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“ALZÓ EL AIRE LAS FALDAS DE MI VIDA”: PETRARQUISMO Y ANTIGUA LÍRICA POPULAR EN UN SONETO DEL JARDÍN DE VENUS Magdalena Altamirano San Diego State University, Imperial Valley L as prendas de vestir a menudo han contribuido a la imaginación erótica, tanto en la vida real como en la literatura o el arte. A propósito de un pasaje del primer Quijote, el de Dorotea lavándose los pies y espiada por el cura, el barbero y Cardenio (Cervantes I: 28; 318-19), Augustin Redondo afirma que “el juego de partes ocultas [cabeza y cuerpo cubiertos por vestidos masculinos] y reveladas [pie y media pierna] organiza el espacio corpóreo y espolea la imaginación, suscitando el goce ocasionado por lo prohibido.” En la segunda fase de la contemplación, cuando Dorotea descubre su condición femenina, al dejar libres sus cabellos, que cubrirán todo su cuerpo, salvo los pies, “el juego ... entre tapar/destapar, velar/revelar lanza una vez más la imaginación de los mirones: es como si el cuerpo, ocultado por esa cortina de cabellos, por ese dorado velo, se hiciera todavía más deseable porque lo imaginado substituye a lo que la mirada no puede ver” (“Las dos caras” 164-65). Y Mario Perniola subraya que “en las artes figurativas el erotismo se manifiesta como una relación entre las partes cubiertas por ropas y aquellas que quedan al desnudo. Su especificidad deriva, pues, de la posibilidad de un movimiento, de un tránsito de una condición a otra” (237). Esta posibilidad de movimiento entre cuerpo vestido y desnudo, entre cuerpo velado y revelado, está presente en el soneto “Alzó el aire las faldas de mi vida,” incluido en el Jardín de Venus, o Jardín de flores, colección de poemas eróticos atribuida a fray Melchor de la Serna, el Vicentino, monje de San Benito en Salamanca. En “Alzó el aire las faldas de mi vida” el juego entre tapar y destapar, clave del erotismo del poema, se apoya en una variación del código petrarquista de representación femenina, CALÍOPE Vol. 17, No. 2, 2011: pages 81-102 82 Magdalena Altamirano enriquecida con elementos tomados de la antigua lírica popular hispánica y refuncionalizados para adaptarse a su nuevo contexto. El soneto y el petrarquismo El Jardín de Venus se difundió por vía manuscrita, con excepción de un par de sonetos impresos en la Silva curiosa (1583) de Julián de Medrano (Labrador Herraiz, DiFranco y Bernard xxv). Esta difusión exclusiva o casi exclusivamente manuscrita se explica tanto por los contenidos eróticos de la colección, que debieron influir para que esta no recibiera los honores de la imprenta (Molina Huete 285-94), como por el hecho, bien conocido, de que la circulación manuscrita fue la forma más común de difundir la poesía en el Siglo de Oro (Frenk, “El manuscrito” 65). Que el Jardín de Venus fue una obra muy popular lo prueban las cuatro decenas de fuentes manuscritas de los siglos XVI y XVII “que dan fe de su existencia” (Labrador Herraiz, DiFranco y Bernard xxv). Nuestro soneto se registró en varias de esas fuentes; la más antigua de las fechadas es el Libro romanzero de canciones, romances y algunas nuebas para passar la siesta a los que para dormir tienen la gana, compilado por Alonso de Navarrete de Pisa en Madrid, 1589 (Ms. 263, Biblioteca Classense, Ravena, f. 118v).1 La versión de “Alzó el aire las faldas de mi vida” publicada por PierreAlzieu, Robert Jammes e Yvan Lissorgues procede del manuscrito ravenés; la seguimos en este trabajo. En las últimas décadas la atribución del Jardín de Venus a fray Melchor de la Serna ha ido ganando terreno, sobre todo gracias a la defensa que de ella han hecho José J. Labrador Herraiz y Ralph A. DiFranco;2 pero, aun aceptando la autoría del Vicentino, queda el problema de que el corpus de la serie varía en las fuentes que la registran (Molina Huete 311-12). Esta situación ha...

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