El sexenio del presidente Manuel Ávila Camacho coincidió con una coyuntura internacional extremadamente compleja. Los últimos años de la década de 1930 habían visto la quiebra del precario sistema de seguridad colectiva, debido al revisionismo de los regímenes totalitarios surgidos en Alemania, Italia y Japón. Ello propició que la primera mitad de la década de 1940 estuviera marcada por el desarrollo de varios conflictos superpuestos y estrechamente relacionados entre sí. El enfrentamiento entre las democracias europeas y el Eje se superpuso pronto al choque entre el totalitarismo nazifascista y el soviético ya la competencia entre Japón y los Estados Unidos por la hegemonía en el Pacífico; un conflicto que, a su vez, se solapaba con la interminable guerra chino-japonesa y con el intento japonés para construir su propia esfera de influencia en el Pacífico sobre las ruinas de los imperios coloniales europeos. La posición mexicana hacia este complicado panorama internacional estuvo dictada por una serie de consideraciones políticas de carácter interno y externo, estrechamente ligadas al desarrollo del régimen político mexicano.