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  • Introducción. Burlas y veras en el Siglo de Oro. Teorías y prácticas
  • Ignacio Arellano

A nadie se le oculta la importancia de las burlas y sus modalidades en la literatura del Siglo de Oro; Monique Joly (1982) lo puso de relieve magistralmente. El panorama implicado es tremendamente complejo.

La primera tarea sería elaborar un marco teórico más completo sobre la burla y sus variedades —culta o popular, cortesana o rural...—, funciones —moralizantes, defensivas, agresivas...—y límites —el buen gusto, la moderación no sangrienta, la burla sin daño ni destrucción...—, que sirva de base a posteriores análisis, partiendo de las teorías vigentes en la propia época, que insisten en la legitimidad de la burla benévola, sin daño (según el concepto de eutrapelia, como la define por ejemplo Santo Tomás), lo que plantea problemas de difícil respuesta: ¿es posible burlar de la fealdad, siempre ajena, sin provocar dolor en algún grado?, ¿cómo interpretar aquellas fealdades que según Castiglione —El cortesano—lo parecen pero que no lo son? ¿Y cómo valorar el daño si el efecto en la víctima de la burla no lo puede calibrar de antemano el burlador? ¿Hasta qué punto la burla no se convierte en veras aunque el agente pretenda mantenerse dentro de ciertos límites cuya permisividad no sabemos quién la establece?

En el Quijote leemos:

Don Antonio Moreno se llamaba el huésped de don Quijote, caballero rico y discreto y amigo de holgarse a lo honesto y afable, el cual, viendo en su casa a don Quijote, andaba buscando modos como, sin su perjuicio, sacase a plaza sus locuras, porque no son burlas las que duelen, ni hay pasatiempos que valgan, si son con daño de tercero.

(II, 62)

Pero la misma insistencia sobre la moderación y la cara amable de la risa recomendada refleja la fuerte carga de agresividad que la risa lleva consigo y que resulta difícil —o imposible—controlar. [End Page 5]

Por mucho que los preceptistas, desde Aristóteles hasta los auriseculares, como estudia Roncero ("El humor y la risa"), se esfuercen en poner límites de amabilidad o buen gusto a la burla, si la risa se provoca por lo considerado defectuoso, torpe, vicioso, grosero o vil . . . es muy difícil despojarla de connotaciones críticas y ataques satíricos. Se comprende la contaminación de lo risible con valores poco lúdicos, pues la visión de lo torpe y deforme no siempre puede mantenerse en el círculo de la risa eutrapélica y fácilmente se orienta a la indignación satírica o se expresa mediante un ataque.

Si la risa —efecto o propósito fundamental de la burla—proviene, según los conceptos del Siglo de Oro, heredados de antiguo, de lo feo y deforme —de la turpitudo et deformitas—la burla llevará siempre una carga agresiva que sufre la víctima: se plantean, entre otras cuestiones, los límites, la dirección de la agresividad, sus funciones y los medios utilizados.

La conciencia de la agresividad de la risa hace que surjan mecanismos limitadores de la violencia. Un mecanismo de control es la censura; otro son las convenciones genéricas literarias capaces de desactivar la violencia de la burla aislándola en un marco globalmente lúdico. Casos característicos serían la comedia de capa y espada, la comedia burlesca, o la parodia mitológica, géneros eminentemente lúdicos (aunque podrían ser también usados con funciones satíricas). En términos generales cuando la burla agrede a un personaje de ficción, el lector o espectador puede reír sin sentir una especial conciencia de crueldad, pues la víctima es un ente literario sin existencia "real". A diferencia de la recepción de la tragedia, caracterizada por la compasión, el receptor de los géneros cómicos asiste distanciado a las peripecias de los personajes. De ahí que en la comedia la risa generalmente haya logrado templar sus caras más acres para permitir una diversión eutrapélica a su variado...

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