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DE LA ESCRITURA DEL EXCESO A LA POÉTICA DEL JUSTO MEDIO: OTRA TRAYECTORIA Christine Orobitg Universidad de Aix-Marseille I E n consonancia con los tópicos de la navegación amorosa y del peregrino de amor, la poesía de Garcilaso deja amplia entrada a las imágenes de la errancia y del desplazamiento. Dotadas de un referente biográfico evidente (los numerosos viajes del soldado), estas imágenes también parecen impregnarse de un valor metatextual, indicando un itinerario en la escritura. Altamente polisémica y abierta a diversas lecturas, la trayectoria poética de Garcilaso ha sido notablemente analizada por Rafael Lapesa y por Nadine Ly. Se ha podido considerar también en la poesía garcilasiana un ”orden”, una trayectoria que recuerda, para algunos, el canzionere petrarquista, con un soneto-prólogo y una división de los poemas in vita e in morte de la amada. La primera edición de las poesías de Garcilaso —en el libro IV de las Obras de Boscán y Garcilaso impresas en Barcelona en casa de Carlos Amorós en 1543— presentaba, por su parte, una subdivisión en dos partes: petrarquista (sonetos y canciones) y clásica (oda, elegías, epístola y églogas) (Morros lxi). El presente estudio pretende completar —si es posible— la trayectoria garcilasiana proponiendo considerar un nuevo recorrido: el que va de las primeras poesías, marcadas por cierta hinchazón e hiperbolismo expresivo, hacia el equilibrio, la contención, la expresión armónica y (aparentemente) “natural” de los últimos poemas. En este recorrido poético, el Cortegiano de Castiglione —que preconiza huir de la “afetación” y que expresa un ideal de equilibrio, de mesura y de armonía—parece haber desempeñado un papel esencial que el presente estudio tratará de analizar. Los primeros poemas: una poética del estremo Recogida y emblematizada en el Cancionero general, publicado por Hernando del Castillo en Valencia, en 1511, la poesía cancioneril no es sólo una forma métrica —encarnada de manera privilegiada por el octosílabo, “instrumento expresivo . . . que brotaba con fluidez y se adaptaba con facilidad tanto a las exigencias de los distintos niveles CALÍOPE Vol. 10, No. 1 (2004): pages 19-54 20 Christine Orobitg D D D D D de lenguaje como a las conveniencias de los diversos géneros”, para citar las acertadas palabras de Rafael Lapesa—, sino también un tono, una ”manera” caracterizados por cierta tendencia a la exageración expresiva (“Estudio preliminar” ix). Examinar la poesía cancioneril es adentrarse en un mundo poético ardiente y extremado, en el cual los poetas ponderan sus dolencias amorosas en una lengua hipérbólica, llena de alardes verbales y sentimentales. La acumulación de aparatosas alegorías, los continuos choques expresivos creados por la antítesis, la sucesión abrumadora de paradojas, la omnipresente hipérbole, los numerosos juegos fónicos, la abundancia de piruetas y sutilezas conceptistas, todo ello contribuía a hacer de esta lírica una poesía eficaz y densa, pero también, a veces, algo artificial y afectada. Heredera de las tradiciones cancioneriles, la primera poesía de Garcilaso aparece ante todo situada bajo el signo del exceso, de la exageración, de la desmedida tanto temática como formal. Sus ocho coplas octosilábicas (excluidas de la primera edición de 1543) cultivan el “jugar del vocablo”, de acuerdo con los códigos de la lírica cortesana ilustrada por el Cancionero general de 1511. Paronomasia, políptoton, figura etimológica, paradoja y antítesis, todas estas figuras tan apreciadas por los poetas cancioneriles abundan en estas primeras composiciones, contribuyendo a crear toda clase de artificios conceptistas. Las coplas I y II cultivan la variación léxica (culpa/culpado), y juegan sobre los efectos de oposición y de eco entre culpar y desculpar. La copla III cultiva la paradoja hablar/callar. La copla IV, A una partida, juega insistentemente sobre el verbo partir, tomado en varios sentidos, y ofrece una compleja paradoja. La copla VI desarrolla el concepto del hilo y de la red, símbolos de la prisión amorosa. La VIII...

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