Introducción: Poesía Y Materialidad

Hace tiempo que los historiadores del libro y la cultura escrita han mostrado que la materialidad de los textos literarios es en muchos casos constitutiva de sus significados y crucial en todos ellos para comprender su circulación y sus usos sociales. Hasta hace no tanto tiempo, sin embargo, el texto poético se había mostrado más resistente que otros géneros literarios a las aproximaciones materiales, particularmente en la Edad Moderna. La autonomía de la que están dotados por su extensión limitada, por su milimetrada elaboración formal, por el complejo juego entre el texto escrito y la oralidad o performatividad de su ejecución parecería haberlos hecho inmunes a las determinaciones y contingencias de su existencia material. De modo similar, las formas de subjetividad soberana y trascendente que normalmente asociamos con el texto poético pueden también haber contribuido a su relativa independencia respecto a sus encarnaciones materiales; como si la propia voluntad de la lírica de permanecer, de construir algo más imperecedero que el bronce, nos hubiera hecho olvidar la dura referencia a la materialidad en la oda de Horacio (Carmina 3.30). Leah Price lo formulaba de la siguiente manera en la introducción a un importante volumen del PMLA sobre la historia del libro y la idea de literatura: "If the book has been invisible (or intangible) to most twentieth-century literary critics, it isn't simply because we aren't trained to analyze material culture; it's also because a commonsense Cartesianism teaches us to filter out the look, the feel, the smell of the printed page. Hence critics' discomfort with purely bibliographic units—the page break as opposed to the line break, the volume as opposed to the chapter" (Price, "Reading Matter" 12).

Varias transformaciones históricas asociadas de manera general con el Renacimiento europeo nos invitan a explorar la relación entre el texto poético y la cultura material de la época. Por una parte, el desarrollo de la burocracia asociada con algunos estados emergentes requirió de cada vez más agentes relacionados con la letra: escribanos, abogados, contables o mercaderes. El medio profesional de estos agentes es esencial para comprender algunas de las prácticas literarias más innovadoras del periodo o las cambiantes concepciones de la autoría asociadas con lo que Ana María Gómez-Bravo, colaboradora de este volumen, llamó una nueva "cultura del papel". La nueva relación que el humanismo y el anticuarianismo establecieron con los restos materiales del pasado grecolatino también tuvo consecuencias importantes para las formas de pensar y practicar la poesía. La invención y generalización de la imprenta, por supuesto, alteró de manera significativa los modos de producción, transmisión y consumo de la poesía, al mismo tiempo que facilitó la invención de nuevos géneros—líricos y editoriales—como el pliego de cordel.

Por lo que respecta a la poesía lírica, sin embargo, los debates que surgieron en torno al alcance y los límites de las transformaciones que trajo la imprenta seguramente se saldaron con la victoria de los gradualistas, como Adrian Johns, frente a los revolucionarios, como Elizabeth Eisenstein. Es decir, para los estudiosos de la poesía altomoderna casi siempre estuvo claro que la generalización de la imprenta de ninguna manera eliminó la producción y transmisión manuscrita de lírica y ambos modos de publicación material convivieron y compitieron a lo largo del Siglo de Oro. Bien al contrario, la tradición manuscrita del corpus poético de numerosos poetas renacentistas y barrocos es tan relevante como las vicisitudes de su compilación impresa, en el caso de que la tuvieran. La proliferación de medios materiales sueltos y efímeros, como los envoltorios de regalos, los cuadernillos, las cartas, los billetes y los librillos de memoria permitieron una movilidad y una sociabilidad literarias de gran vitalidad que pertenecen de manera integral a los procesos de construcción de sentido de la comunicación poética. Además...