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  • Puro presente
  • Griselda Zuffi
Nora Strejilevich. Un día, allá por el fin del mundo. Santiago de Chile: LOM, 2019. 294 pp. ISBN 978-956-00-1147-3

Nora Strejilevich. Un día, allá por el fin del mundo. Santiago de Chile: LOM, 2019. 294 pp. ISBN 978-956-00-1147-3

En su ensayo Lugar del testigo. Escritura y memoria (2019) Strejilevich argumenta que el testigo no puede quedarse sin decir el horror porque sabe que "el exilio más radical que producen los campos es el del lenguaje: la imposibilidad de decir la huella del horror. Por eso es crucial el esfuerzo de narrar(nos)". En Un día, allá por el fin del mundo la autora lleva a buen fin ese esfuerzo.

Esta última novela de la autora es, además de una intensa narración de lo que significa irse en el exilio, un lugar donde acobijar a los que fueron despojados de su vida. En el país que expulsa y devora a sus hijos e hijas, la narradora arma su relato amoroso: "A Gerardo, siempre". Avanza y se detiene, tropieza en los viajes, va y viene no importa donde esté en el mapa para cerrar el recorrido con un objeto preciado, una servilleta de algún café con un dibujo del rostro de su hermano que nos recuerda las fotos en blanco y negro de lxs desaparecidxs en las marchas. No es casual que el título del último capítulo lleva el mismo título del libro. La imagen de Gerardo era un dibujo de Graciela Barroca (también detenida desaparecida en el 77) pareja de su hermano. Un comienzo y cierre de un narrar(nos) en presente, recorriendo con pasos inquietos y frágiles cuando tuvo que irse en 1977 después de su propio secuestro y reaparición. El andar de nómada de ciudad en ciudad nos invita a seguirla de cerca y a medida que avanza o retrocede en el tiempo entramos sosegados a sus notas de viaje en el que se abre al pasado mientras ella sigue en tránsito, sin poder anclar el pie. ¿Cómo habitar el mundo después de la tortura, desaparición y muerte? Strelijevich, filósofa, escritora, lectora voraz, y exiliada siempre resiste a estar en un lugar nuevo de "refugiada".

En Un día allá por el fin del mundo como lectores vivimos la zozobra de sus pasos, "siempre los pies en una punta y la cabeza en otra, dos polos sin eje de rotación" (15). El libro consta de seis capítulos que nos llevan a distintas ciudades, pueblos, barrios con sucesivas llegadas (idas y venidas) porque el tiempo es movido por el recuerdo hecho presente a través de los objetos y sus notas de viaje. Ciertos pasajes tienen fecha y lugar, otros son conceptuales como en "Los fantasmas vivimos así" y "Frankenstein", pero en cada lugar que llega hay un aire de rareza, mezcla de rememoración y continuidad del [End Page 189] tiempo. Ese lugar espectral entre duelo y ausencia latente, siempre paradójico y dislocado, se teje junto a las representaciones paradigmáticas del desaparecido, junto a las siluetas, las fotos y las baldosas, las marcas y huellas de la memoria. El exilio o el estar en ningún lugar es un acto de resistencia. Hay que "irse" para sobrevivir, pero se resiste a avanzar sin los otros, los suyos, sus muertos. Se niega. Se los lleva con ella, retarda su regreso del exilio porque quiere retardar la muerte que se viene. Ella sigue errante porque al anclar el pie se aviene el duelo. No puede prever el suicidio de su padre. No llega a tiempo. Le queda irse desde el único lugar posible estar junto a su padre y lxs que no están, la escritura. No son fantasmas. Aparecen las conversaciones con su madre, se intercalan en los itinerarios errantes los dibujos de su padre, y la acompaña el humor del absurdo y de su propio desajuste con la realidad, esa topografía nueva y distinta disociada de su ser. Busca en sucesivos viaje un único camino en donde no exista la...

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