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INTRODUCCIÓN Raquel Chang-Rodríguez City College-Graduate Center, CUNY L a poesía en sus variadas formas —lírica, épica, religiosa, dramática— era el género más prestigioso en la España de los siglos XVI, XVII y XVIII. Así lo reconocieron quienes comenzaron a escribir desde el Nuevo Mundo, apropiando y remozando modelos peninsulares. En la época del inicial contacto hispano-indígena, las más sobresalientes direcciones poéticas, en sus vertientes popular y culta, encontraron terreno fértil entre los bardos renombrados o anónimos que llegaron a América, y aquí se asentaron ya por breve tiempo, ya permanentemente. Aéstos se unieron después los nacidos en las nuevas tierras, al tanto de las tendencias europeas y de sus posibles mixturas con estéticas diferentes, insinuadas en voces nativas y africanas. Paulatinamente, su canto se ancló en la realidad americana y, desde este nuevo espacio de enunciación, comenzó a dar cuenta de los múltiples matices de una diversa y moderna cultura. De ambos grupos —peninsulares y criollos— hay muestras en este número especial de Calíope orientado hacia voces y temas poco estudiados o trabajos que presentan un enfoque particular dentro de la producción de un poeta conocido. Los ensayos se han distribuido en cuatro apartados: 1) Elogios y aficiones; 2) Fronteras épicas; 3) Tradición y transformación; y 4) Comentarios viciados y entretenidos. El primero se abre con dos estudios, uno dedicado a Juan de Espinosa Medrano y otro al Inca Garcilaso de la Vega. Ninguno de los dos fue poeta; no obstante la obra de cada uno lleva la impronta de la lírica. José Antonio Rodríguez Garrido, en “Poesía y ortodoxia en el Apologético (1662) de Espinosa Medrano”, se concentra en la defensa de Góngora hecha por el autor cuzqueño ante los ataques de Manuel de Faria y Souza en sus comentarios de 1639 a Os Lusíadas de Camoens. Rodríguez Garrido destaca la importancia del lugar —el Cuzco— desde el cual el Lunarejo emite su apología, e intenta mostrar cómo y por qué el autor trastoca CALÍOPE Vol.16, No. 1, 2010: pages 5-8 6 Raquel Chang-Rodríguez el orden de los discursos profano y sagrado. Que lo haga en defensa de la estética del autor de las Soledades y con el objeto de exhibir su erudición y competencia como letrado criollo, manifiesta el profundo arraigo de la obra del cordobés en la cultura letrada de América y el disímil aprovechamiento de los conceptos animadores de su lírica. “Preferencias poéticas del Inca Garcilaso de la Vega” de Raquel ChangRodr íguez da cuenta del gusto por la lírica del luminar cuzqueño tanto en su vertiente quechua como española, y cómo por medio de referencias a clásicos y modernos en un tratado genealógico (1596) poco estudiado, se inserta en el debate sobre los metros tradicionales vis-à-vis los importados de Italia; asimismo, el ensayo especula sobre el impacto que estas predilecciones pudieron tener en Comentarios reales (1609, 1617), la obra maestra del primer gran escritor hispanoamericano. Ambos ensayos dejan constancia de la presencia de la poesía en figuras fundamentales y de cómo ésta, directa o indirectamente, contribuye a fraguar los paradigmas que animaron debates y escritos. En “Fronteras épicas”, el segundo apartado, la reciente ampliación de los estudios sobre esta modalidad se hace presente en el análisis de tres poemas históricos descuidados por la crítica. Juana Martínez Gómez se ocupa del llamado Romance elegíaco (c. 1537) de Luis de Miranda de Villafaña, clérigo en la expedición de Pedro de Mendoza al Río de la Plata y después partidario de Álvar Núñez Cabeza de Vaca en su gobernación de los territorios sureños. Martínez Gómez reubica el Romance elegíaco señalando enlaces y disyunciones con romances y crónicas rimadas; esta aproximación le permite mostrar las singularidades de la obra y explicar su centralidad en tanto texto fundador de la literatura...

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