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SPRING 2006 165 V Festival Internacional de Teatro y Danza de BuenosAires (2005) Paula Varsavsky A mediados de la década de los noventa, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires puso en marcha dos festivales: el Festival Internacional de cine independiente y el Festival Internacional de teatro y danza de Buenos Aires. Ambos resultaron de alta calidad. Desde del Teatro San Martín, uno de los complejos teatrales más grandes y completos de la Argentina, se organizó el primer festival internacional de teatro y danza que tuvo lugar en 1997. “Nos dijeron que no vendrían compañías ni de Europa ni de América del Norte porque estamos muy lejos,” cuenta Graciela Casabé, directora del festival. Sin embargo, la realidad mostró lo contrario: vinieron 23 elencos extranjeros. Además, las secciones culturales de las diversas embajadas apoyan económicamente a grupos de teatro independiente o a figuras consagradas, como Laurie Anderson, en sus viajes y sus cachets. Tanto el Instituto Goethe como el British Council son auspiciantes indispensables del festival. Hoy en día, se ha convertido en el referente que anheló ser. Decenas de programadores de festivales, actores, directores, dramaturgos, escenógrafos y periodistas especializados de todas partes del mundo llegan a BuenosAires en septiembre de los años impares. La edición de 2005, del 7 al 25 de septiembre, no fue una de las mejores. Recibimos 12 compañías internacionales, mientras que en las últimas ediciones el número no bajaba de 20. En cuanto a otros países de América Latina, esta vez, solo asistió el Grupo de Rua de Niterói de teatro-danza brasileño con su espectáculo Telesquat. En cuanto a las posibilidades de asistir al Festival, vale la pena un comentario. Las compañías extranjeras ofrecieron cuatro funciones de sus espectáculos a un precio de 25 pesos (nueve dólares). Las obras nacionales 166 LATINAMERICAN THEATRE REVIEW fueron gratuitas. Se entregaban dos entradas el día de la función a partir de las diez de la mañana. Sin embargo, había largas filas desde las seis de la madrugada. Las entradas se agotaban el día que salían a la venta. Para una ciudad con ocho millones de habitantes a la que se agregan visitantes extranjeros y de otras partes del país, resulta escaso. Termina sucediendo lo que no querría ser: un festín entre amigos. Los periodistas también ven su tarea dificultada. No importa el tipo de cobertura que realicen, dan tres entradas por periodista. Podría parecer justo, si no fuera porque periodistas políticos y amigos de los organizadores reciben todas las entradas que desean. Esto merecería algún tipo de estudio sociológico, sobre todo en una ciudad donde se ve muy buen teatro, por menos dinero de lo que cuesta una entrada de cine. La selección de teatro local fue muy buena. Actualmente Buenos Aires tiene más teatros que Londres. La producción es vastísima. Los directores suelen ser también dramaturgos y actores. Esta práctica que comenzó a delinearse en el teatro postdictadura por talento de algunos o por falta de recursos de otros se ha establecido como norma. Tanto es así que en una conferencia en la edición del 2003, el director de la sección internacional de Royal National Theatre de Londres comentó, asombrado, que cuando armó su agenda de citas para su viaje a Buenos Aires, sabía que iba a ver a dramaturgos, directores y actores. Al llegar aquí tuvo la grata sorpresa de que citas se habían reducido a un tercio: cada persona cumplía los tres roles. Una de las propuestas argentinas más interesantes resultó Divagaciones dirigida por Inés Saavedra. Basada en textos poéticos de Silvina Ocampo logra Divagaciones Foto de Melina Contantakos SPRING 2006 167 coherencia artística y un excelente ritmo narrativo. Las ajustadas actuaciones con perfecta dicción y un pianista en vivo, aciertan en encontrar la veta irónica de Ocampo sin perder la poesía. En la escena porteña actual existe una fuerte tendencia de recreación de la nueva marginalidad...

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