tanto reales como imaginarios. La novela [End Page 337] comienza retomando el recurso al ficticio historiador en el que se basa supuestamente el Quijote original, sólo que si en el de Cervantes Cide Hamete Benengeli era “arábigo y manchego,” en el de Fernández de Avellaneda se convierte en el sabio Alisolán, morisco aragonés que se presenta como...

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