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  • Ser es fazer: El saber y la masculinidad de Saladín en El Conde Lucanor
  • Ana Adams

Parte de la crítica ha evaluado positivamente las relaciones entre musulmanes y cristianos que aparecen representadas en El Conde Lucanor. Dado que la caracterización del Otro musulmán que el Infante Juan Manuel realiza no es la del moro cruel y sanguinario, El Conde Lucanor se ha considerado una obra que ejemplifica el debatido concepto de convivencia en los reinos medievales de la Península Ibérica. Así, uno de los más notables historiadores juanmanuelinos, Andrés Giménez Soler, afirmaba en 1932: “Don Juan Manuel, no obstante su fervor religioso fue un español de su tiempo, es decir, tolerante con otras religiones, las cuales admitía y consentía, bien al contrario de lo que entonces era la opinión europea” (133). Para otros críticos, Juan Manuel siente una simpatía evidente hacia el musulmán, como manifiestan la atmósfera árabe de algunos ejemplos y la benévola idealización del esplendor cortesano (Lida de Malkiel 178; Marín 3 y 9). El espíritu tolerante del noble castellano también lo subrayaba [End Page 145] Samuel A. Zimmerman varios años más tarde diciendo:

Don Juan Manuel’s literary attitude toward the Moors in the Conde Lucanor seems to parallel the tolerance of the Arabs toward non-Arabs. Although he writes about fighting against the Moors for the Holy Christian cause . . . at the same time, he paints the Moors in sympathetic tones. His description of the honor and wisdom of Saladin, the artistic talents of the Moor, their prowess in battle, their customs, and his descriptions of individual Moors, all are done with an understanding and sympathy toward the “enemy”.

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Siguiendo esta línea, Juan Manuel es, en opinión de Daniel Devoto, nada menos que un proto-orientalista representante de la maurofilia hispana (Introducción 433). Se podría afirmar que tal tendencia ha perdurado hasta los últimos años con el magnífico análisis de David A. Wacks quien, aun reconociendo el tono negativo de la representación de los reyes andalusíes Abenabet de Sevilla (protagonista del ejemplo XXX) y Alhakem de Córdoba (personaje principal del ejemplo XLI), vuelve a hacer hincapié en la admiración del autor hacia la cultura andalusí: “His affinity for Andalusi culture reveals some of the contradictions of the frontier culture of Christian Iberia: Andalusi Muslims are unfit to rule, yet worthy of both high praise and imitation” (156).

De todos los personajes notables que protagonizan las historias ejemplares de Patronio, el estudio de Saladín –arquetipo del adversario noble, como bien explica Alan Deyermond (229)– ha sido central para las conclusiones acerca de la tolerancia hispanopeninsular. Menciona Américo Castro que Ramón Llull fue uno de los primeros en introducir esta figura mítica, ya elaborada en otros países de Europa, con la intención de atraer a los moros para someterlos a una suave pero persuasiva predicación (263). Para Castro, el Saladín de El Conde Lucanor representa al hombre ideal, ejemplo de la conciencia moral y el auto-control (265). Curiosamente, defendía el crítico que este aspecto diferencia el tratamiento del personaje en España de su representación en la literatura francesa e italiana, sirviendo como ejemplo de la mentalidad única que pervivía en la península en aquel tiempo: “In this case, the Spanish version of an international theme serves to measure the immese distance separating Spain from the rest of Europe” (264). Aunque la representación de otros personajes musulmanes de El Conde Lucanor [End Page 146] parezca bien clara, la interpretación de Saladín como modelo de perfección masculina ha perdurado hasta nuestros días. Por ejemplo, Roberto J. González-Casanovas afirma:

Saladino en su totalidad representa al hombre juanmanuelino por excelencia (¡si además fuese cristiano!): un hombre en el estado y en el corazón de suma nobleza; un gran amigo de prudentes y prudente consejero de sus amigos; sobre todo, honrado y buscador de la virtud humana, en otros y en sí mismo.

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