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Reviewed by:
  • El léxico médico del Cancionero de Baena
  • Francisco Carriscondo
López Quero, Salvador, y José A. Quintana Ramos. El léxico médico del Cancionero de Baena. Málaga: Universidad de Málaga, 2010. Pp. 177. ISBN 978-84-95073-61-7.

A veces las cosas más simples son las más hermosas y en estas lides, tan dadas al abundante aparato crítico y bibliográfico, se agradece encontrar una obra como la que aquí se reseña. "Menos es más", como llegó a decir Ludwig M. van der Rohe. El objetivo de la obra es tan claro como sencilla es su estructura: Salvador López Quero y José A. Quintana Ramos, investigadores de la Universidad de Córdoba (España), decidieron "llevar a cabo una sistematización de los diferentes términos médicos, agrupándolos por unidades temáticas" (9), que se registran en el archiconocido, al menos en el mundo de la historiografía literaria hispánica, Cancionero de Baena (ca. 1426–45). El resultado: el análisis concienzudo de noventa y seis términos agrupados onomasiológicamente hasta en catorce campos distintos, todos ellos relacionados con la medicina. [End Page 376]

Cada agrupación temática presenta los términos que van a ser estudiados y, a continuación, una monografía de cada uno de ellos, con información tan importante como la etimología, los usos consolidados y los contextuales según las ocurrencias del Cancionero, etc. En este último aspecto, dada la naturaleza del léxico médico, no es de extrañar la traslación de su sentido a otros figurados (metafóricos, metonímicos, etc.), debido a su manejo en contextos ajenos a los del ámbito de la medicina, como pueden ser el político, el espiritual e, incluso, el de las conocidas como guerras literarias. Además, no se piense que el análisis se circunscribe a aquellos noventa y seis términos, sino que por entre las monografías se deslizan comentarios a otras unidades léxicas: llevar de cuesta (16), erbolario (18), culcusilla, rezmilla (20), çumo de bledo (31), etc.

La información que se desprende del análisis hace referencia a términos cuyo uso sigue vigente en todo el español, pero en el mayor número de los casos se alude a voces o sentidos ya anticuados, lo que hace que el estudio se convierta en una excelente herramienta filológica para la comprensión del texto prerrenacentista. De hecho, un mérito de los investigadores es la aclaración de pasajes oscuros o hasta ahora mal interpretados por los distintos editores—refiriéndose especialmente a la edición de Brian Dutton y Joaquín González Cuenca publicada por Visor Libros en 1993—gracias a la profundidad de la investigación semántica de términos como materia (19–20), corrençia (49), estomaticón (74), resfriante (85), algaçafán (105) o especiero (131–32). La investigación lingüística brinda, en este caso, una inestimable ayuda a la literaria.

Los instrumentos de que se valen los investigadores comprenden obras lexicográficas (diccionarios generales, etimológicos, etc.) así como tratados técnicos, especialmente los relacionados, por supuesto, con la medicina, pero también con la botánica, dada su importancia para disciplinas como la farmacopea. Asimismo, este soporte bibliográfico les sirve para, al menos, adelantar las fechas de las primeras ocurrencias que hasta ahora se tenían de los términos avirne, bidma (83) y socroçios/xinoçios (86); y descubrir algún que otro neologismo: podrecodoño (76) o incluso hápax: arquelfa (95). Y, hablando de voces cuyo uso nunca ha sido generalizado, el análisis de gamones me ha evocado el de las famosas "dehesas gamenosas", por "gamonosas", es decir, "cubiertas de gamones", de que hablaba Lope de Vega, sitas precisamente en la provincia cordobesa.

Puede deducirse de los ejemplos que los autores no se han preocupado por establecer una forma canónica, sino que, desde un enfoque estrictamente filológico, recogen todas las variantes halladas en el texto, sin la intromisión de vocablo alguno que pudiese deturpar formalmente el...

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