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  • Secretos de Salamanca en El cuarto de atrás
  • Joan L. Brown

Este trabajo intenta arrojar luz sobre algunos secretos de Salamanca revelados en el primer libro que Carmen Martín Gaite empezó a escribir después de los años de censura. El cuarto de atrás se puso en marcha el día en que Franco murió en 1975 y se publicó con gran aclamo en 1978, siendo el ganador del Premio Nacional de Literatura. Es a la vez un libro de memorias y una novela fantástica. Cuenta la historia de alguien que es exactamente igual a la autora y que además se hace llamar por su inicial, C. La protagonista recibe la visita de un misterioso hombre de negro cuyos ojos se asemejan a los de una enorme cucaracha que aparece justo antes y después de su estancia en casa de C. Su conversación transcurre en el curso de una sola noche, durante la cual la autora rescata los recuerdos de su infancia en Salamanca, en el transcurso e inmediatamente después de la guerra civil española. La cuestión en la que me centro es: ¿qué reveló Martín Gaite sobre Salamanca en este periodo, ahora que ya era libre de decir cualquier cosa? ¿Qué información, noticia o conocimiento reservado y oculto (lo cual es la definición de un secreto) escogió comunicar, y cómo lo hizo? Como bien es sabido, la censura de la prensa, la literatura y el cine fue impuesta a lo largo de la dictadura de Franco entre 1936–75, y se extendió a asuntos sociales, religiosos y políticos. Para nuestra autora, que se definía a sí misma en aquel entonces como una “señorita soltera de provincias” (Cuarto 50), los temas censurados sobre los que ahora podía hablar eran casi exclusivamente políticos: todo lo que tenía que ver con el Régimen, sus instituciones y sus afiliados y defensores.

Martín Gaite veía el mundo desde la perspectiva de una historiadora cualificada. Sin embargo, desconfiaba de la historiografía. Su propósito para El cuarto de atrás era escribir un relato contrario a la “historia oficial” de la Guerra Civil entendida como una gloriosa cruzada contra los infieles (Herzberger). Lo hizo de un modo nuevo y puramente literario, con la ayuda de un interlocutor fantástico. Decidió no centrarse en fechas de eventos históricos, a los cuales se refiere el hombre de negro con desdén como las “piedrecitas blancas” del cuento de Pulgarcito de Perrault. En vez de eso, recupera las “migas de pan” evanescentes de la misma historia (94), invirtiendo el simbolismo original para fijarse en experiencias significativas y veraces. “El desorden en que surgen los recuerdos es su única garantía”, le asegura el hombre de negro, “no se fíe de las piedrecitas blancas” (103). Además del desorden, El cuarto de atrás es un producto de la distancia temporal. Carmen Martín Gaite nació en 1925 por lo que tenía solamente once años cuando la Guerra Civil estalló. Empezó a escribir esta novela casi cuatro décadas más tarde, recuperando recuerdos que tenían una resonancia emocional en ella.

Martín Gaite observó que los lugares eran su punto de partida cuando escribía: “Una cosa que ha sucedido, cuando la recordamos, nos damos cuenta de que tuvo su propio lugar” (“Tiempo y lugar” 386). Los primeros recuerdos sobre la Guerra Civil en El cuarto de atrás se asocian con los bombardeos. El refugio al que su familia huía cuando éstos tomaban lugar estaba cerca de su casa en el número 3 de la plaza de los Bandos. Explica C. que “el refugio estaba enfrente, lo habían construido aprovechando una calleja estrecha que había entre la iglesia del Carmen y la casa de doña María la Brava” (60), dos edificios que todavía existen. Uno de los bombardeos particularmente inolvidables está asociado con la calle Pérez Pujol. Como C. contesta a una pregunta del hombre de negro: “—¿De los bombardeos? Sí, sí que me acuerdo. Un día...

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