Zoraida y la espectralidad en Sancho Saldaña de José de Espronceda

Un ambiguo espectro morisco-judío recorre Sancho Saldaña o El castellano de Cuéllar, la novela de José de Espronceda, sin embargo su presencia ha sido mayormente ignorada o simplificada en los pocos ensayos y menciones en antologías dedicados a esta obra. Al leer esta novela, la crítica ha elegido contar la historia de Zoraida a partir de una de las múltiples capas de significación de este personaje. Algunos críticos al introducir la trama de lo novela en sus ensayos han presentado a Zoraida como mora (Blanco García 360) o como judía (Landeira 135, Rubio Cremades 273), sin tener en cuenta el arco identitario del personaje y su significación. Russell Sebold, por su parte, la distingue como una "manceba judaicomora" (512) pero no presta atención a esa dualidad más allá de mencionarla. Unos pocos críticos han analizado las apariciones del personaje, pero para situar su espectralidad como un motivo fantástico (Alonso y Carnero 378). Guillermo Carnero, por ejemplo, ofrece una valoración negativa de la forma en que Espronceda introduce elementos fantásticos para luego "reducir a la razón lo maravilloso" (15). Varios críticos comparten este juicio negativo y, además, afirman que Zoraida muere al final de la novela (Casalduero 212). Todas esas interpretaciones no se adhieren a la ambigüedad que caracteriza estos pasajes. Tras la primera "resurrección" espectral de Zoraida, el narrador señala que "parece ser no murió de la puñalada que le clavó su desconocido amante" y en las conclusiones de la novela, el narrador mantiene la ambivalencia sobre el destino final del personaje al añadir las frases: "aunque la verdad es que no se volvió a saber de ella" y "Quién sabe" (2: 334).

No resulta extraño que Zoraida se mencione en diferentes valoraciones críticas como ejemplo de las inconsistencias del texto, de los excesos típicos de la época, románticos, etc. La lectura que propongo va más allá de pensar la caracterización y las peripecias de Zoraida como errores narrativos, al considerar la espectralidad y la ambigüedad en su representación como rastros ideológicos. Como Slavoj Žižek ha destacado, siguiendo la tesis de Jacques Lacan, "the unconscious is outside, not hidden in any unfathomable depths," y el edificio ideológico a menudo termina articulando su antagonismo inherente en lo externo de su existencia material (695). Objeto de deseo, mora primero y luego judía, temida como un fantasma por los otros personajes en múltiples pasajes de la novela y cuya condición espectral al final de la novela es referida como incertidumbre por el narrador, Zoraida es el otro más evidente en el texto.

Jo Labanyi ha afirmado provocativamente que "the whole of modern Spanish culture—its study and its practice—can be read as one big ghost story" (1). Labanyi se apoya en la teoría de la hautología, una idea que Jacques Derrida introduce en el libro Spectres de Marx (1993), refiriéndose al espectro como representación de un pasado que atormenta al presente mientras exige reparaciones. Esta noción inicia el llamado spectral turn y provoca un debate que ha sido realmente fructífero en las últimas décadas. María del Pilar Blanco y Esther Pereen—en la introducción a la colección The Spectralities Reader— señalan las ramificaciones y potencialidades que los estudios sobre las formas espectrales, como metáforas conceptuales (7), han adquirido. Los espectros son "cosas" que reaparecen a pesar de que tratamos de mantenerlas enterradas, el rastro que atestigua dinámicas de represiones fracasadas (Bergland 3). En este contexto el fantasma, como figura de transición entre la vida y la muerte, la presencia y la ausencia, tiene la potencialidad de desestabilizar las estructuras binarias y dicotómicas en tanto agente de alteridad (Derrida, Davis, Dziuban).

En este ensayo propongo que la ambigüedad espectral de Zoraida, y sus diferentes funciones en la novela, tienen que ver con la agenda ideológica...