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  • Identidad, control y resistencia en El celoso extremeño: una relectura de Carrizales y Leonora
  • Valeria Mora-Hernández

En El celoso extremeño, Leonora es encerrada por su viejo y celoso marido, Felipo Carrizales, en un intento por mantenerla aislada de todo posible contacto con sujetos masculinos. A pesar de colocarla en una casa construida a modo de fortaleza, las pretensiones de Felipo son en vano: el joven Loaysa logra entrar en la casa y Carrizales lo encuentra durmiendo junto a su mujer.1 Como consecuencia, Carrizales se considera engañado y enferma gravemente. Antes de morir, el viejo ordena en su testamento que Leonora se case con Loaysa, pero, luego de muerto su marido, la mujer decide irse a un convento y Loaysa, despechado, se va a las Indias.

Considerado como uno de los mejores textos de Miguel de Cervantes, El celoso extremeño ha sido estudiado ampliamente. Algunos análisis se enfocan en la relación de Carrizales y Loaysa con la mitología clásica (Gómez Íñiguez); la condición sicológica y los celos de Carrizales (Forcione; Molho; Weber; Clamurro); el espacio de control y la fortaleza construida por el celoso (Avilés; Forcione; Prendergast); las [End Page 21] características sicológicas de Leonora (Molho; Clamurro; El Saffar; Forcione).2 La mayoría de estos estudios se centran en el personaje de Carrizales, mientras que los pocos que existen y se enfocan en Leonora, la estudian “en función de su marido” (Sosa-Velasco 1–2), considerándola incluso una vulgar prostituta (Molho 751–52). Por esta razón, el estudio de Alfredo Sosa-Velasco destaca la figura de Leonora y se concentra en dilucidar la autonomía y evolución de la joven, aunque, paradójicamente, acepta a la misma Leonora como el origen de los celos de Carrizales. Con esta afirmación, una vez más se hace eco en la crítica de aquellos estudios que invisibilizan y culpan a Leonora, transformándose en una tácita defensa de Felipo Carrizales.

A la luz del estudio de la crítica, el presente texto analiza cómo Carrizales y Leonora crean sus identidades personales y confrontan los ideales de masculinidad y feminidad. Propongo que el control que Carrizales ejerce sobre Leonora por medio de la reconstrucción de la casa es uno de los mecanismos que el viejo utiliza para ajustar su identidad a las expectativas sociales de la época. Sin embargo, este control tiene el inesperado y paradójico efecto de socavar la autoridad patriarcal de Carrizales en el matrimonio. Como consecuencia, en El celoso extremeño se produce la emergencia de una voz femenina que expone y reivindica la corporalidad de las mujeres, expresa sus deseos y cuestiona el orden impuesto por Carrizales. La transición desde lo masculino a lo femenino se produce a través de un cambio en el enfoque de la narración que se manifiesta en los comentarios de las criadas, las esclavas, la dueña y Leonora.

Carrizales o el producto de una imaginación exagerada

El médico y filósofo español, Juan Huarte de San Juan, explica que para el alma racional existen tres potencias o facultades: la memoria, la imaginativa y el entendimiento. Según Huarte, la potencia imaginativa es “la que hace el juicio y conocimiento de las cosas particulares” (cap. 12, s.p.). En otras palabras, la facultad imaginativa es aquella “encargada del conocimiento empírico de los objetos concretos. Situada a mitad de camino entre el ‘sentido común’ aristotélico . . . y el entendimiento abstracto, la imaginativa producía las imágenes del pensamiento, permitía encontrar formas bellas y novedosas en las cosas y daba un conocimiento intuitivo y al mismo tiempo práctico” (Gondra, cit. en Cuevas Subías y Paúl Cajal 133). Alojadas en el cerebro, las tres facultades racionales pueden ser afectadas por los humores de la misma manera que el resto del cuerpo, pero la potencia imaginativa, además, puede ser influenciada por las experiencias de los individuos. Huarte afirma que la facultad imaginativa nace del calor y, por lo tanto, un exceso de calor puede provocar [End...

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