La necesidad humana de recurrir a la imaginación ya los simulacros con el fin de ‘hacer llevadera la existencia’ha sido señalada por Carlos F. Heredero como una constante temática en el cine de Fernando León de Aranoa. 1 Así, tanto Familia (1996) como Barrio (1998), su primer y segundo largometrajes, nos hablan del deseo de los personajes de ‘reinventar la vida y de los refugios imaginarios que nos inventamos para vivirla’. 2 Por otra parte, mientras que en Familia la creación de sucedáneos que suplan las carencias tiene lugar en el ámbito privado de la familia burguesa, en Barrio León de Aranoa instala sus cámaras en medio del extrarradio obrero madrileño y le dota a la película de una clara dimensión testimonial y crítica que muestra la huella de la ‘tradición narrativa del realismo’. 3 En Barrio, por lo tanto, la articulación de la dinámica entre realidad e imaginación no puede separarse del estrato social al que sus tres jóvenes protagonistas pertenecen. 4

Los diversos niveles en los que aparece algún tipo de simulacro en el filme—lo cual será objeto de análisis en las páginas que siguen—invitan a leerlo como una indagación en el concepto de hiperrealidad propuesto por Jean Baudrillard desde la perspectiva de un barrio marginal. Como veremos, Barrio pone de manifiesto la invalidez de teorías que proclaman la