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ALEATORIEDAD SIMULACRAL EN LAURAY JULIO DE JUAN JOSÉ MILLÁS por Francisco Javier Higuero Wayne State University LOS motivos más notables de la extensa producción narrativa de Juan José Millás evidencian persistentes intentos por poner de relieve que los límites entre lo realmente acaecido y lo fabricado de un modo más o menos artificial no siempre se encuentran trazados con nitidez clara, precisa y distinta. Tal difuminaci ón aparecía ya en la novela Dos mujeres en Praga, en donde la estrategia diegética utilizada por los personajes para conseguir lograr su efecto se hallaba relacionada, de algún modo, con el ejercicio de una escritura deconstructora , propensa a socavar presencias fijas e inamovibles. Lo relatado en Laura y Julio trasciende los límites estrechos de dicho ejercicio, pero sin abandonarlo por completo y definitivamente. Expresado de otra forma, para fabricar una realidad tal vez distinta de la constatable en términos empíricos no se recurre única y exclusivamente a estrategias gramatológicas, manifestadas en juegos de lenguaje escrito, sino que también se utilizan a lo largo de lo expuesto por el narrador heterodiegético de tal novela recursos relacionados con imágenes fílmicas, audiovisuales y provenientes de altas tecnologías, dirigidas a producir una aleatoriedad simulacral que se superponga a la mera verificación de hechos desnudos, insertos en lo entendido como mundo de la vida desde presupuestos fenomenológicos.1 Lo que aparece inmediatamente ante la conciencia de los personajes de carne y hueso que desfilan por la historia narrada en Laura y Julio pudiera muy bien ser considerado como ejemplificación concreta del mundo de la vida. Ahora bien, sobre la intemperie y desnudez de tales hechos verificables se arroja una aleatoriedad simulacral que o bien los desvirt úa o los deforma, llegando a fabricar nuevos condicionamientos existenciales . Las páginas que siguen aspiran a estudiar las estrategias discursivas uti51 lizadas a lo largo de la trayectoria diegética de Laura y Julio con el fin de producir tal aleatoriedad, sustitutoria del presuntamente constatable mundo de la vida.2 El remplazamiento simulacral de la realidad puede adoptar, como mínimo, dos formas perspicazmente diferenciadas. Conforme se ha insinuado ya desde un primer momento, una de esas modalidades se materializa en el ejercicio limitado de la escritura y la otra en la fabricación intencionada de estructuras semánticas existenciales que destruyan en unos casos y sustituyan, en otros, a la desnudez esencialista del mencionado mundo de la vida, opuesto a cualquier tipo de desvirtuaciones contaminadoras. La primera modalidad simulacral se puede encontrar repleta de ausencias deconstructoras, calificadas como gramatológicas por Jacques Derrida a lo largo de lo expuesto ensayísticamente en Márgenes de la filosofía, La escritura y la diferencia, La voz y el fenómeno y De la gramatología. Las argumentaciones esgrimidas por tal pensador ponen de relieve, con contundencia, que el lenguaje es, ante todo, escritura, de la cual se precisa partir para desmantelar la dimensión de la voz como otorgadora de sentido. Conjuntamente con este énfasis colocado en la escritura, Derrida apostará por un pensamiento que lea con minuciosidad, consideración y cautela analítica las puertas que dejan abiertas los vacíos y márgenes del texto. A esta estrategia focalizada en la escritura y encaminada a encontrar elementos subversivos se la designa con el nombre de gramatología, aproximación teórica que se propone desedimentar las determinaciones conceptuales del logofonocentrismo, los obstáculos epistemológicos y culturales que funcionan como soporte de los prejuicios más enraizados del pensamiento occidental, entre los que se halla el de la solidaridad con una metafísica de la presencia, que conlleva la devaluación y el consiguiente marginamiento de la escritura.3 Ahora bien, al otorgar a este elemento textual el papel que propiamente le corresponde , Derrida relaciona a la escritura con la tachadura producida por ella, ocasionando una huella de lo que se ha intentado borrar. En consecuencia, lo que permanece no es presencia alguna, sino un simulacro de la misma. Desde esta perspectiva, la huella no puede definirse ni en términos de presencia ni de ausencia. Precisamente lo...

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