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  • Fantasmas y sosias en Los ingrávidos, de Valeria Luiselli
  • Regina Cardoso Nelky

Con sólo treinta años, Valeria Luiselli (Ciudad de México, 1983) ha publicado tres obras en la editorial Sexto Piso:1 Papeles falsos (2010), Los ingrávidos (2011) e Historia de mis dientes (2013). La primera es una serie de relatos cortos, anécdotas y meditaciones en la que se reflexiona sobre el proceso escritural, con un claro guiño a Marca de agua (2005) de Brodsky. La segunda es la novela a la que dedicaremos este ensayo y, por lo mismo, ahondaremos en ella más adelante. La tercera, Historia de mis dientes, es, según Luiselli, una novela “de mapas literarios, que se burla un poco de la idea de generación literaria, poniendo a todos en el mismo plano” (Orero); es una novela en la que intenta mofarse de sus propias obsesiones literarias. A pesar de que esta última es “un giro de tuerca,” en las tres obras resalta la preocupación por el lenguaje, el aspecto metafórico y el valor referencial, así como por la ironía y los juegos de palabras. En particular, Papeles falsos e Historia de mis dientes presentan relatos no integrados que reflejan la estética prevaleciente de la fragmentariedad.

Ahora bien, Los ingrávidos es un texto a dos voces: la de la narradora y la de Gilberto Owen. Ambos personajes se fraccionan, a su vez, según su propia temporalidad, es decir, el personaje es uno y será otro dependiendo del momento en que narra: es una voz en el presente y otra en el pasado (o en el recuerdo). Se constituye así, una duplicidad en la estructura, el hoy y el pasado de la narradora frente a la juventud y la vejez de Owen.

Hay que mencionar que el interés de Valeria Luiselli por el poeta del grupo de los Contemporáneos es anterior: en 2009 publicó en Letras Libres el [End Page 77] artículo “Gilberto Owen, narrador,” donde aborda la problemática de lo espacial ante lo temporal como una preocupación de la escritura del poeta. Más que narrar el desarrollo de un personaje en el tiempo, dice Luiselli, Owen “despliega un conjunto de eventos simultáneos – un mito, un sueño, una vivencia íntima, un evento concreto – en un mismo espacio narrativo” (59). Técnicas similares pueden observarse en la forma de narrar de Luiselli en Los ingrávidos. A continuación veremos que la intertextualidad con la obra de Owen se da en el plano de lo que se cuenta y en el plano del cómo se cuenta.

Dualidades

Los ingrávidos es un relato del yo escrito en primera persona, que, como se mencionó, despliega dos voces; la primera es la de una narradora que se integra en el tiempo presente con la descripción de su cotidianeidad: la vida que hace en la Ciudad de México con su marido, sus dos hijos, una bebé y un pequeño de cuatro o cinco años; simultáneamente se configura la voz del recuerdo de la mujer, del tiempo en que vivía en Nueva York y trabajaba en una editorial. Se produce así un juego entre el presente y el pasado de la narradora, unidos por la escritura, y que desde el inicio pone de manifiesto el conflicto:

En esta casa tan grande no tengo un lugar para escribir. Sobre mi mesa de trabajo hay pañales, cochecitos, transformers, biberones, sonajas, objetos que aún no termino de descifrar. Cosas minúsculas ocupan todo el espacio. Atravieso la sala y me siento en el sofá con mi computadora en el regazo. El niño mediano entra a la sala:

¿Qué estás haciendo, mamá? Escribiendo. ¿Escribiendo nomás un libro? Nomás escribiendo.

(13–14)

En su cotidianeidad, la narradora siente que “no la dejan respirar” y mientras lo relata irrumpe el tiempo pasado en el que solía moverse con la libertad que le permitía la soltería. Las reminiscencias de esa vida en Nueva York van a conformar la novela que está escribiendo y a la que se...

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