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Reviewed by:
  • La piel que habito
  • Jorge Marí
Almodóvar, Pedro . La piel que habito. Madrid: El Deseo, 2011. 1:57:00.

Dirigida por Pedro Almodóvar con guion del propio Pedro y de su hermano Agustín a partir de la novela Mygale de Thierry Jonquet, La piel que habito es un oscuro drama psicológico que incursiona en el noir, el thriller y el horror. Entre otras cosas, la película es significativa por el retorno de Antonio Banderas al cine de Almodóvar, veintiún años después de su papel en Átame (1990).

El argumento de La piel que habito gira en torno al doctor Robert Ledgard (Antonio Banderas) y a su paciente Vera (Elena Anaya), quien al inicio de la película aparece cómodamente alojada, aunque bajo vigilancia, en una dependencia especial de la mansión-clínica-laboratorio de Ledgard. Solo a lo largo de la película, de forma progresiva y a través de varios sorprendentes giros y revelaciones, se va haciendo patente la verdadera naturaleza de Vera, los pormenores de su relación con Ledgard y los cómos y porqués de su presencia en la mansión. También de forma progresiva van apareciendo los demás personajes clave de esta historia: Marilia, ama de llaves y algo más (Marisa Paredes); Zeca, el "hombre-tigre" (Roberto Álamo); el joven Vicente (Jan Cornet); Norma (Blanca Suárez), hija de Ledgard. Explicar el argumento con detalle sería destruir la muy calculada trama de secretos y descubrimientos tejida por Almodóvar para angustia/deleite del espectador. Baste decir que la historia incluye varias muertes, abundante violencia, una muy premeditada venganza (o dos), y una presencia de elementos sexuales tan prominente como cabe esperar en casi todas las películas de este director. Y como también es habitual, la muerte, el amor, el deseo y la construcción y transformación de la identidad son algunos de los temas capitales.

No es exagerado decir que el interés recurrente de Almodóvar por temas como los citados constituye toda una obsesión del director manchego. Quizá resulte apropiado, pues, comprobar que otro de los temas centrales de La piel que habito es precisamente el de la obsesión. Y también parece pertinente notar que la metáfora elegida en este caso para articular dicha obsesión es la piel-una piel sintética, artificial y resistente, territorio propicio para crear nuevas imágenes y construir o alterar identidades. No es difícil establecer, como ya ha hecho más de un crítico, una analogía entre piel y celuloide, o relacionar la obra cinematográfica de un director (no solo Almodóvar) con "la piel" a través de la cual este se relaciona con el mundo. Vienen aquí muy a cuento las reflexiones de Miguel de Unamuno-no exactamente un amante del cine-, para quien película significaba pellejo y "peliculear" equivalía ni más ni menos que a despellejar. No hay ninguna prueba de que Almodóvar pensara en Unamuno al desarrollar el guion de La piel que habito, y sin embargo, en la película resuenan cuestiones clave del pensamiento unamuniano como las que sirven de eje a la novela/nivola Niebla: la relación del autor con su texto, la del creador con su criatura, la concepción del autor como un dios a su vez sometido a los dictados de otro dios más poderoso.

Más evidente quizá que la condición unamuniana de La piel que habito (aunque relacionada con ella) es el carácter "frankensteiniano" de Ledgard y, por ende, de la película en conjunto. Así como el Dr. Frankenstein "electrifica" literalmente la materia muerta, Ledgard experimenta con órganos y tejidos y Almodóvar entreteje su película mediante incontables "injertos", alusiones y referencias intertextuales: Eyes Without a Face de Georges Franju y Vertigo de Hitchcock son seguramente las más obvias (la influencia de Franju ya es evidente en la novela de Jonquet), pero hay más ecos de Hitchcock (Rebecca, sobre todo), de William Wyler (The Collector), de Alejandro Amenábar (Abre los ojos...

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