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  • "Será el débil sonido":sor Juana y el epinicio al virrey conde de Galve
  • Antonio J. Arraiza Rivera

Desde su publicación en el Trofeo de la justicia española en el castigo de la alevosía francesa preparado por Carlos de Sigüenza y Góngora e impreso en 1691,1 la silva Epinicio al virrey Conde de Galve ha ocupado un lugar incómodo en la obra de sor Juana Inés de la Cruz.2 Métricamente hermanado al Primero sueño y a los ovillejos "El pintar de Lisarda la belleza," el Epinicio no ha suscitado la estimación de ambos textos.

Antonio Alatorre lo considera un poema hecho de prisa, cuyas hipérboles le otorgan una impronta casi cómica (XXXIV). Alessandra Luiselli lo lee como muestra de la tensa relación entre sor Juana y sus últimos mecenas, los virreyes de Galve.3 Para la estudiosa, la silva está escrita en clave irónica, lo que explica el escaso espacio que la poeta concede al recuento de la gesta administrativa del virrey Gaspar de Sandoval Cerda Silva y Mendoza, conde de Galve, en contraste con la riqueza de las imágenes metapoéticas (115). George Antony Thomas, por su parte, aclara que los pasajes metapoéticos son una forma de atascar ("stall") el texto en lo que él denomina el "modo no épico" (48), aunque posteriormente sugiera que éste ofrece una perspectiva [End Page 171] americanista que prefiere exaltar a los poetas criollos en vez de las fuerzas de la metrópoli (50).

Al margen de las matizaciones, las interpretaciones en torno a la silva coinciden en la extrañeza que sus imágenes suscitan, tomando en cuenta su cometido. Alabar al virrey de Nueva España por haber firmado un documento militar parece difícilmente compatible con un conjunto abigarrado de alusiones ginecológicas,4 meteorológicas y balísticas que insisten en la imposibilidad de transmitir adecuadamente los atributos del homenajeado. Sumado a ello el abundante uso de hipérbatos, perífrasis y cultismos, el Epinicio suele ser leído como muestra parcialmente redimible de esa literatura barroca destinada al halago cortesano en la que lo sublime no está muy lejos de su opuesto: la hinchazón (Longino 10). Un encargo con el que la monja cumple a regañadientes, exacerbando las convenciones de la poesía laudatoria al punto de encarnar lo opuesto al Primero sueño (Alatorre XXXIII).

Pero igual que el Sueño, el Epinicio es una obra en la que la presencia de la poeta ocupa un lugar central. Mientras que la silva intelectual culmina con el verso "el mundo iluminado y yo despierta," plasmando un cuerpo que recoge una experiencia cognoscitiva, la silva gratulatoria comienza con una voz que se propone entonar un cántico de alabanza para uno de sus últimos mecenas. Uno de los problemas que lo vertebran es precisamente el acto de enunciación poética que desde su clasificación como epinicio ("canto de victoria"), hasta los últimos versos, queda adscrito a la categoría de cantar.5 Sostengo que la dificultad de "cantar" los hechos de don Gaspar, reiteración de adynata o hipérboles que enfatizan la grandeza del suceso proferido por una voz falsamente modesta, rubrican una serie de cuestiones vinculadas a la ambigüedad temática y la transmisión del poema.

Puesto que cantar es una manifestación vocal, me interesa indagar cómo el Epinicio da cuenta de dicho fenómeno. ¿Qué nos dice una voz que se caracteriza constantemente en sus versos, señalando sus cualidades sonoras, estableciendo comparaciones para sus fracasados asedios al asunto asignado? Si sor Juana se resiste al encargo a partir de la articulación de la voz como metonimia de la actividad poética, ¿cómo se resiste? ¿Y de qué manera leer la voz de la poeta en el Epinicio añade a nuestra comprensión del corpus de la autora y las formas en que habitó, desde su escritura, los espacios de socialización literaria?6 [End Page 172]

Que un virrey firmara una orden autorizando al cuerpo naval de la Armada de Barlovento para intervenir en...

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