Conocer con, saber de y percibir desde el Perú amazónico: El perspectivismo amerindio en César Calvo y Miguel Vilca

En las últimas dos décadas, debido a la crisis ecológica y un modelo de desarrollo insostenible al nivel global, ha surgido un interés creciente en el reconocimiento y la subsiguiente crítica del antropoceno.¹ El término antropoceno plantea que el ser humano es una fuerza geológica preponderante que ha hecho un impacto irreversible en el planeta. Se refiere a una época particular del ser humano que se inició con la explotación permanente de recursos naturales y que ya ha simultáneamente empezado su propia caída dentro de la temporalidad geológica del planeta.² A pesar de la autopercepción del antropoceno como controlador de su entorno natural, la especie está supeditada a la continuidad del tiempo geológico para su propia sobrevivencia. Aunque el término es utilizado frecuentemente a través de varias disciplinas académicas, hay varias limitaciones de “antropoceno” porque implica que la condición de ser humano es suficiente para haber dejado una huella irreversible en el planeta.³ Donna Haraway, en una revisión del mismo, ha propuesto que hablar del antropoceno deja al lado el componente económico que es esencial para cualquier entendimiento de esta etapa del hombre. Por eso, propone que el término “capitaloceno” capta más adecuadamente que el impacto adverso en el planeta, que empezó con la Revolución Industrial, no es el resultado inevitable de la especie sino más bien el de una forma económica particular.⁴ Poniendo entre paréntesis cualquier diferencia entre los dos términos, la existencia tanto del antropoceno como el capitaloceno funciona a base de una distinción jerárquica presupuesta entre la cultura y la naturaleza. Es necesario problematizar esta premisa si queremos pensar con otras ciencias aparte de las occidentales.⁵

Este ensayo se enfoca en la ciencia producida en la región amazónica, y particularmente la producción creativa, para desmantelar el binario primordial de cultura/naturaleza que es la base para la ontología del capitaloceno y el antropoceno. Eduardo Viveiros de Castro ha proporcionado otro modelo de concebir la jerarquía occidental entre cultura/naturaleza y además, la división de los dos en sí, medio de investigaciones extensivas en la región amazónica. Viveiros de Castro plantea el perspectivismo amerindio como ontología alternativa a la occidental, y por extensión, un modelo desde el cual el mundo occidental puede aprender.⁶ A base de sus investigaciones en comunidades indígenas, concluye que la división entre la cultura y la naturaleza, antes tomada por sentada por antropólogos, no existe en las mitologías que la gente cuenta. Por el análisis de las mismas, Viveiros de Castro ha propuesto que la cualidad de la perspectiva es la que es compartida entre especies, y la naturaleza, múltiple, porque varia según la especie. Si la habilidad de ocupar una perspectiva es la que se denomina universal, entonces la conclusión es que el mundo está habitado por diferentes especies de sujetos, humanos y no humanas, que la aprenden según sus puntos de vista distintos. Por extensión, Viveiros de Castro arguye que la concepción amerindia del mundo implica una unidad espiritual/cultural y una diversidad corporal, desafiando la suposición antropológica occidental que la cultura es diversa (el multiculturalismo) y el carácter físico del ser (el cuerpo) señalando lo que es la condición universal.⁷ Él resume las creencias de las comunidades a base del término “multinaturalismo” con el fin de designar una de las facetas contrastivas entre el pensamiento amerindio y las cosmologías occidentales “multiculturales.”⁸ Viveiros de Castro concluye: “en resumen, los animales son gente, o se ven como gente” (“Amerindian Perspectivism” 470).⁹ Esta habilidad de verse “como gente” implica que la forma manifestada de cada especie es secundaria a la subjetividad interna, usualmente solo visible a los ojos de la especie particular o a ciertos seres transespecies, como chamanes...