Historia, ideología y perspectiva de género en la España del XIX: El "ciclo" de leyendas históricas de María del Pilar Sinués de Marco (1855-1857)

Introducción: La compleja representación del género en las letras isabelinas

Asistimos, desde finales del pasado siglo, a un creciente interés crítico por identificar y fijar las bases estético-ideológicas del llamado "canon isabelino", delimitando para la escritura de las mujeres un espacio diferenciado en sus motivaciones y en sus procedimientos literarios.¹ Este floreciente foco de atención de la historia y del análisis literario ha venido a trasladar al centro de la ortodoxia crítica un hecho que, aun siendo de significativa relevancia para la comprensión de los derroteros por los que circula la escritura peninsular decimonónica, había sido hasta entonces relegado a la periferia de los estudios sobre la producción textual del período: el acceso normalizado de las mujeres a la cultura impresa. En el cuarto de centuria que se extiende desde la mayoría de edad de Isabel II hasta el estallido de La Gloriosa, se produce en el terreno literario nacional una novedad que altera de forma ya irreversible la uniformidad genérica que había presidido hasta el momento la "alta cultura" peninsular, vivamente masculinizada: la legitimación colectiva de la escritura femenina, canalizada a través de las producciones de las románticas neocatólicas de segunda – o tercera – ola y, en líneas generales, de las narradoras de lo doméstico-moral.

Bien es cierto que dicha legitimación pudo producirse únicamente en la medida en que la literatura emergente de la pluma de las isabelinas se entendió como una práctica textual contenida y disciplinada, es decir, sometida a los moldes – géneros, tipologías – sancionados por el establishment cultural decimonónico y movida por intereses ideológicos afines a aquél, como los de difundir los estereotipos de género emergentes del discurso de la diferenciación sexual, alentar la distribución de funciones por sexo, distintas, complementarias y separadas por esferas (ellos en lo público, ellas en lo privado), y apuntalar un entendimiento socio-familiar que resultara ejemplar en el complejo proceso político de construcción del nuevo Estado liberal español.

Aun así, el acceso consentido a las principales plataformas de visibilización literaria – prensa periódica generalista o para mujeres, novelas por entregas, en formato folletinesco o en volumen, tratados educativo-morales, entre otros – constituyó un reactivo sustancial para la profesionalización de las escritoras del período. Sus obras revelan el notable esfuerzo en el que se empeñaron para mantener y consolidar el estatus público recién adquirido, encajando unas inquietudes de género derivadas de su doble posición de mujeres y artistas pertenecientes a un sistema socio-cultural patriarcal – como la reivindicación del acceso a la educación o a la literatura, del reconocimiento del talento y de las aptitudes femeninas, o del ensanchamiento de los círculos de influencia de las mujeres – en un discurso que, simultáneamente, sustentara las bases socio-sexuales de la ideología liberal burguesa que las legitimaba como creadoras, es decir, la "diferencia complementaria" y la ya señalada división de esferas.² Esto explica, posiblemente, las contradicciones o "paradojas" que se vienen señalando en la obra de las escritoras isabelinas (González sanz, "Domesticar la escritura" 52), y que no son más que el resultado natural de la colisión entre su firme voluntad de supervivencia literaria y la imperiosa conciencia de género que demuestran.

La mayor parte de las narradoras del período transitó la senda literaria de las "costumbres morales" o "de la domesticidad",³ que constituía el formato ya institucionalizado más ad hoc para dar rienda suelta a las inquietudes de sus autoras sin incurrir en terrenos proscritos para la pluma femenina. en este "subgénero", cuya esencia ya desgranó en su día Ferreras (Los orígenes), tiene cabida con holgura la mayor parte de las novelas de la...