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  • Entrevista a Lázaro Gabino Rodríguez de Lagartijas Tiradas al Sol
  • María del Pilar Miranda Rocamora

Lagartijas Tiradas al Sol es una compañía de teatro mexicana creada en 2003 por Luisa Pardo y Lázaro Gabino Rodríguez. Esta cuadrilla de artistas lleva ya casi dos décadas triunfando sobre las tablas de ambos lados del Atlántico, habiendo participado en festivales como el Kunstenfestivaldesarts de Bruselas, el Escena Brasil Internacional de Río de Janeiro o el Festwochen de Viena. En su tercera visita a París, sus obras Asalto al agua transparente (2006) y Tijuana (2017) constituyen el eje vertebral del festival ¿Qué onda, México? que, organizado por el Noveau Théatre de Montreuil, pretende ser una invitación a mirar y pensar el México actual.

Me reuní con Lázaro Gabino Rodríguez entre las bambalinas de la sala Maria Casarès el 4 de marzo del año 2020, horas antes de la representación de Tijuana, para hablar de la trayectoria y las inquietudes del colectivo escénico. Mientras charlamos, atiendo a su transformación: una bolsa de tela azul, unas zapatillas gastadas, una peluca y una chaqueta verde, con eso basta. Un actor se prepara.

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En 2003, Luisa Pardo y tú fundáis el colectivo Lagartijas Tiradas al Sol. Diecisiete años después, ¿cómo dirías que ha cambiado la compañía?

No sabría decirte. Sí, tengo claro que empezamos haciendo obras autobiográficas en las que hablábamos de nosotros, de nuestra generación, de nuestros problemas... Luego pasamos a una parte más histórica en la que investigamos sobre la historia de México y estamos ahora con una parte que tiene que ver con el presente, pero sobre todo con la ficción, con cómo la ficción es parte de todo.

Junto a ese libro [señala la portada de Estado de México. La democracia en México (1965–2015), que he comprado minutos antes en la entrada del [End Page 221] teatro y que ahora descansa junto a la grabadora] hay otro que hicimos sobre el PRI—La revolución institucional—, fruto de una investigación de dos años y en el que contamos toda la historia política del siglo XX mexicano. Es un proyecto que nos tomó mucho tiempo y esfuerzo. La idea es que está firmado por una mujer que se llama Natalia Valdez que en realidad no existe, sino que es un personaje de la obra de teatro. Entonces si tú ibas al teatro, veías la historia de Natalia Valdez y al final, veías el libro con su nombre. Así se sembraba la duda de si esa mujer existió o no. Nos interesaba poner un objeto en la realidad que solo se explicara a través de la ficción. Eso es lo que creo que nos interesa más ahora: cómo la ficción no forma parte de la realidad; creemos que es bueno estar en la ficción para pensar la realidad.

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Este diálogo entre lo real y lo ficticio puede verse desde hace tiempo en muchas de vuestras producciones. ¿Consideras que hay una frontera realmente definida entre realidad y ficción en vuestros trabajos?

Para nada. O sea, yo creo que no existe una frontera entre realidad y ficción. Yo hice una obra ya hace algún tiempo que se llamó Monserrat y trataba sobre la historia de mi madre. Mi mamá murió cuando yo tenía seis años y lo que yo hacía en esta obra era contar su muerte y después decir que un día encontré su acta de defunción y descubrí, tras una serie de cosas, que era falsa. Entonces, fui a buscar a mi mamá a Costa Rica, donde ella nació, y la encontré allá. Todo esto es una invención que yo hice. En realidad, mi mamá sí se murió, pero yo ya, en mi vida, confundo muchas veces qué es parte inventada y qué es parte real y a veces, cosas que cuento de mi mamá luego me acuerdo y digo: “no...

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