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Buscando el equilibrio Teatro indígena en la conjunción de milenios Donald Frischmann Nuestra ligera ropa de algodón vibraba en el aire cálido mientras atravesábamos aquel exuberante atardecer yucateco a una velocidad constante. Ambos camiones de redilas que transportaban a una veintena de actores mayas y a mí aquella noche del 19 de junio de 1991 viajaba por un familiar listón de asfalto de dos carriles que corta por el corazón de la región citrícola de Yucatán. Habíamos dejado el bullicioso centro comercial de Oxkutzcab rumbo al pueblo menos próspero aunque legendario de Maní, la sede de un reino maya prehispánico que alcanzó importancia en el siglo XV cuando la dinastía Xiú trasladó allá su trono al abandonar la cercana Uxmal. El propósito de aquel peregrinaje era recrear, a través de la magia del teatro, un evento de casi cuatro siglos antes que marcó permanentemente la cosmovisión de los mayas yucatecos: La Inquisici ón o Auto de Fe de Maní. Aquella noche, la multigeneracional compañía teatral Sac Nicté (Flor Blanca o Plumeria)—compuesta de unos cincuenta actores comunitarios de toda la región—se pararían en el epicentro de aquel holocausto cultural. Desde allí proclamarían su resistencia continua al programa de imposición cultural que el provincial franciscano fray Diego de Landa y el gobernador colonial español Diego de Quijada anunciarían por la boca de los actores mayas; amenazarían con cambiarles sus cultivos, vestidos, cultura, música, danzas, religión, idioma, sus formas de pensar y también sus nombres. Estos parlamentos dramatizados provocaron más de una risa de satisfacción entre el auditorio. Durante los últimos cinco siglos los mayas han asimilado estratégicamente muchos elementos de la cultura hispano-cristiana, pero orgullosamente han resistido otros de manera constante hasta la actualidad. Sin embargo, hoy día la ‘‘guerra’’ cultural sigue en el México indígena. Un sistema educativo asimilacionista , la amplia cobertura televisiva comercial, la migraci ón constante de jóvenes indígenas (mayas y de otras etnias) hacia los Estados Unidos y la labor proselitista de numerosas iglesias protestantes se han vuelto catalizadores poderosos para el abandono de muchas prácticas culturales consideradas ‘‘tradicionales,’’ incluyendo los viejos ritos a los Dioses de la Naturaleza y hasta las lenguas antiguas mismas. Mientras tanto el teatro popular, presentado en vivo en lengua indígena en lugares naturales de concurrencia (mercados, plazas centrales, patios de escuela, canchas municipales de basquetbol), sigue siendo un medio masivo a través del cual actores comunitarios aún reconocen sus raíces históricas y procuran darle continuidad a una herencia cultural y lingüística única. Su labor es contraria a las fuerzas occidentales que desafían sin tregua el derecho de los pueblos indígenas a la auto-determinación. El teatro indígena típicamente examina estas fuerzas para el cambio mientras apoya el poder de decisión comunitario y el pensamiento crítico sobre el significado y el valor de ser y de seguir afiliándose a alguna de las sesenta y dos culturas indígenas contemporáneas de México. El largo y sinuoso camino a Maní Lo que me condujo al corazón del mundo maya aquel día fue una larga cadena de experiencias que arrancó desde mi carrera de doctorado en la Universidad de Arizona. Allí descubrí el teatro latinoamericano e hice mi debut como actor bajo la tutela de la Dra. Kirsten Nigro. El siguiente año me inscribí en un curso particularmente revelador sobre el teatro chicano impartido conjuntamente por los doctores Lanin Gyurko y Armando Miguélez, el cual dio nueva dirección a mi amor porel teatroy mi deseo de lo que serían décadas de experiencias nutritivas para mi espíritu y mi intelecto. Durante mis años en Tucson no perdí ni una de las obras que montaron el Teatro Libertad y el Teatro Chicano de Silviana Wood. También me volví asistente asiduo a los festivales de teatro chicano-latino que la organizaci ón popular binacional Teatros Nacionales de Aztlán (TENAZ) había venido celebrando cada año desde 1970. En aquellos eventos realizados en Santa Barbara (1984), Cuernavaca (1986), San Antonio (1988) y el Sur Bronx de 48 Donald Frischmann 49 Nueva York (1990), participé en mesas de críticos y en largos y vivos intercambios de ideas y reuniones sociales...

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