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POESÍA Y ORTODOXIA EN EL APOLOGÉTICO (1662) DE ESPINOSA MEDRANO José A. Rodríguez Garrido Pontificia Universidad Católica del Perú E n la palestra nos ves (Letor mío), pero en palestra de entendimientos” (127). Con estas palabras abre Juan de Espinosa Medrano (circa 1633-Cuzco, 1688) la invocación al lector de su Apologético en favor de don Luis de Góngora [...] contra Manuel de Faria y Sousa (1662). Se anuncia de este modo el carácter beligerante, al mismo tiempo defensivo y ofensivo, que habrán de tener las páginas del libro. La metáfora advierte también del carácter de esta lucha: los contrincantes salen a medir no sus fuerzas corporales, sino las del intelecto. Espinosa convoca así al lector a convertirse en espectador de un intercambio de agudezas en torno a la validez estética de la poesía de Góngora, y construye para ello un escenario que le permite desplegar una estrategia que Mabel Moraña (“Barroco y conciencia criolla” y “Apologías y defensas”) ha reconocido como un recurso frecuente en muchos textos coloniales hispanoamericanos: el planteamiento de un debate intertextual marcado por el signo de la apología y la defensa. El Apologético se escribe, en efecto, con el propósito de defender a Góngora de los ataques de los que había sido objeto en las páginas del comentario de Manuel de Faria y Sousa a Os Lusíadas de Camoens, aparecido en 1639. La lucha es una pura simulación verbal, pues para cuando Espinosa elabora su respuesta, Faria ya había muerto; pero también habían pasado doce años del fallecimiento de Góngora al momento de publicarse las críticas de Faria. La naturaleza y los objetivos de esta peculiar obra escrita en el Cuzco han sido ya debatidos en varias ocasiones por la crítica. El Apologético se ha leído como documento fundador de la crítica literaria en Hispanoamérica (Roggiano, “Juan de Espinosa Medrano”) y se han señalado sus paralelos con posturas teóricas contemporáneas (Hopkins); su origen se ha explicado como resultado de un ejercicio CALÍOPE Vol.16, No. 1, 2010: pages 9-25 10 José A. Rodríguez Garrido retórico nacido seguramente en las aulas del Seminario de San Antonio Abad del Cuzco (Cisneros, “La polémica Faria-Espinosa Medrano”); se ha visto en él un instrumento de afirmación de la conciencia criolla (Moraña, “Barroco y conciencia criolla”) y se ha debatido su posición en la gestación de la modernidad en Hispanoamérica (González Echevarría, Beverley), por citar solo algunas de las propuestas más destacadas. Aquí me interesa dirigir la atención hacia el vínculo que existe entre la noción de lo poético que Espinosa defiende y el contexto de enunciación desde el cual elabora su discurso, el de la sociedad colonial en medio de la cual éste se posiciona como intelectual criollo. Quiero sostener que la aparente libertad crítica que Espinosa despliega al defender la propuesta poética de Góngora sólo es posible, en verdad, en tanto él mismo limita y constriñe esa libertad al adherirse a una estricta jerarquización de los discursos, en que la poesía ocupa un espacio lúdico y finalmente inocuo, y, por tanto, una posición, en última instancia, subordinada. El Apologético debate la validez de un modelo poético y su autor revela en ese proceso su profundo saber en las letras profanas; pero, como intentaré probar, la defensa de la poesía de Góngora se sostiene sobre un rígido ordenamiento y delimitación de discursos, en que el dominio de las letras sagradas desde la ortodoxia imperial aparece como sustento fundamental del procedimiento para revertir la posición de subordinación de la cual parte el autor. Para los fines de esa demostración, es necesario partir del concepto de poesía que anima la disputa que Espinosa establece en las páginas del Apologético. En buena medida, su adscripción a un modelo poético sigue...

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