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  • Tisbea, construcción de género y justicia social en el aula de literatura
  • Paola Baglietto Jacquemin

Ubi dubium, ibi libertas

Donde hay duda, hay libertad

Para fomentar la crítica literaria desde una óptica liberadora resulta idóneo rescatar ejemplos de emancipación y divergencia en los personajes de las grandes obras de literatura en español. Si bien la justicia social puede trabajarse desde múltiples disciplinas, como docentes de literatura, gozamos de herramientas únicas para abordar esta temática. Se recomienda partir de la construcción del género puesto que independientemente de raza, etnia, clase o religión, toda minoría está comprendida inherentemente en la dicotomía entre lo masculino y lo femenino (Gómez 5). Es así que el estudio del personaje de Tisbea en El burlador de Sevilla y el convidado de piedra abre un camino de análisis introspectivo para los aprendientes de literatura, como es el caso de mis alumnos de enseñanza media.

Esta comedia barroca resulta fundamental sujeto de estudio puesto que con cerca de quinientas versiones del mito de don Juan (Weinstein 187) germinadas a raíz de El burlador de Sevilla y el convidado de piedra, los arquetipos a los cuáles nos introdujo Tirso de Molina hace ya más de 380 años (de los Ríos 201), nos confrontan, incluso hoy en día, con las hipocresías de nuestra civilización occidental. A modo de prelectura, se puede discutir en el aula la persistencia de dichas dinámicas con el documental de Benjamin Nolot: Liberated: The New Sexual Revolution que muestra una mirada devastadora de la depredación sexual y su aceptación social en los ambientes universitarios (disponible en Netflix).

Para nuestra discusión, resulta fundamental entender el nacimiento del mito de Don Juan, por lo que ahondaremos en ello. Sabemos que, si bien fue forjado en los zacatines, las ramblas y los bostezos de las cortes, no deja de ser Téllez (de nom de guerre Tirso de Molina), quien lo introduce ad perpetuam en la herencia cultural del siglo de oro. Ignacio Arellano Ayuso apunta que "don Juan viene exactamente de El burlador de Sevilla, raíz básica, pieza seminal de la que van a nacer todos los donjuanes posteriores, directa o indirectamente" (27). Así, de la pluma de fray Gabriel Téllez, el burlador de Sevilla y sus mujeres se estampan por primera vez en nuestro imaginario colectivo.

En esta génesis literaria entre el hombre burlesco y sus mujeres burladas se refuerza también la prisión dicotómica entre lo positivo y lo negativo, lo masculino y lo femenino, Julio Baena plantea que:

no es la mujer un ser con atributos diferentes a los del hombre, sino un hombre defectivo, carente de ciertos atributos. Esa carencia se manifiesta en lo físico por la ausencia de miembros y glándulas portadoras en el imaginario europeo de algo más que funciones de reproducción, y esa ausencia física es transportada, como no podía ser menos en una buena lectura del universo como un sistema de signos más que de cosas, al plano metafísico y hasta teológico, en una total armonía de mayúscula Natura consigo misma, para denotar la ausencia de virtus. En otras palabras, la mujer, para ser perfecta, habría de ser un hombre.

(143–44) [End Page 307]

Entonces, si la femineidad se define como carencia de masculinidad, la burlada no puede ser burladora. Sin embargo, Téllez, en su crítica (limitada) de las actitudes heredadas de su entorno, nos permite vislumbrar en Tisbea, una definición femenina discretamente menos ahogada en el paradigma de género, y posiblemente más libre de las acepciones que presupondrían que la mujer burlada sólo debe jugar el rol de vehículo para la satisfacción de la maliciosa apetencia de dominio de don Juan. Para profundizar en esto, consideraremos los modos en los que Tisbea difiere de las demás mujeres burladas y veremos el impacto que este personaje tiene en el áula postmoderna, cuando el lector joven se enfrenta con el mito de don Juan...

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