University of Hawai'i Press

The Traveler Alfredo Molano: The Year in Colombia

This is the portrait of a traveler who journeyed through forests and mountains, wide rivers, and plains to create a saga of the tribulations of colonized peasants threatened with displacement and violence. This is the portrait of a sociologist with an inimitable style of writing life stories that owes as much to the social sciences as it does to literature. This is the portrait of an intellectual who was the victim of censorship and abuses of power that sent him into exile. This is the portrait of the life of a defender of peace and human rights in Colombia, a country that resists abandoning its endless war.

Sobre la tapa del severo ataúd negro relucía un par de tenis rojos flanqueados por un modesto ramillete de flores, aquel día de su última presencia en la capilla de la Universidad Nacional de Colombia durante su propio funeral, atípico e informal, en este campus que le fuera tan familiar y donde pocos años atrás había sido laureado con el título Doctor Honoris Causa. Al acto asistieron familiares y amigos, estudiantes, profesores e intelectuales, campesinos, gente del común, activistas por la paz, además de la presencia virtual de sus lectores innumerables. Era primero de noviembre, día de los muertos en Colombia.

Fue el adiós definitivo al sociólogo colombiano Alfredo Molano Bravo (1944–2019), quien consagró su existencia a descubrir el rostro verdadero del país profundo que no aparece en las pantallas de las grandes cadenas ni en los medios impresos ni siquiera en los documentos oficiales, salvo en las crónicas de la violencia. Nadie como él ha reflejado en su obra el drama histórico de una Colombia rural azotada por múltiples violencias desde hace por lo menos cincuenta años, a partir del montaje de una polifonía de voces encarnando diferentes personajes que [End Page 36] actúan en escenarios disímiles, incluso si algunos de estos pudieran antojarse inverosímiles, situados más del lado de la ficción que de la cruda realidad. Pero ninguna duda cabe de que son todos lugares, voces, personajes que retratan a millones de campesinos pobres despojados de sus tierras, obligados cada vez a expandir la frontera agrícola de la que se benefician no sus directos cultivadores sino los grandes hacendados, arrastrando consigo los límites inciertos de la guerra y la paz en los territorios.

Escuchando sus historias en las largas noches, el académico hubo de aprender a confrontar consigo mismo a la vez que permitir ser interpelado por el otro, sin eludir el riesgo de hacer tambalear las propias creencias o prejuicios más arraigados. Así toma conciencia de que el acto de escuchar hace posible la igualdad de los interlocutores en el reconocimiento de que se está frente al otro, en el que uno relata sus experiencias de mundo y el otro podrá hacerlas suyas y transmitir a otros que a su vez transmiten a otros más, hasta configurar el torrente de una narración interminable. "Escuchar es una manera olvidada de mirar", escribe desde temprano en el prólogo de su libro inaugural Los años del tropel (11), haciendo eco de la voz antigua testigo que antepone el ojo al oído como el principal órgano fuente del historiador. Una disposición, una actitud intelectual, que se traduce en un criterio epistemológico determinante en el momento de hacer la elección metodológica más adecuada para abordar el trabajo de campo y de escritura, como sostuvo con énfasis en "Mi historia de vida con las historias de vida":

La historia de vida le permite a uno oír. No le permite, le debería permitir o lo debería a uno obligar a oír; es, por lo tanto, un momento de gran creatividad porque está entrando algo nuevo en uno. Si uno lo permite, hay algo nuevo que está entrando y que después debe dársele salida en el momento de elaboración de la historia.

(106)

Escuchar fue lo que hizo Molano a lo largo de su vida, al punto de erigirse en la piedra fundamental de su obra desde aquel remoto día en que obtuvo las primeras grabaciones de colonos refugiados en el estadio de Neiva, huyendo del bombardeo por la Fuerza Aérea de sus tierras de labranza en las estribaciones de la cordillera andina. En sus recuerdos mantenía intacta la riqueza de matices en las modulaciones del habla, las metáforas y analogías con que era nombrada la vida de todos los días, los gestos y las miradas, que sugieren una forma de relación distinta en el campo de la investigación social imbuída de "algo emocional, algo amoroso", que va más allá del sentido literal de las palabras.

El giro insospechado hacia el lenguaje directo de los actores del proceso social, entrevisto ya en sus primeros relatos, dio origen a una perspectiva de análisis y un estilo, más que simplemente a uno más entre tantos métodos de trabajo. Las seis voces que alternan en el coro polifónico del desarraigo representan cada una, no un personaje singular sino una creación colectiva que recoge diversas situaciones con aspectos recurrentes, aun cuando no dejan de conservar los rasgos propios de quien [End Page 37] cumple una función en un teatro de guerra que no ha sido buscado. En el mismo texto citado atrás, el autor se refería en estos términos a la irrupción de dicha forma de composición de los relatos de vida:

Y haciendo a un lado los libros, haciendo a un lado las normas metodológicas, los esquemas, decidí coger el material y trabajarlo tal como yo sentía que tenía que trabajarlo: simplemente poniendo un poco entre paréntesis la singularidad de las historias, para captar la generalidad de la historia que me estaban contando, manteniendo un respeto absoluto por el lenguaje de la gente. Creo que esa es una de las cosas que también reivindica la historia de vida, el lenguaje en que la gente cuenta su vida y su historia. Para mí ese lenguaje, esa riqueza, ese colorido, es superior a la carga teórica de cualquier escrito, es mucho más rico y va mucho más directamente al centro de los problemas, de la vida y de la historia, que las grandes reflexiones y que los grandes conceptos.

(104)

Pero no se crea que fue este un gesto altisonante de ruptura con la tradición teórica, puesto que en realidad no estaba distante de una perspectiva etnosociológica que concibe los relatos de vida como relatos de prácticas en situación, a través de los cuales se hacen comprensibles los contextos sociales (Bertaux 11). Como tampoco le eran ajenos los conceptos y métodos de los clásicos de la escuela de Chicago, ni los trabajos actualizados en literatura, historia y geografía. Armado con estas fuentes plurales, asumió el riesgo de emprender una ruta propia dejando atrás sus pergaminos de sociólogo de academia, listo para recoger en su cuaderno de notas los testimonios de los de abajo. En sus manos, los dichos y hechos transmitidos por la fuente oral se traducían en historias de vida que son contadas bordeando los límites que separan la creación literaria, la crónica periodística, la historia, la sociología. A lo largo de cincuenta años, en su veintena de libros, miles de artículos, conferencias, videos documentales y columnas de prensa, desgranó una obra singular que nunca ocultó el propósito de producir en sus lectores el efecto de la duda de saber quién habla, si es la voz de quien rinde el testimonio o de quien lo transcribe.

El principio de incertidumbre del que está investido el sujeto de enunciación concuerda con la tensión inherente a la naturaleza misma del género del discurso: ¿es esto una descripción naturalista o ficción, es una reconstrucción tal y como ocurrieron los hechos o una mediación narrativa, es verismo o representación imaginaria? Es difícil rendirse sin más a la certeza de que no es literatura esto que leo, cuando se describe el atroz descuartizamiento de cuerpos que son arrojados por las alcantarillas como piezas de sacrificio en el transcurso de una disputa por el poder entre bandas rivales de la cárcel La Modelo de Bogotá, en las primeras líneas de "el relato de don Pedro" que abre el libro Penas y cadenas.

Como tampoco es literatura, ciertamente, esto que aquí escuchamos por boca de uno de los personajes en una vívida caracterización de la desconfianza y la desmemoria entronizada en un ambiente de país acostumbrado al miedo, la intimidación y el terror: [End Page 38]

De nadie podía confiar. El miedo cuando entra ensangrentado no sabe salir agachado. Llega a quedarse a vivir. La gente no vuelve a mirar a los ojos, no levanta la cara, olvida nombres, olvida conocidos, olvida. A la gente la matan para que olvide y olvidados quedan sus muertos.

Los años del tropel, Selva adentro, Siguiendo el corte. Relatos de guerras y de tierras, Trochas y fusiles, Del llano llano, Aguas arriba, Ahí le dejo esos fierros, A lomo de mula, son algunos entre muchos otros títulos dedicados a contar la saga de una marcha interminable de las víctimas del despojo y del olvido en Colombia. Desterrados es probablemente el libro de Molano más directamente vinculado con el tema de los desplazados o "exiliados en su propio país", escrito justamente durante el exilio a que se vio sometido él también a raíz de las amenazas de muerte proferidas por los paramilitares secundados en secreto por altos mandos del ejército. Así rememora el autor la génesis de su escritura durante el ríspido exilio de Barcelona:

No obstante, cuando mataron a Jaime Garzón admití que no podía regresar pronto, conseguí una mesa de trabajo grande, afilé la pluma y comencé a escribir este libro. Al terminarlo comprendí -agachando la cabeza en señal de profundo respeto- que el drama de mi exilio, a pesar de sus dolores, es un pálido reflejo de la auténtica tragedia que viven a diario millones de colombianos desterrados, exiliados en su propio país.

(26)

Luego del regreso del exilio, que se hacía tanto más insoportable por la ausencia de los amaneceres en el páramo o la llanura, las cabalgadas a lomo de mula por los escarpados caminos que se adentran por selvas y humedales, y el mutismo de las voces amadas y de los humildes que acuden a contarle sus cuitas, Molano prosiguió sus andanzas por el país ignorado. Y hasta donde pudo hacerlo, no dejó de seguir el sabio consejo recibido de boca de un campesino afrodescendiente, como lo recordó en su discurso de aceptación del Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional (2014): "Así, de costa a costa, de río en río, de camino en camino, hice lo que un negro viejo en El Charco (Nariño), me dijo: 'Para conocer, señor, hay que andar'. Un consejo que ha sido el itinerario de mi vida".

En la última etapa de su vida se entregó con todo su fervor a la lucha contra el olvido inmemorial que desearían perpetuar los señores de la guerra, desde que iniciaron las conversaciones de paz con la guerrilla de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) en La Habana (Cuba). Luego del Acuerdo para una Paz duradera firmado en diciembre de 2016, fue nombrado en la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad a cargo de la investigación en la región de la Orinoquia, que conocía como la palma de su mano. Hasta los últimos días de su vida fue esta la hoja de ruta que más frecuentó, quizás convencido ya de que encima de la mesa de escritorio habría de quedar el texto en borrador sobre los hallazgos de este capítulo desconocido de la historia de la guerra en Colombia. [End Page 39]

No obstante los rasgos distintivos relacionados con las formas de trabajo, el estilo narrativo y la fuerza social y política que revisten su vida y obra, la de Molano es una obra tejida sobre la tela de fondo de la narrativa testimonial americana desarrollada a lo largo de la segunda mitad del siglo veinte. Una narrativa caracterizada por la mezcla de géneros en el crisol de materiales aportados por la etnografía, la historia, la sociología, el periodismo, que ha dado origen a textos pletóricos de humor, ironía, denuncia social, provistos de recursos visuales inéditos, canciones, collages, folletines, e indican una tendencia floreciente de la crónica, el diario personal, la autobiografía. Se reconoce también bajo la denominación narrativa de resistencia, entre cuyos rasgos más visibles cabe nombrar, el de un testigo como garante de verosimilitud y fiabilidad del testimonio, que se apoya en una documentación rigurosa obtenida en fuentes diversas, sumado a una prolija atención en el manejo de los límites existentes entre la ficción y la realidad. Contando con estos factores a su favor, en el proceso de lectura tiene lugar un pacto de confianza entre el autor y el lector, conforme al cual la producción del efecto de realidad inherente a la obra encuentra respaldo en el voto de sinceridad del autor y en la complicidad del lector para aceptar que eso que le es mostrado es real o verosímil.

Sobre esa tela de fondo sobresale, por supuesto, la obra pionera de Miguel Barnet, Biografía de un cimarrón, que aupó la pronta acreditación del género en el mapa cultural internacional donde había despuntado con el Premio Casa de las Américas desde 1970. Haciendo un guiño a la tradición de la picaresca del llamado siglo de oro español, se trazaba un perfil del protagonista narrador al modo de un antihéroe, en tanto el autor toma distancia para desdoblarse a la vez en presentador y narrador. Barnet es el autor de la introducción, las notas de texto y el glosario final, a la vez que el narrador de la historia de vida de Montejo, el cimarrón cubano que sobrevivió en la sierra de la provincia Villa Clara desde su huída en tiempos de la guerra de independencia de España hacia el novecientos. Un poco antes, en Los hijos de Sánchez, Oscar Lewis abordó la tarea de mostrar un "testimonio de la realidad", como es la vida cotidiana de una familia pobre en Ciudad de México, a partir de una mirada compleja que pasa por la antropología, la etnografía, la historia, la sociología, incluso el New Journalism norteamericano. Entonces el autor se regodeaba con la aparición de una nueva técnica de elaboración de historias de vida, gracias a un artefacto tecnológico que le hacía exclamar alborozado: "la grabadora … ha hecho posible iniciar una nueva especie literaria de realismo social" (Lewis 24).

Durante los decenios finales del siglo pasado, Colombia también experimentó las nuevas tendencias en el campo cultural, la investigación social y, desde luego, en la movilización política y social que fue un factor común en América Latina atribulada por guerrillas, golpes militares, crisis económica, resistencia popular. Así pues, los antecedentes y las rupturas más significativas que hilan el destino de las diferentes escuelas no han sido un tema ajeno a los escritores colombianos contemporáneos, aunque hubiesen estado ocupados preferentemente en las historias de vida de las víctimas de la violencia en campos y ciudades. El interés marcado [End Page 40] en las narrativas sobre campesinos, tierras y desplazados, quedó grabado en un episodio editorial bastante sugerente que rodeó la publicación del libro titulado Lugares ajenos: Relatos del desplazamiento, en días próximos al cambio de siglo. No era una tirada inocente de la editorial universitaria, desde luego, la de este libro que reúne catorce relatos escritos por los más destacados escritores vivos del país sobre este drama humano que se niega a desaparecer en la historia nacional.

El gesto de recibir el siglo XXI con un guiño al pasado presente, sugiere, por una parte, el simbolismo de la efeméride de un siglo de producción editorial nacional con la reedición de El recluta, una colección de relatos sobre los destinos fatales de muchachos conscriptos a la fuerza para ser enrolados en una guerra (la llamada guerra de los mil días, 1899–1902) que les era del todo ajena. Por otra parte, expresa la intención editorial de hacer visible un acto de rememoración actualizando el significado plural de las voces desplazado o desterrado o exiliado o migrante, que designan un no-ser-de-ahí en un no-lugar. Sea la privación de la conditio sine qua non propia de cada individuo que hace posible la integración social, la configuración de una identidad personal y el dominio de la palabra para nombrar el mundo. Sean los modos diferentes de habitar el mundo, que cubren un amplio abanico extendido del nomadismo al sedentarismo. Sea la desposesión de bienes o propiedades, o la expulsión del territorio habitado, como factores determinantes de una elección no deseada del lugar de residencia. Sea el desplazamiento tecnológico, lingüístico o cultural, que marca diferencias entre las naciones y los distintos grupos de población de un país (Vélez 7–12).

Son estas páginas escritas sobre desplazados y expulsados un indicio de la fractura histórica vivida en un país que se resiste a experimentar la más pálida reforma que afecte la desproporcionada concentración de bienes y tierras, la inequidad social extrema, la debilidad del Estado, las mafias locales del narcotráfico y la corrupción. A propósito de estos males, la gente cuenta sus cuentos, como tempranamente lo percibió Molano y recordaba así en Desterrados:

La gente me contó mil cuentos. En todos había—y hay—un elemento común: el desalojo por razones políticas, pero con fines económicos. … Siempre las guerras se han pagado en Colombia con tierras. Nuestra historia es la historia de un desplazamiento incesante solo a ratos interrumpido.

(14)

Escrituras de desplazamiento, de duelo y de resistencia, en el país que pende de un hilo entre la guerra que no cesa y la paz que avanza un paso y vuelve dos pasos atrás. Pero, por encima de todo, el país pleno de historias de la gente que Alfredo Molano tan bien aprendió a escuchar, recolectar, modular en la lengua de escritor, para dibujar en trazos simples el retrato fiel de un país de contrastes y soledades que solo un caminante como él podía componer. [End Page 41]

Gabriel Jaime Murillo-Arango

Gabriel Jaime Murillo-Arango: Doctor en Educación: estudios históricos en educación, didáctica y pedagogía por Universidad de Antioquia, Colombia. Profesor de la Facultad de Educación de Universidad de Antioquia. Integrante del grupo de investigación Formación de Maestros y Antropología Pedagógica e Histórica (FORMAPH). Coordinador del Simposio Internacional de Narrativas en Educación en Colombia. Colaborador en varias revistas del orden nacional e internacional y coautor de capítulos de libros aparecidos en ediciones francesa, inglesa y española. Próxima publicación: Conversación en las aulas: Ensayos de investigación biográfica narrativa.

Obras Citadas

Barnet, Miguel. Biografía de un cimarrón. Centro Editor de América Latina, 1977.
Bertaux, Daniel. Los relatos de vida: Perspectiva etnosociológica. Bellaterra, 2005.
Lewis, Oscar. Los hijos de Sánchez. Fondo de Cultura Económica, 1961.
Molano, Alfredo. Del otro lado. Aguilar, 2011.
———. Desterrados: Crónicas del desarraigo. Nomos, 2005.
———. Discurso Doctorado Honoris Causa Universidad Nacional de Colombia, 26 Sept. 2014, http://www.banrepcultural.org. Consultado 2 Oct. 2017.
———. Los años del tropel. Penguin Random House, 2017.
———. Penas y cadenas. Planeta, 2004.
———. "Mi historia de vida con las historias de vida." Los usos de historias de vida en las ciencias sociales, coordinado por Thierry Lulle, Pilar Vargas y Lucero Zamudio. I, Anthropos/Universidad Externado de Colombia, 1998.
———. Trochas y fusiles. Instituto de Estudios Polìticos y Relaciones Internacionales/El Áncora, 1994.
Varios autores. El recluta. Segunda edición, Colección Ediciones Eafit, 2000.
Vélez, Juan David. Lugares ajenos: Relatos del desplazamiento. Universidad Eafit, 2001.

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