In lieu of an abstract, here is a brief excerpt of the content:

LA ISLA PROHIBIDA. Alfredo Prieto González Los norteamericanos, que desde la Ley Seca conocen las maneras de lidiar con las frutas prohibidas, suelen sentirse atraı́dos por una cultura de la que sin embargo perciben, como en la caverna platónica, muchas veces solo las sombras —y no los guerreros. Sobre la calidad de esa atracción inciden tanto representaciones históricas, asombrosamente sostenidas en el tiempo, como la barrera idiomática y el discurso de la polı́tica oficial que, a contrapelo de amplios sectores de opinión y encuestas, se pronuncia por no tener una relación normal con ese vecino cercano y sin embargo distante, y les recuerda a los ciudadanos la prohibición legal de viajar a la Isla por puro placer, debido al Trading with the Enemy Act —una legislación que, sintomáticamente, data de la época de la Revolución de Octubre. Una serie de sucesos contribuyeron a eso que, en efecto, algunos llamaron entonces «la moda cubana». «Cuba está de moda, ası́ como todo lo cubano» —constataba con toda propiedad el historiador Louis A. Pérez, Jr. en un prólogo.1 El caso de Elián González determinó la preeminencia de Cuba en los espacios públicos, en las conversaciones cotidianas, los centros laborales y las cocinas de las casas; un asunto complejo donde no solo estaba en juego el destino de un niño secuestrado y reclamado por su padre, sino también el problema de los valores familiares y el derecho a la custodia, de gran importancia para la sociedad norteamericana. Luego del paso del huracán Michelle, se produjo un cierto cambio de tono en las relaciones bilaterales, que redundó en un suceso puntual, pero inédito desde la promulgación del bloqueo en 1962 y que no significa el desmantelamiento del esquema vigente: la venta de alimentos, medicinas y productos agrı́colas, lo cual otorgó a Cuba, de nuevo, planos relevantes en los medios de difusión, con el subsiguiente debate acerca de la racionalidad o no del esquema aplicado en la polı́tica hacia la Isla. Más tarde, el traslado de prisioneros afganos y de otras nacionalidades a la base naval de Guantánamo, ası́ como las lı́neas de comunicación mantenidas al respecto entre ambos adversarios históricos, ubicaron a la Isla en una inusual visibilidad pública, quizás como no la habı́a tenido desde la época de Etiopı́a y Angola. La visita del ex presidente James Carter, en mayo de 2002, tuvo entre otros el efecto de reciclar las percepciones públicas sobre la Isla en los medios masivos de difusión, y, sobre todo, en la TV norteamericana. Desde este ángulo, lo distintivo fue la emergencia pública del debate existente entre sectores de la clase polı́tica acerca de cómo lidiar con el enemigo —es decir, la mejor manera de deshacerse del sistema polı́tico vigente en Cuba.«Palomas» y «halcones», según lo usual, diferı́an en los métodos, pero C  2009 Southeastern Council on Latin American Studies and Wiley Periodicals, Inc. 79 The Latin Americanist, September 2009 coincidı́an en los fines: Fidel Castro llevaba ya demasiado tiempo en el poder y la polı́tica norteamericana habı́a fallado en deshacerse de él, algo que debı́a ser corregido al cabo de más de cuarenta años. La imagen de Cuba como bête noire reemergió, esta vez con la afirmación de que estarı́a en capacidad de producir armamento bioterrorista, una acusación lanzada por el subsecretario de Estado John Bolton en la Heritage Foundation, un think tank conservador que en su momento operó como una de las apoyaturas ideopolı́ticas del reaganismo. Resultaba evidente que el sector duro estaba obturando sus mecanismos de opinión pública en aras de mantener la postura tradicional apelando al sensible tema del terrorismo después del 11 de septiembre. En ese contexto, en el que se enfrentaron de nuevo la inercia y la renovación —esta última no necesariamente caracterizada por la buena voluntad—, se produjo una avalancha de viajeros norteamericanos que llegaban a tocar...

pdf

Share