- Poemas
Anna
Pienso en mis doce años y las tardes de verano que leía con obstinada repetición los mismos libros. Creía de corazón que si comenzaba
una vez tras otra el libro que acababa, Anna nunca moriría en un campo de concentración nazi.
Mi infancia en una espiral de desgarro.
La sangre que olía,
metálica en la punta de la lengua, era mía.
(De Rotura)
Sálvalo de la niebla
Un nombre, sólo un nombre. Sálvalo de la niebla
Pablo García Baena
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Sentado en el umbral bajo la puerta se descuelga el viento como los muertos del alba. Callamos. El mar ha dejado su regalo más preciado en la playa. El niño espera.
La niebla necesaria avanza en el camino. Escribe poemas. No hay nada que la detenga. La otra se posa entre las manos. Envuelve los ojos del niño y se los come.
No queda aliento en la dulzura para aquellos que han sido tocados por su anhelo.
El reflejo del pájaro tras el cristal se posa en el dintel de la ventana. Emprende el vuelo. Debería estar trabajando.
Recuerdo cuando solo importaba que el libro no acabara. Las horas se han convertido en un monstruo voraz. El perdón se ha quedado sin su tiempo.
Como Virginia Woolf caminaré hacia la promesa y el minuto será un río o el [End Page 219] amor.
Dentallada. Punto. La amapola espera el nuevo sendero para regalarse. Nos bastaremos con la vida del musgo mientras la muerte mira hacia el futuro.
La nube viste al niño y el agua da un paso adelante. Le recubre de corales y cangrejos. Su casa todavía es un sueño. Guarda en la garganta la voz para la hierba nueva.
El renacido submarino abre los brazos al acantilado. Reclama la tierra para sus hijos.
(de Rotura)
Desde la mañana en que la primera mujer pisó el mar, mi familia ha adorado el agua con los ojos del gato que mira
más allá del umbral del aire y hace de las motas de polvo una avalancha.
Allí hay algo que no se sabe pero que ha estado desde siempre. Suya es la espera.
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Mar. Gato. Familia. Polvo. Avalancha. En esta isla nada importa. Demasiado horizonte para cualquiera. Aquí la arena no augura mi paso tras el de mi madre, tras el de mi abuela…
Desde esa mañana te espero. Hija de un vientre como yo, hija de un mar como el mío.
En este baile agónico de sal y de tierra ¿encontrarás la isla?
(de Rotura)
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Primero fue la piedra. Después el canto rodado. Entre ambos el agua del río.
Primero fue el mar oscuro. Después el haz de luz sobre la espuma. Entre ambos el aire anterior al llanto.
Primero fue el paso. Después la caída. Este nuevo ser que intuyo sabe que hay grietas en mi nombre que respiran despacio.
Esta hierba nueva que brota sobre el campo me dice: Madre, tengo sed, ¿cuándo llegaremos a casa?
La lluvia nos alimenta y el bosque crece hacia mi barbilla. No tiene una voz antigua, guarda todavía el calor del pecho.
Sus raíces se entrelazan y buscan mi huella. Coronan mi frente en un abrazo de corteza y savia,
me repiten que todavía el sol no ha llegado, que el musgo ha cubierto mis uñas y pequeñas flores han nacido del bulbo luminoso.
Regocijaos porque ha muerto y ha nacido, me alejé y siempre estuve. Ahora mi nombre es suyo y es vuestro y es mío,
podremos inventarle un himno entre los olivos.
Se ha abierto paso entre las sombras y el plutonio.
(de Rotura) [End Page 220]
La mujer con siete velosanudados a la correa de su riñoneranos mira con el recelo que otorgael día falto de horas solares.«What do you want? What do you want?»,nos escupe con nerviosismo.Limpia su nariz con unode los velos...