Un viaje hacia la incertidumbre

“He matado y sé por qué lo hice” (15), así comienza la breve y enigmática novela del periodista y escritor chileno Luis Nitrihual. Quizás la mejor forma de aproximarnos a este libro sea atendiendo a lo que señala Giles Deleuze cuando advierte que una novela corta se caracteriza por contestar exclusivamente a una sola pregunta: “¿Qué ha pasado?” (197). Si nos adherimos al postulado, el lector debería, desde el inicio, tratar de descubrir quién es el muerto al que se alude en el comienzo y por qué se produce el asesinato. De esta forma, la primera invitación que nos hace esta obra es a realizar una lectura atenta a los detalles. Sin embargo, la anécdota fundamental de la novela no se desarrolla en torno a este asesinato, sino que lo bordea, ofuscándolo de la mirada investigadora.

Tras el misterioso crimen, la novela introduce las temáticas de la rutina y el hábito como las bases del estancamiento de sus protagonistas. El viejo y el narrador, ambos habitantes de una casa donde no sucede nada revelador, conviven en el espacio de lo cotidiano o, en términos de Pierre Bordieu, del habitus. Se trata de la casa grande, lugar donde se desarrolla la “historia de la soledad”, tal como lo anuncia el título del capítulo inicial. En este conocemos al viejo Luis, quien aparece ante el protagonista, también llamado Luis, como una pesadilla especular: “Me pregunto si cuando llegue a viejo me volveré igual que él” (13). Se evidencia aquí el fantasma del doble con la figura paterna, como proyección o modo de existencia paralelo al del protagonista. Ante la potencial introyección de la figura del padre en el modo de existencia del protagonista, el narrador introduce “la máquina de Kafka”, como una potencial salida ante la abulia de su vida como paseante por las calles de Temuco. El narrador se articula como un verdadero flaneur; un periodista que, en primera persona y tiempo presente interpreta los espacios de la ciudad. Pero el narrador no solo es periodista, dado que este se identifica ante todo como un escritor clandestino, el cual, a la manera de Roberto Bolaño y el poeta del realismo visceral en la novela Los detectives salvajes, Juan García Madero, se dedica al robo de libros.

La travesía en que se embarca el protagonista la convierte en un relato de viaje movilizado por el mito, como eje del texto, tras el debido proceso de iniciación. El mito correspondería a “la máquina de Kafka” y todo lo que rodea su existencia, mientras que la iniciación se produce gracias a la aprobación otorgada por el fundador del movimiento, Ernesto. Así comienza el motivo del viaje; viaje que es, por sobre todo, un periplo hacia la incertidumbre. El protagonista conoce a Gala, la pareja de Ernesto, con quien comienza la travesía fuera de la ciudad y el encuentro con una realidad completamente novedosa para él. El viaje, además de perseguir la ubicación de la misteriosa máquina de Kafka, también busca dar con Ernesto, quien ha desaparecido. En la búsqueda, Gala y Luis también se unen al anhelo compartido por ser los escritores del siglo XXI.

En este punto se produce una ruptura en el protagonista, se manifiesta su escisión, provocada por un afecto que comienza a habitarlo de manera cada vez más poderosa: la nostalgia: “Sentí algo de nostalgia de mi vida anterior pues supe, mirando a Gala, que no tenía deseos de regresar por ese pasillo y volver a la casa donde el viejo permanecería para siempre” (42). Con Gala, se abre el futuro, pero también como señala Julia Kristeva, a propósito de la nostalgia, aparece el sentimiento de marginación de la felicidad, el padecimiento “de una condena que implica el obsesivo deseo y la búsqueda de algo perdido o imposible de alcanzar, por lo...