Memoria indigena (review)

Memoria indígena. Por Enrique Florescano. (México D.F.: Taurus, 1999. 403 pp., reconocimientos, advertencia, cuadros, figuras, apéndices, bibliografía, índice analítico.)

Ya en su excelente obra Memoria Mexicana, publicada en 1987 y reeditada con importantes adiciones y revisiones en 1994, Enrique Florescano rastreó y recuperó las diversas memorias del pasado mexicano, desde los más remotos testimonios de las culturas mesoamericanas hasta el movimiento insurgente y la aparición de un pensamiento político nacional.

En esta ocasión Florescano se concentra de forma más pormenorizada en todo lo que configura la Memoria indígena, brindando un magnífico y exhaustivo ensayo sobre los modos de imaginar y recoger el pasado creados por los pueblos aborígenes mesoamericanos. Su mensaje inicial es poner de relieve cómo los variados lenguajes corporales, orales y visuales, ideados al principio para transmitir la experiencia colectiva, no fueron desplazados en la tradición mesoamericana por el lenguaje escrito, a pesar de la idea generalizada de que la memoria del pasado es fundamentalmente una memoria escrita. En realidad, el lenguaje escrito nunca fue el más difundido entre los distintos grupos y comunidades que poblaron el área de Mesoamérica, aunque sí desempeñó un papel decisivo en la organización de los mensajes transmitidos por los otros conductos, en la medida en que la escritura jeroglífica se convirtió en “la forma de expresión privilegiada de los reinos de la época clásica.”

Precisamente por ello la obra tiene como objetivo fundamental resaltar la importancia de los diferentes lenguajes en la constitución de la memoria indígena. De ahí que, a través de los más variados registros de la memoria individual y colectiva, el autor trate de ofrecer una visión integral del pasado mesoamericano. Con un despliegue historiográfico notable y un enfoque novedoso, Florescano hace un recorrido por las diversas formas que asume la memoria indígena, desde los primeros relatos o mitos sobre la creación del cosmos y el comienzo de los reinos, pasando por las imágenes, ritos, calendarios y mensajes grabados en los diferentes trazados urbanos, con un ilustrativo análisis, además, del lenguaje de Tulán Zuyuá y la relación de la escritura con el poder, hasta llegar al momento en que la memoria indígena se rompe por el choque de la conquista, para posteriormente renacer en un interesante proceso de sincretismo religioso y cultural. La parte final, dedicada al redescubrimiento de la antigua memoria indígena en la época actual completa lo que sin duda constituye un estudio excepcional.

No extraña, por tanto, que con tan ambicioso planteamiento sean muchas y valiosas las aportaciones que el ensayo encierra y que afloran con la detenida lectura de las diversas partes que lo integran. Cabe destacar al respecto la revisión que en él se hace de las cosmogonías mesoamericanas, a través de la selección de cuatro mitos emanados de tiempos y culturas diferentes (maya, mixteca, k’iche, y mexica) y transmitidos en mensajes jeroglíficos, testimonios pictóricos o relatos históricos. Se pone así manifiesto la unidad de contenido y forma que los pueblos mesoamericanos habían alcanzado en la transmisión de su memoria. En última instancia, sin embargo, dicha memoria tendió a ser absorbida por la “memoria del poder,” en cuanto que todos los relatos muestran que su fin era “celebrar la aparición de los reinos y legitimar el poder de las dinastías.”

No menos interesante es el riguroso análisis que el autor hace sobre la formación de la memoria mesoamericana, evidenciando la similitud entre el origen de la memoria occidental y la memoria indígena. Está claro que en Mesoamérica la memoria oral, visual y escrita es también una creación colectiva, al asumir la función de conservar los conocimientos necesarios para la sobrevivencia del grupo. Pero es, igualmente, una memoria educada o artificial, al conformar un instrumento dedicado a...