In lieu of an abstract, here is a brief excerpt of the content:

  • La Ñusta de Tararunque
  • Gloria Cáceres Vargas (bio)

La gente estaba muy afanada preparando la subida hasta Tararunque. Una semana antes los cargontes venían preparando la chicha de maíz, matando sus reses, horneando los panes y sobre todo los bizcochos y maicillos tan agradables que se preparaban solamente para ocasiones como ésta. Tenían todo lo necesario para iniciar los festejos de la celebración del ojo de agua de Tararunque y la de la Virgen de Lourdes quien presidía toda la fiesta. Llegó el primer domingo de agosto y como cada año, era el inicio de la celebración de la fiesta del agua. La gente estaba muy alborotada para empezar el viaje de la celebración.

En esta ocasión, don Manuel era el Alférez de las fiestas de la Mamacha Lourdes y de la del puquio. Montó su caballo y, llevando en su regazo en una apacha la pequeña imagen de la Virgen, salió del pueblo seguido por varios ensillados. Mucha gente a pie también empezó a subir la cuesta empinada, que de un momento a otro se la vio muy colorida por la vestimenta de la gente. A lo lejos las personas parecían mariposas de colores porque estaban y no estaban, cuando desaparecían en las quebradas. Como de costumbre, casi a la mitad de la cuesta descansaron para brindar y cantar a la Virgen y a la vez a la Ñusta de Tararunque.

Cuando llegaron a la cumbre de Sonquta, sintieron que los latidos de su corazón iban al compás de los harawis y qachwas. Faltaba un buen tramo para llegar a Tararunque que estaba aproximadamente a unos 5 mil msnm. Pese a que el día estaba iluminado, se sentía un frío gélido que congelaba el corazón, pero a punta de cañazos tomaron fuerzas para llegar hasta al ojo del agua. Ya ahí, respiraron a todo pulmón y reunidos todos se ubicaron alrededor del mismo ojo de agua para elevar sus plegarias tanto para la Virgen de Lourdes como para la Ñusta de Tararunque. La gente decía que dentro del puquio vivía una hermosa mujer que velaba el lugar. Si bien permitía que algunos animalitos del lugar merodeen no aceptaba que otras personas lo profanasen. El cura bendijo a la Virgen de Lourdes, al ojo de agua Tararunque y a todos los asistentes. Así mismo, el layqa hizo lo propio. Primero, realizó el pago a la tierra leyendo en la coca lo que necesitaban saber. Luego sahumó el lugar con incienso y otras esencias. Había un sincretismo religioso que conciliaba la fe de los asistentes.

Antes del banquete de costumbre, los asistentes entre hombres, mujeres y niños empezaron a limpiar la acequia con las herramientas que habían llevado. Cada uno hacía el trabajo que podía realizar. Los hombres chacchando su coca a una sola voz tiraban pico para sacar la champa y todas las malas yerbas que habían crecido en la acequia durante un año. Algunos niños colaboraban llevando todo lo que habían sacado a otros lugares. Algunas mujeres tocando sus tinyas cantaban sus harawis con temas alusivos al agua. Pero había otras que preparaban en grandes pailas un guiso de carne con chuño y otros potajes que se acostumbraba para esas ocasiones. De cuando en cuando brindaban con la chicha de maíz bien fermentada. Cantaron y bailaron alegremente sin reparar que el día se acortaba.

Lo único importante era hacer que el agua discurra libremente hasta llegar al pueblo y a las sementeras. Todo era alegría y al frío lo habían enterrado. Don José estaba feliz porque había sido elegido para celebrar la fiesta del agua el año siguiente. La noche se asomaba rápidamente y con ella la gente empezaba el descenso cantando y haciendo hurras. Algunos estaban un poco ebrios pero la alegría los unía. Por eso, estaban tan lejos de imaginar que un día menos pensado esta comunión con la naturaleza, con las aves, plantas y sobre todo...

pdf