Abstract

Sin lugar a dudas, la guerra contra los costosos cuellos almidonados que se pusieron de moda en España a comienzos del reinado de Felipe III, las diversas pragmáticas suntuarias, prohibiéndolos o permitiéndolos, que se proclamaron hasta entrado el reinado de Felipe IV, provocaron una enorme agitación social, que se vio reflejada en la literatura de escritores como Quevedo, Tirso de Molina o Góngora. Y también en la del dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón. Aunque ningún crítico lo haya puesto de manifiesto, las tramas política y amorosa de su comedia No hay mal que por bien no venga (c. 1624) comparten como característica común el análisis de las funestas consecuencias de una política de derroche. Dado que uno de los personajes de la comedia, don Domingo de Don Blas, es el centro de varias referencias a prendas de vestir, entre ellas la golilla, mi trabajo analiza estas insistentes referencias en el contexto de las pragmáticas suntuarias de 1623, y de su revocación con la visita del Príncipe de Gales a Madrid ese mismo año. El análisis de la obra demuestra que, aunque los parlamentos de don Domingo están en perfecta consonancia con las pragmáticas suntuarias de Olivares, su práctica dramática no lo está, puesto que don Domingo no acepta el único resultado duradero de esas pragmáticas: la golilla. En mi opinión, la práctica dramática de la obra llama así la atención del público sobre las pragmáticas, poniendo en evidencia su inutilidad esencial (no detuvieron el lujo en el vestir en general), y la superficialidad de sus resultados (el triunfo de la golilla). Este comportamiento, en un personaje positivo, y en una obra en la que tanta importancia tiene la economía, no sólo permite una lectura de No hay mal que por bien no venga como crítica del lujo, derroche, y emprestamiento en general, sino también como una crítica de la particular política económica del régimen de Olivares. Es decir, sostengo que No hay mal que por bien no venga critica el vano resultado de las medidas suntuarias de 1623. Esta lectura, que se aparta de las que la crítica ha propuesto anteriormente para esta comedia, fundamentalmente moralistas, dentro de la tónica general en torno a Alarcón, ofrece una nueva posibilidad de entender no sólo Don Domingo de don Blas, sino también la totalidad de la obra de su autor. (ASJ)

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