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Reviewed by:
  • Jaiku compostelano by Joy Landeira
  • Gustavo Pérez-Firmat
Joy Landeira. Jaiku compostelano. Santiago de Compostela: Follas Novas Edicións, 2012.

La obra crítica reciente de Joy Landeira se ha distinguido por su creatividad, su inclinación al juego, al regodeo en el lenguaje. Esos chispazos diseminados en reseñas y ensayos se concentran ahora en este libro de ciento ochenta y ocho haikus o, como prefiere llamarlos la autora, “jaikus.” Al incurrir en este género de origen japonés, Landeira se suma a una ya larga tradición de “haiquistas” en castellano, tradición que se remonta al principio del siglo pasado e incluye practicantes contemporáneos tan diestros como el uruguayo Mario Benedetti y el cubano Orlando González Esteva, que innova al añadir rima al haiku, impartiéndole así aire de seguidilla. Al igual que Benedetti, los haiku de Landeira se ciñen, no sin flexibilidad, al esquema tradicional de versos de cinco, siete y cinco sílabas. Al igual que González Esteva, acude a la rima, aunque con parsimonia.

Mas lo esencial en el haiku no es el ropaje sino la iluminación. El haiku se nutre de instantes. Su encanto yace en darle un molde a lo momentáneo. Si el relámpago hablara, lo haría en haiku. Si el cocuyo cantara, lo haría al son de haiku. Como señaló un maestro del género, Bashō, en una frase que Landeira cita en su prólogo, “Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento.” De ahí que con frecuencia los haikus se empeñen en fijarse en—o sea, en fijar—aspectos cambiantes de la naturaleza, como en este poema de Jaiku compostelano, donde las referencias a las flores del primer verso y del último enmarcan (encierran) la tumba y el otoño, colocados en los extremos del verso intermedio:

siete flores delotoño, en la tumbasólo claveles

O en éste, que contrasta sonidos y ruidos, lo natural y lo mécanico:

grillos, abejasmadrugada tempranacilindros, motos [End Page 99]

Como en estos poemas, los haikus de Landeira, en su esfuerzo por captar el instante, con frecuencia prescinden de verbos, limitándose a una enumeración de sustantivos o frases nominales. Y es que un haiku no narra, detiene. Si movimento hay, ocurre como resultado de las yuxtaposiciones que el poema establece. En el haiku lo sucesivo se presenta como simultáneo; el tiempo se funde en espacio. Así en este otro haiku, donde la ingeniosa metáfora nos permite “ver” los segundos:

de azabacheel reloj, los segundossolo la lluvia

Otra nota sobresaliente de Jaicu compostelano es la frecuente remisión a los sentidos. Si por una parte los haikus de Landeira miran hacia afuera, por otra se fijan en la manera en que la realidad ambiente se imprime en el cuerpo. No sólo hay otoños y grillos en estos haikus, también hay bombones, besos, mejillas, vellos, senos, latidos:

playa y amantesmaraña de cabelloy alga marina

Tampoco podía faltar en el libro la salida humorística, a veces fundada en travesuras fónicas de estirpe vanguardista:

caracol, col, colcomiéndolo, ¡oh! ¡oh!cara al sol, sol, sol

En otras ocasiones, el humor, más sutil, nace de la auto-ironízación de la figura de la autora. La primera parte del libro, que comprende dos docenas de “metajaikus,” incluye el siguiente:

contar sílabas,cinco, siete, cincogota de intuición

Claro está, ni el primer verso ni el tercer verso son pentasílabos: la sílaba que al primero le falta, al último le sobra. La fingida impericia de la autora al contar sílabas sirve de recordatorio que en el haiku, como en cualquier otro género de poesía, lo que cuenta es otra cosa. El último verso parece reiterar el primero, pero no: en vez de reiterar, corrige. Lo que de veras cuenta es la intuición—y de esta aptitud los poemas de Jaicu compostelano ofrecen abuntante testimonio.

Este libro de Joy Landeira nos recuerda, además, que la crítica...

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