University of Hawai'i Press

Communist Women: The Year in Mexico

This article reviews publications dealing with Communism in Mexico in the twentieth century. One of these is a biographical dictionary, La rojería, which includes 139 short biographies of mostly men (17 women), some well-known and some not. The other three are biographies of Communist women: Cuca García (1889–1973), Teresa Proenza (1908–1999), and Fernanda Campa (1940–2019). The books portray the lives and times of these women, dealing with political organizations and important historical events from the perspective of the women who experienced them. The article also draws some comparisons between the writing of these women's lives and the writing of men's biographies, pointing to how the authors of these biographies link their subject's politics to an awareness of being a woman in a man's world.

Las mesas de novedades en las librerías exhiben varias publicaciones dedicadas a la historia del comunismo. La apertura de archivos y los centenarios han facilitado la investigación y, sin duda, los investigadores están respondiendo a la curiosidad de nuevas generaciones por conocer lo que les parece historia remota. En México, 2019 marca los cien años desde la fundación del Partido Comunista Mexicano (PCM). Relativamente poco se ha escrito sobre este partido, casi todo enfocado a la historia institucional y política. Sabemos poco de las vidas de los miembros, a excepción de algunas autobiografías.

Ayuda a expandir nuestro conocimiento la aparición de un diccionario biográfico, elaborado por Oscar de Pablo, La rojería: Esbozos biográficos de comunistas mexicanos (2018). El libro contiene 139 entradas, literalmente de la A (Abreu Gómez, Ermilo) a la Z (Zierold Quarch, Pablo), e incluye a individuos identificados con la izquierda pero que no fueron comunistas. Por supuesto están los esbozos de personajes conocidos, que suelen aparecer en todos los estudios de la izquierda mexicana, pero también aparecen hombres y mujeres cuyo registro es magro. La [End Page 130] entrada de un conocido escritor comunista, José Revueltas, ocupa 13 páginas, mientras que la de un obrero y organizador en la región textil de Puebla y Orizaba, Mauro Tobón, ocupa tan solo 36 renglones. Son estos últimos esbozos los que otorgan originalidad y hacen de este diccionario una herramienta útil para quien se interesa por conocer a los individuos comunes que participaron en la izquierda política durante el siglo XX. Al contrario de lo que muchos tienden a suponer, no dominan los intelectuales, sino que hay gran variedad de oficios registrados, que incluyen a maestros, ferrocarrileros, jornaleros agrícolas y, por supuesto, los infaltables impresores, linotipistas y periodistas, más cercanos a nuestra idea de intelectual orgánico. Si bien el diccionario está poblado principalmente por hombres, hay información sobre 17 mujeres (12% del total de entradas), cuya militancia es todavía más desconocida que la de los hombres. Puede ser que efectivamente, en números, su militancia fuera menor, pero no así en firmeza y dedicación—al menos eso se desprende del Diccionario.

Tres nuevas biografías añaden a nuestro conocimiento de las mujeres comunistas. Sólo una de ellas aparece en el Diccionario, María del Refugio Cuca García, y a las 6 páginas dedicadas a ella por de Pablo, hay que añadir las más de 400 páginas del libro Cuca García (1889–1973), escrito por Verónica Oikión (2018). Para que no se olvide: Teresa Proenza (1908–1989), de Xavier Guzmán Urbiola (2018), y María Fernanda Campa Uranga: Geología y revolución, de Gloria Tirado (2018), cuentan por primera vez las vidas de estas otras dos mujeres comunistas.

Las tres vidas, agrupadas en una línea del tiempo, cubren el siglo XX. Cuca nació en 1889 y murió en 1973; Teresa nació en 1908 y murió en 1987; Fernanda nació en 1940 y murió en 2019. Sus vidas estuvieron marcadas por los sucesos de ese siglo, y en particular por su integración a organizaciones políticas comunistas y a los grandes momentos del movimiento socialista en México y América Latina. La lectura de las biografías, que se eslabonan a través del siglo, abren una ventana a comprender de manera distinta el tiempo de sus vidas; la visión de conjunto, además, nos permite preguntar cómo se cuenta la vida de mujeres comunistas.

Las autoras siguen el camino clásico del género, y abordan vida y obra enmarcadas en circunstancias históricas específicas. Cada texto destaca un acontecimiento que marcó no sólo el tiempo social sino también el personal. En el caso de Cuca, fue la revolución mexicana que inició en 1910; en el de Teresa, fue la revolución cubana de 1958; y en el de Fernanda fue el movimiento estudiantil de 1968. El acontecimiento dividió sus vidas en un antes y un después, no como momento que transformó o redefinió sus vidas, sino que confirió un sentido a lo vivido.

La revolución a principios del siglo XX en México transformó el país de muchas maneras. No es este el lugar para reseñar las transformaciones, y señalo solo una que es relevante para el propósito de entender la vida de Cuca García. La revolución, además de destronar a la vieja élite política, amplió el espacio de participación pública y abrió la puerta a quienes hasta entonces habían sido excluidos. María del Refugio, "Cuca", nació en el seno de una modesta familia de la clase [End Page 131] media pueblerina de finales del siglo XIX, cultivada por ideas y actos de oposición a la dictadura de Porfirio Díaz. Apenas inició la sublevación, se unió a ella, combinando el trabajo de organización y agitación con el de educadora y periodista. Ya hacia el final de la fase armada de la revolución, en 1919, participó en la fundación del Partido Comunista Mexicano y en los siguientes 20 años tuvo una destacada trayectoria pública dentro y fuera del partido. Así como la revolución amplió el horizonte de expectativas, de la misma manera produjo profunda desilusión: Cuca García murió casi abandonada, olvidada y en extrema pobreza, en 1973.

Verónica Oikión, gracias a su exhaustiva investigación en varios archivos, describe con minucia la vida de la biografiada, si bien en ocasiones con exagerado detalle. La descripción enfoca la temprana militancia en el Partido Socialista de Michoacán, el ingreso al PCM, la colaboración con Francisco Múgica, gobernador del estado de Michoacán, y el trabajo de maestra y organizadora en comunidades campesinas, seguido por su trabajo en la Liga de Mujeres Proletarias en favor de obreras, y su arribo a la dirección nacional del Partido Comunista. García añadió a la lucha de clases la lucha por los derechos políticos para las mujeres, y en 1935 dirigió el Frente Único pro Derechos de la Mujer. En ese afán, fue la primera mujer candidata a diputada federal, en un momento en que las mujeres todavía no podían votar, y sostuvo su candidatura a pesar de la oposición de sus compañeros de partido. La tensión entre su feminismo y el dominio masculino en el PCM la obligó a dejar el partido en 1939. Continuó su activismo por obtener mejores condiciones para las mujeres proletarias y por el voto femenino. Después de que las mujeres ganaron el derecho a votar en 1953, la vida de Cuca García desparece del espacio público, hasta que poco antes de su muerte fue objeto de un reportaje periodístico.

Fernanda Campa, nacida en 1940 en la Ciudad de México, perteneció a la siguiente generación comunista. Si bien el padre liberal de Cuca influyó en ella, y desde ahí transitó al comunismo, Fernanda fue bebé de pañal rojo, hija de comunistas. Su madre, Consuelo, coincidió con Cuca tanto en el Frente Único como en la dirección del Partido Comunista. Paradójicamente, Fernanda entró al partido en 1957, cuando Consuelo y Valentín, su padre, pertenecían al Partido Obrero Comunista, que fundaron después de ser expulsados del PCM.

En la vida de Fernanda, tal como la presenta Gloria Tirado, se entretejieron estudios y trabajo académico con la acción política. Tenía 16 años y estudiaba en la Escuela Vocacional cuando estalló una huelga estudiantil; por primera vez asistió y habló en una asamblea. Después siguieron las acciones en solidaridad con distintas huelgas de trabajadores entre 1957 y 1959; debido a una de ellas, su padre fue apresado y ella se unió al Comité Pro Presos Políticos. El dirigente del PCM le encomendó a ella y a Raúl Álvarez, que después sería su marido, la tarea de organizar la Juventud Comunista. La década de 1960 fue un torbellino de activismo que desembocó en el movimiento estudiantil que surgió en la ciudad de México en 1968 y se expandió a numerosas universidades del país. [End Page 132]

En ese año, Fernanda ya había terminado sus estudios de geología y trabajaba en el Instituto Mexicano del Petróleo; además, tenía una hija de casi dos años. Ya no era estudiante, de manera que la huelga que involucró a los estudiantes de la Universidad Nacional, el Politécnico Nacional y numerosas otras universidades en 1968, la vivió desde fuera. Raúl, su pareja, en cambio, fue delegado al Consejo Nacional de Huelga, y fue encarcelado después de la brutal represión del 2 de octubre. El activismo posterior de Fernanda se orientó hacia exigir la libertad de los presos políticos, incluyendo a su padre y a su marido. En años posteriores, su trabajo en investigación y docencia le fue siendo cada vez más atractivo: le confió a Gloria Tirado que era mayor su gusto por la academia que por la política.

Teresa Proenza nació en Cuba, en la provincia de Oriente, en 1908. Salió de Cuba debido a la actividad política de oposición de uno de sus hermanos; primero se dirigió a Guatemala, y después a México. Ahí conoció a Elena Vázquez Gómez, el amor de su vida, acorde a su biógrafo. Ambas vivían juntas en París, y se salvaron de la campaña contra la homosexualidad emprendida por algunos políticos en la Ciudad de México, en 1934. Unos años después se unió al Socorro Rojo, y colaboró en tareas de apoyo a los republicanos durante la guerra civil en España. Hacia fines del año 1937, estando en Barcelona, se unió al Partido Socialista Unificado de Cataluña, y también a la Unión Revolucionaria Comunista de Cuba.

También en ese entonces conoció a Caridad Mercader, quien nació en Cuba de padres catalanes, y residía en Barcelona. Caridad fue madre de Ramón Mercader, quien asesinó a Trotsky en México, en 1940. Teresa y Elena posiblemente participaron de manera circunstancial y en los márgenes de la conspiración para el asesinato. Existe mayor certeza respecto de su labor para lograr el exilio de los derrotados y perseguidos republicanos españoles.

En México, trabó cercana amistad con Frida Kahlo y Diego Rivera, quienes paradójicamente habían tenido una cercana amistad con Trotsky. Poco antes de la muerte de Frida, Diego contrató a Teresa como su secretaria personal. Ella se ocupó de la correspondencia política, de asuntos relativos a su trabajo artístico, y un sinfín de asuntos personales. El trabajo terminó con la muerte del pintor en 1957. Entre tanto, Teresa había estado acumulando material y había empezado a escribir un libro sobre él. Antes de morir Frida, Teresa le prometió que terminaría un libro acerca de Diego Rivera; de haberlo terminado, habría llevado por título Un hombre de México.

Trabajaba en este libro cuando sobrevino el triunfo de la revolución en Cuba, en 1959. Ella y otros cubanos residentes en la Ciudad de México, informalmente, ocuparon la sede de la embajada cubana, y ella, posteriormente, obtuvo ahí un empleo formal como agregada cultural. El trabajo también incluyó labores que venía ya desarrollando de inteligencia, recogiendo informaciones sobre México y enviándolas a Cuba. Un siguiente asesinato, el de John F. Kennedy, nuevamente la envolvió en su trama. Debido a que ella fue la persona que recibió a Lee Harvey Oswald cuando visitó la embajada en México, el agente de la CIA en México la [End Page 133] involucró en la conspiración para asesinar a Kennedy. Al mismo tiempo, la policía local la consideraba responsable de apoyar a grupos de izquierda que pretendían derrocar al gobierno mexicano. Teresa fue llamada a Cuba y permaneció bajo arresto domiciliario entre 1965 y 1967, bajo sospecha de ser doble espía. Ya libre, trabajó como bibliotecaria en La Habana, y en 1985 regresó a México; fue entonces que Xavier Guzmán, el autor de su biografía, la conoció. Murió en la Ciudad de México, en 1989, sin haber terminado el libro sobre Rivera.

Las tres biografías, así, exponen en mayor o menor detalle la vida y obra pública, enmarcada en el contexto de los grandes acontecimientos de su tiempo. Por el contrario, la vida privada y los sentimientos íntimos quedan relegados a los márgenes, a la ocasional mención. Es, por supuesto, comúnmente aceptado que las biografías de hombres de izquierda dejan toda esta parte de la vida fuera (ver Stanley, 2008); es interesante constatar que lo mismo ocurre en biografías de mujeres. Oikión da una explicación para ello: en los muchos archivos consultados, no encontró una colección de sus papeles personales. Guzmán varias veces alude a la reserva y discreción de su biografiada. Gloria Tirado, quien realizó una entrevista de historia oral, recabó más sobre esos aspectos de la vida, y la biografía está salpicada de menciones y reflexiones acerca de la vida privada y sentimental.

Probablemente debido a que la vida privada queda fuera de foco, es poco lo que sabemos sobre las relaciones íntimas de estas mujeres, aunque los estudios hacen alusión a su existencia. En cambio, cada autor destaca a un hombre que fue significativo en sus vidas, no por la relación sentimental sino política. En el caso de Cuca García, fue Francisco Múgica, que perteneció al ala radical de los revolucionarios, y mientras fue gobernador de Michoacán, Cuca fue una colaboradora cercana. En el caso de Teresa Proenza, fue el pintor Diego Rivera, para quien trabajó como secretaria personal por muchos años. En el caso de Fernanda Campa, fueron Valentín y Raúl, cuyos años en prisión orientaron el activismo de ella hacia los comités de apoyo y la campaña por liberarlos. El asunto cobra relevancia porque lo opuesto no sucede. En el Diccionario, de Pablo menciona la fecha de matrimonio de Valentín Campa, los nacimientos de sus hijas, y brevemente el encarcelamiento de Fernanda Campa en 1962. La entrada sobre Rivera hace mención de los matrimonios y amoríos del pintor. En ninguno de los casos hay alusión a alguna mujer que impactara su activismo político. La entrada sobre Cuca García, en cambio, no sólo menciona a Múgica, sino que le da cierta importancia respecto de la dirección que tomó el activismo de ella durante una época.

Quiero notar, por último, que las autoras otorgan particular atención a la conciencia de sus protagonistas de ser mujer y estar entre mujeres. Esto es evidente en el tratamiento que da Oikión al activismo feminista de su biografiada. Cuca García, al mismo tiempo que se hacía comunista, en 1919, organizó el Centro Feminista de México y lo acercó al partido. Aunque posteriormente se inclinó por la organización de clase, continuó dirigiendo su activismo principalmente hacia mujeres obreras y campesinas. En 1935 fue fundadora del Frente Único Pro Derechos de la [End Page 134] Mujer, una organización feminista masiva que constituyó la manifestación más destacada del movimiento femenil mexicano en la primera mitad del siglo XX. Cuca García, como dice Oikión, ascendió el peldaño de oro en su activismo comunista y feminista cuando fue electa la primera secretaria general. Teresa Proenza y Fernanda Campa no tuvieron una militancia feminista similar, pero el ambiente de su actividad política estuvo marcado por su conciencia de ser mujeres en política. Guzmán enfatiza la importancia que las relaciones de Teresa Proenza con Caridad Mercader, con Frida Kahlo y, por supuesto, con Elena Vázquez, tuvieron en distintos momentos de su participación política. Gloria Tirado enfoca la condición femenina como uno de los ejes que articularon la vida de Fernanda Campa, por demás evidente en situaciones como ser la única mujer inscrita en la carrera de geología en 1957, y asistir a clases en un edificio que carecía de baño para mujeres. Resalta, por contraste, la relación que surgió entre las mujeres que visitaban a presos políticos: "Las mujeres entraban y salían de Lecumberri: acudían a visitar a los presos políticos, y organizaban colectivos para alimentarlos" (90).

Esta conciencia de ser mujer entre mujeres que habitan un mundo masculinizado imprime un giro distinto a estas biografías. Los hombres, o al menos las biografías o autobiografías de ellos, no resaltan o reflexionan o hacen conciencia de hacer colectivo con otros hombres; más bien operan bajo la noción de universalidad que no distingue la diferencia de género. Lo anterior es interesante porque subraya la manera diferente en que se concibe y escribe la biografía de las mujeres comunistas, aun cuando las autoras no se proponen de manera específica usar la categoría de género para escribir las biografías.

¿Cuál, de hecho, es la intención de cada autora? Coinciden, me parece, con lo que Xavier Guzmán expresó en el título: "para que no se olvide". El autor añade, más adelante, que haber conocido a Proenza picó su curiosidad por comprender "la mentalidad y acciones típicas de una comunista" (12). Gloria Tirado sitúa esta intención en un panorama más amplio, el de mostrar la cuantiosa y decidida participación de mujeres en el movimiento estudiantil de 1968, invisibilizadas por los relatos oficiales e incluso por las fuentes documentales. Posiblemente Verónica Oikión es quien brinda una explicación más elaborada de su propósito. Al igual que Tirado y Guzmán, ella considera necesario "superar la insuficiencia de biografías de mujeres de la izquierda mexicana" y, por tanto, se suma al esfuerzo por devolver estas mujeres a la memoria histórica. Considera también importante situar el potencial antagonismo entre las mujeres comunistas y la dirigencia masculina del Partido Comunista, mostrando a través de la vida de Cuca García, como ellas conformaron dentro del campo de la izquierda, una acción femenina propia cuyas exigencias respondieron a su "condición de mujeres y sus necesidades de género" (363). Sin duda, los tres libros contribuyen a nuestro conocimiento y comprensión del activismo de mujeres—feministas o no—en el masculinizado mundo de la izquierda partidista. [End Page 135]

Gerardo Necoechea Gracia

Gerardo Necoechea Gracia has a PhD in American and Latin American social history. Researcher at the Dirección de Estudios Históricos (Instituto Nacional de Antropología e Historia) and professor of twentieth century Mexican social history in the Graduate Program in History and Ethnohistory of the National School of History and Anthropology. Founder and first president of the Mexican Oral History Association (1996–1998); vice-president of the International Oral History Association (2002–2006); and editor of Palabras y Silencios / Words and Silences (2002–2010). Author of Después de vivir un siglo (INAH, 2005), Parentesco, comunidad y clase: Mexicanos en Chicago, 1916–1950 (INAH, 2015), and coeditor of Voltear el mundo de cabeza: historias de militancia de izquierda en América Latina (Imago Mundi, 2010), and Experiencia y expectativa: el siglo XX que deseábamos (INAH, 2013); author of several articles on oral history, Mexican immigrants in the US, social history of workers in Mexico, and left-wing movements and newspapers in Mexico.

Obras Citadas

Guzmán Urbiola, Xavier. Para que no se olvide: Teresa Proenza (1908–1989). Una espía cubana en la política, la cultura y el arte de México. Instituto Nacional de Bellas Artes, 2018.
Oikión Solano, Verónica. Cuca García (1889–1973): Por las causas de las mujeres y la revolución. El Colegio de Michoacán, El Colegio de San Luis, 2018.
de Pablo, Oscar. La rojería: Esbozos biográficos de comunistas mexicanos. Penguin Random House, 2018.
Stanley, Jo. "Incluir los sentimientos: Darse a conocer a uno mismo a través del testimonio político personal." Cuéntame cómo fue, Gerardo Necoechea y Pablo Pozzi, Imago Mundi, 2008, pp. 117–130.
Tirado Villegas, Gloria A. María Fernanda Campa Uranga: Geología y revolución. Benemérita Universidad de Puebla, 2018.

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