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  • La niña de Gómez Arias by Luis Vélez de Guevara
  • Rafael Ramos
Luis Vélez de Guevara.
La niña de Gómez Arias.
Editado por William R. Manson y C. George Peale. Introducción de María M. Carrión.
Juan de la Cuesta, 2015. 230 Pp.

NUNCA ALABAREMOS BASTANTE LA TITÁNICA LABOR de William R. Manson y C. George Peale, quienes desde 2002 vienen editando con gran pulcritud todas las obras teatrales de Luis Vélez de Guevara, dramaturgo hoy más mencionado que efectivamente leído y estudiado. En efecto, el novelista creador de El diablo cojuelo ha eclipsado a un notable autor de comedias que rivalizó en los gustos del público con Lope de Vega, Tirso de Molina o Pedro Calderón de la Barca. Aunque se le atribuye un centenar de obras, solo ahora empiezan a resultar accesibles a la mayoría de los lectores e investigadores.

En ese sentido, esta edición de La niña de Gómez Arias merece los mayores elogios. No se trataba de una tarea fácil, sobre todo porque los testimonios conocidos de esta comedia (tres ediciones sueltas de fecha incierta) son bastante tardíos y han transmitido una versión bastante estragada desde el punto de vista textual. Es particularmente notable, por ejemplo, que solo ahora se advierta la laguna de los vv. 82–84, que hay que añadir a las que advirtieron los editores anteriores: Ramon Rozzell (1959) y Carmen Iranzo (1974). A la fijación del texto de un modo riguroso —y bien ejemplificado no solo en esta comedia, sino en toda la serie ya publicada—, basada en un buen conocimiento de la producción dramática, los usos estilísticos y la peculiar ortología del autor, le acompaña una anotación inteligente, amplia y regular, que da cumplida cuenta de prácticamente todos los problemas que puede plantear su lectura a un estudioso contemporáneo. Ciertamente, no se incluyen las voces poco comunes que se pueden consultar en un diccionario habitual (como, por ejemplo, “sábalo”, “escarpia” o “espetera”), pero eso no constituye un problema de envergadura, especialmente en una edición dirigida sobre todo a los investigadores.

Merecen una mención especial las notas dedicadas a identificar modismos estilísticos propios de Luis Vélez de Guevara, como el uso de las expresiones “¡Guarda fuera!” o “Ya es mucho apretar” por parte de los graciosos (vv. 336 [End Page 231] y 426), la comparación de las letras de la amada con las estrellas (v. 507), la aparición del sintagma “sin sentido” (v. 787) o la fórmula “encajar los huesos” con el significado de “estrechar la mano” (v. 2492). También resultan muy interesantes las notas destinadas a aclarar el vocabulario de germanía, con el que el autor caracteriza sutilmente a algunos personajes: por ejemplo, “jayán” (v. 45), “negro” (v. 617) o “aroga” (v. 1896). Un “Índice de voces comentadas” (225–29) recoge todo ese trabajo y lo convierte en una útil fuente de consulta.

Cabe señalar que en algunas ocasiones la nota, sin estar errada, no acaba de reflejar el pleno alcance del texto. El “guineo” es, en efecto, “el lenguaje de los negros ... para producir efectos cómicos” (189), y tanto el texto aducido de Quevedo como los estudios a los que se remite resultan ejemplares en ese sentido. Sin embargo, en un contexto como “Enigmas son todas esas, / y guineo para mí” (vv. 249–50), su sentido es más bien el de “jerga confusa, ininteligible”, como ejemplifica el siguiente pasaje de Mateo Alemán: “[sería adoctrinar] por precetos de gramática; que à los que no la saben, sería hablar guineo, y fácil para los que la entienden” (Ortografía castellana, editado por José Rojas Garcidueñas, El Colegio de México, 1950, p. 9).

En otros casos, sin embargo, y a pesar de la atención con que los editores han realizado su trabajo, aparecen unos pocos pasajes que merecerían una nota. Es el caso de los vv. 414–15, donde “derribar el gabán” se debe leer a la...

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