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MEMORIAY VIOLENCIA: EL MITO DE CAÍNY ABEL EN LA REPRESENTACIÓN DE LA GUERRA EN CUÁNTA, CUÁNTA GUERRA DE MERCÈ RODOREDA por Jennifer Duprey Wright State University Si la humanidad pierde a sus cuentistas entonces perderá su infancia. – El viejo cuentista, Wings of Desire. I. ¿QUÉ HACER CON EL PASADO?¿QUÉ hacer con el pasado? El sujeto puede rechazarlo, negarse a verlo; podemos refugiarnos en él obsesivamente a través del proceso de introyección que Sigmund Freud llamó melancolía o se le puede dar al pasado una morada mediante otro proceso de introyección que difiere de la melancolía y al que Freud llamó duelo. En el duelo se acepta el pasado como pasado y se aprende a vivir con sus huellas.1 El pasado debe ser exorcizado no con el propósito de borrarlo, sino con el propósito de otorgarle un lugar hospitalario en la memoria . Más aún, sugiero que al pasado debe otorgársele un lugar de memoria. Para Pierre Nora un lugar de memoria es un lugar concreto en donde la memoria se ancla y sus significados se transforman. La literatura y el arte son un claro ejemplo de lugares de memoria. El pasado nunca es cancelado completamente. Más bien se aprende a vivir con el mismo recreándolo y transformándolo. Un evento como el de la guerra, por ejemplo, sólo podrá sobrevivirse a través de la imaginación artística. La literatura y el arte son los que pueden transcender los eventos de la Historia y hacer entendible la experiencia de la guerra. Piénsese en las experiencias de la guerra que se representan en la novela de Juan Goytisolo Duelo en el paraíso 77 o en el Guernica de Pablo Picasso, pintura que representa la destrucción del poblado vasco, Guernica, a causa del bombardeo a manos de los fascistas italianos y alemanes el 26 de abril del 1937. El Guernica es una manifestación deformada y desfigurada de una verdad dolorosa. Es, recordando las palabras de Theodor Adorno en su Teoría estética, la memoria del dolor acumulado. (434) La literatura es uno de los lugares en donde el pasado y la memoria de la guerra pueden ser articulados. II. UNA HISTORIA SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA¿Cómo contar la guerra? El pasado y, específicamente, la guerra pueden ser recuperados en su espectralidad, es decir, en sus trazas y sobre todo mediante una aprehensión imaginativa.2 En este sentido, cabría decir que la representación de la guerra no es mimética sino poiética. En las representaciones de la guerra hay un proceso de selección del material con el que se contará la experiencia de ésta.3 Como bien señala Walter Bejamin, “el historiador (también el escritor y el artista) es un colector que rumia entre los fragmentos y residuos del pasado para montarlos de manera que se creen nuevos significados ” (One Way Street, 45). La novela de Mercè Rodoreda Cuánta, Cuánta guerra (1980) es un elevado trabajo de representación de la Guerra Civil española . Es importante señalar que la escritora catalana vivió los estragos de la guerra en Barcelona y la supresión de la lengua y la cultura catalanas por el fascismo. El exilio fue para Rodoreda, como para tantos otros intelectuales, la única alternativa. Después del exilio Rodoreda no vuelve a escribir hasta 1958, más aún, entre sus dos principales novelas sobre la Guerra Civil española , La Plaza del Diamante (1962) y Cuánta, Cuánta guerra (1980), media un largo periodo de tiempo. Tanto el silencio como el tiempo se relacionan con el proceso mismo de creación. El silencio será, pues, la morada inicial – temporal – de los eventos del pasado. El tiempo, por su parte, impondrá su interpretaci ón para vincular la historia de la vida a la literatura.4 En este proceso de creación tanto el silencio como el tiempo, están vinculados a la memoria. Si la Historia, como bien observa Peter Burke en “History as Social Memory”, no sólo está escrita...

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