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FLORILEGIO DE POESÍA ERÓTICA DEL SIGLO DE ORO José J. Labrador Herraiz Ralph A. DiFranco Cleveland State University University of Denver L os textos que recogemos en esta breve antología de poesía erótica de los siglos XVI y XVII son casi todos inéditos, aunque puede que alguno que pensamos novicio se haya publicado y no lo hayamos visto. Digamos, entonces, que muchos de ellos ven la luz en letra impresa por primera vez en la revista Calíope. Nos mueve a presentar este ramillete de poesías la poca difusión que textos tan interesantes y divertidos, aunque algunos no lo son tanto, han tenido en nuestra historia literaria. Los filólogos franceses han sido quienes más han rebuscado en nuestra profusa lírica erótica manuscrita. Baste recordar los trabajos de Raymond Foulché-Delbosc espigando sonetos y seguidillas y la recopilación ya “clásica” de Pierre Alzieu, Robert Jammes e Yvan Lissorgues.1 En el acarreo de textos poéticos para la preparación de nuestras ediciones y de la Bibliografía de la Poesía Áurea (BIPA), hemos tropezado con una considerable cantidad de textos eróticos que hemos ido reuniendo para tener en su día un repertorio que haga mayor justicia a un género tan amplio y rico como tan escondido por algunos filólogos del pasado, más preocupados por la castidad de nuestra literatura que por desentrañar el contenido humano, el triunfo del amor físico cantado en metros. En su conjunto, se echa de ver enseguida su abundancia, su anonimato, su desarraigo para transgredir la norma y la censura, su chispa para tratar los aspectos más recónditos de la casuística erótica, su animado verbo y su minucioso acopio de detalles que ornamentan con desparpajo una situación que pasa del orden privado al dominio público mediante el desenfado imaginativo y la habilidad métrica de los poetas. La poesía erótica casi siempre (Ovidio lo dejó bien asentado) va arropada en un envoltorio jocoso cuya lectura intenta producir una sonrisa sana que deriva mayormente del desenfado con que se trata la anécdota, el disparate. Pero no siempre es así, decíamos, porque a menudo hay composiciones que se distancian del común por las consecuencias serias del hecho erótico. Es el aspecto grave de este tipo de lírica que apenas se ha tratado, acaso por el desconocimiento que todavía tenemos de los textos, de aquéllos, por ejemplo, donde oímos los lamentos de una joven denunciando a su violador, o vemos correr CALÍOPE Vol. 12, Number 2 (2006): pages 119-167 120 José J. Labrador Herraiz & Ralph DiFranco D D D D D las lágrimas de la doncella que ha sido burlada por un bribón o sentimos el temor de la doncella que sufre haberse quedado preñada. Hay otros matices en la poesía erótica que quedan aquí reflejados en estos textos. En la poesía de tipo tradicional, aquella que ha recogido Margit Frenk,2 hay villancicos a los cuales se les puede sacar punta por su sugerencia erótica. En sí mismos acaso no lo sean, pero la disposición de elementos invita a la disemia con tintes sexuales. De esta alternativa saca muy buen provecho el canónigo de Sigüenza Jerónimo de Barrionuevo.3 Del anticlericalismo a la erótica, para qué hablar. De sobra conocemos “las poesías del frailecico del haba”. Maridos cornudos o impotentes, jóvenes acaloradas, viejas enardecidas, frailes entrometidos, molineros dispuestos, prostitutas... todos y todas empeñados en la lírica batalla de amor, para diversión de un público oyente o lector que disfrutaba con la fantasía del sueño o el realismo del percance eróticos. Aunque esta poesía circulaba anónima casi siempre, no quita para que sepamos de poetas conocidos que pusieron la pluma al servicio de Venus, como aquí es el caso de Diego Hurtado de Mendoza (núm. 13), de Lope (núm. 23), de fray Melchor de la Serna (núms. 14 y 38) y de Barrionuevo (n...

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