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  • Crónicas de la guerra de Marruecos (1921-1922). Antología
  • Carlos Javier García
Crónicas de la guerra de Marruecos (1921-1922). Antología Ateneo Obrero de Gijón, 2004 Por José Díaz Fernández. Editado por José Ramón González

En un presente tan belicoso como el nuestro, cuya actualidad mediática viene siendo la noticia y el análisis de situaciones marcadas por el enfrentamiento armado, no puede ser más oportuna la publicación de un libro que recoge las crónicas de la guerra de Marruecos que José Díaz Fernández publicó en el diario de Gijón El Noroeste entre septiembre de 1921 y agosto de 1922. Al margen del valor que estos escritos tengan por sí mismos, vistos retrospectivamente muestran al escritor ejercitándose en un proceso de aprendizaje que le llevaría a la prensa de Madrid y a la creación de sus textos mayores (El Blocao, 1928; La Venus mecánica, 1929; El nuevo [End Page 223] romanticismo, 1939). La movilización de tropas decidida tras el desastre de Annual, en julio de 1921, le llevarían a África, circunstancia que fue aprovechada por el periódico para que contribuyera a la cobertura mediática de la campaña marroquí. Durante diez meses enviará un promedio de cinco crónicas por semana, recogiendo en ellas el descubrimiento de una realidad cuya representación va unida a una voz interrogativa que emite juicios críticos y vive inmersa en las sombras y los reflejos de la guerra.

La crónica, junto con el reportaje y la historiografía—no hay que desdeñar sus diferencias—se inscriben en una esfera discursiva que privilegia la dimensión referencial de la escritura y que ha sido muy transitada por la literatura. En el texto de Díaz Fernández que aquí nos ocupa, los registros lingüísticos son múltiples. En ocasiones incorpora los de los artículos de costumbres, y lo hace inventando personajes e intercalando cartas y exponiendo opiniones críticas. Así, describe lugares y costumbres y aprovecha anécdotas cuya significación da lugar a reflexiones de alcance más general. El cronista se desplaza por lugares para él desconocidos y vive inmerso en situaciones cuya significación emerge a medida que transcurre el tiempo y van cobrando forma. Este carácter itinerante del cronista y su encuentro con lo desconocido constituyen el punto de arranque de la escritura, y a partir de ahí se van componiendo los textos que aúnan las impresiones del momento y la reflexión anclada en un soporte testimonial.

Según el cronista, el "oficio de periodista no es más que dar una sensación exacta de las cosas" (52), para lo cual destaca la observación como base del análisis y el espíritu crítico (50). El retrato de la guerra tiñe su percepción de sombra y propulsa "pensamientos que son, en estas tierras de África, como cuervos que se alimentan de cadáveres de ilusiones y de esperanzas" (51). Pese a que a veces busque combatir la inquietud y la angustia de la "reflexión sombría," lo hace más por protección personal que por considerarlo una interferencia con su labor periodística. Y es que la sensación exacta de las cosas que busca el periodista es equiparada por él con la verdad que surge de la vivencia misma de la tragedia marroquí (52). No busca el cronista desaparecer detrás de la realidad que textualiza, sino que escribe guiado por la premisa de que su propia percepción guía y tiñe lo que va relatando. Esta conciencia reflexiva da fuerza al texto a la vez que pone en entredicho el empeño del cronista iluso que pretende trascender el propio acto perceptivo y captar los sucesos en sí mismos, como si éstos pudieran ser aprehendidos de modo transparente sin el filtro que conlleva toda percepción. Consciente de las limitaciones epistemológicas para captar los hechos en sí, las incorpora lejos de esconder las limitaciones.

La edición de esta Antología ha estado al...

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