Encumbered Cuba. Capital Market and Revolt, 1878-1895 (review)

El último cuarto del siglo XIX constituye una etapa decisiva en la modernización de la sociedad cubana; no obstante, sus procesos económicos han sido relativamente poco estudiados. El azúcar, el comercio exterior y alguna que otra rama de la economía quizás hayan corrido mejor suerte, pero el sector financiero permaneció por mucho tiempo descuidado, ya que el importante papel desempeñado por los mecanismos crediticios en aquella compleja transición, apenas si se había destacado en un par de artículos. Ahora dicho panorama cambia sustancialmente con la aparición del libro que aquí comentamos, Encumbered Cuba, en el cual los problemas del mercado cubano de capitales son objeto de un enjundioso análisis por Susan J. Fernández, aporte que ha venido a complementar en fecha todavía más reciente la monografía histórica sobre el Banco Español de la Isla de Cuba, publicada por la investigadora hispana Inés Roldán.

Dada la condición colonial de Cuba durante el período de estudio, el libro de Fernández otorga especial consideración al rol desempeñado por la metrópoli española en el desarrollo de las finanzas y el crédito insulares. De hecho, el primer capítulo de Encumbered Cuba se dedica íntegramente a revisar las características y funcionamiento de las instituciones financieras en la economía española del siglo XIX, así como a evaluar los efectos —restrictivos, a juicio de la autora—que sobre el desarrollo de estas ejercieran la legislación y la política adoptadas por los sucesivos gobiernos madrileños. Tal antecedente es sin duda imprescindible, pues dicha conducta se extendió de un modo u otro a la mayor parte de las Antillas. La situación económica y las necesidades financieras de Cuba se examinan en el capítulo 2, concediéndole particular atención al señalado lugar que ocupan los comerciantes prestamistas en la actividad crediticia, circunstancia un tanto anacrónica para la época que ilustra de manera harto elocuente las condiciones prevalecientes en la isla. Aunque en esa propia sección se adelanta información sobre la aparición de la banca, el análisis de las principales instituciones de ésta, el Banco Español de La Habana —luego Banco Español de la Isla de Cuba—y el Banco Hispano Colonial ocupa la mayor parte del capítulo tres. Ambas entidades poseían sólidas y estrechas conexiones oficiales, la primera por su condición de banca emisora y recaudador fiscal para un buen número de gravámenes y, el segundo, por constituir el principal acreedor de la enorme deuda que España había echado sobre el Tesoro cubano, tanto con sus aventuras coloniales de mediados de siglo como por los gastos que ocasionara el esfuerzo por conservar la isla durante la contienda independentista de los Diez Años. Los desequilibrios y trastornos monetarios que se gestan con las emisiones extraordinarias realizadas al calor de dicho conflicto son igualmente objeto de atención en estas páginas, en las cuales se pone de manifiesto la sensibilidad de la autora para apreciar los cambios y coyunturas, muy bien ejemplificada por su evaluación del impacto que ejerce sobre el crédito la crisis de 1883–1884.

En el capítulo 4, dedicado al endeudamiento público y privado, se regresa sobre las condiciones del crédito; particularmente en el sector azucarero de cuya evolución se hace un recuento histórico con énfasis en el problema de los préstamos hipotecarios. Ello sienta las bases para considerar con mayor detalle las exigencias financieras planteadas por el proceso de transformación tecnológica y concentración productiva que experimenta la primera industria cubana en las décadas finales del siglo, denominado "centralización". Las apreciaciones de Fernández tienden a confirmar la impresión de que el financiamiento norteamericano, ya fuese mediante la banca o el mercado de valores...