Abstract

En 1932 se aprueba la ley del divorcio en España impulsada por el gobierno de la Segunda República. La prensa de la época recogía las posturas divorcistas y antidivorcistas de intelectuales, escritores y políticos, mientras los escritores del teatro cómico explotaban un tema tan actual como controvertido para una sociedad arraigada en la tradición católica. Lo que realmente explotaron fue el melodrama como recurso dramático para restaurar un orden que se veía amenazado y que formaba parte del horizonte de expectativas del público del teatro comercial. Así ocurrió con Anacleto se divorcia de Pedro Muñoz Seca en 1933, como seis años antes Enrique Jardiel Poncela había hecho en Una noche de primavera sin sueño pero en este caso, bajo la ley del divorcio del Código Civil de 1889. En ambas obras, el acto preformativo del divorcio se desentimentaliza quedando así anulado. En este ensayo se analiza la conexión entre la moral oculta del melodrama estudiada por Peter Brooks y Linda Williams y la funcionalidad del discurso cómico de las obras citadas siguiendo la teoría sobre el humor de Henri Bergson para entablar un diálogo con el contexto de producción teatral.

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